LA TELARAÑA: Sectarismo y realidad

viernes, diciembre 1

Sectarismo y realidad


La Telaraña en El Mundo.





 Encuentro en la web de la Unió Obrera Balear y, en concreto, del UOB Ensenyament un póster en contra de Olga Ballester y Xavier Pericay, dos de los pocos políticos isleños que osan denunciar el adoctrinamiento que padecen nuestros escolares. Bajo sus fotografías sólo falta, aunque se intuya, el imprescindible y amenazante WANTED; así se las gastan, al parecer, estos sindicalistas bajo el mando docente de Jaume Sastre, el rey del barco de rejilla y las huelgas de hambre en pro de esa Cataluña grande, medieval y oscura, oscurantista, esa pesadilla de cuartel y militancia que parece anidar en sus venas. ¿Por qué han de sufrir nuestros hijos el adoctrinamiento catalanista? Supongo que no hay una sola respuesta para esta pregunta. Tampoco hay un solo culpable.
 Con todo, observo el panorama e intento alejarme de los malos olores. Allá cada cual, me digo, con sus quimeras y su mal gusto, sus estrategias de manipulación, su instinto más o menos expansionista y sus ínfulas patrióticas, nacionales o esotéricas. No todos los caminos conducen a Roma ni falta hace que todos vayamos a Roma. Hay muchos otros lugares donde cobijar nuestra voluntad nómada, donde dejar que el tiempo haga con nosotros lo que nosotros no conseguimos hacer con él. Es cierto, hay mucho quijote suelto que, sin embargo, no se ha subido nunca a lomos de Rocinante. Valiente estupidez.
 Mientras tanto, no sé si acabaré de monje cartujo en alguna orden alejada del mundanal ruido y dedicada al imperceptible (y no siempre bien comprendido) cultivo del silencio. En efecto, hay muchas formas de cultivar el silencio: la palabra es sólo una de ellas. Recuerdo que de joven pensaba que la mejor poesía posible era la que, por aquel entonces, venía a llamarse poesía del silencio para diferenciarse, tal vez, de otros tipos de poesía, la poesía de la experiencia o la social, que eran, como poco, muchísimo más ruidosas.
 Ya no me apetece dejarme llevar por una erudición que, sea la que fuere, nunca alcanza a ser ni la que nos gustaría ni la que debiera: no me importan los detalles biográficos y hasta los nombres (pasados, presentes o futuros) me empiezan a parecer una carga insoportable. Guardo por ahí, es cierto, numerosos poemas y textos subrayados, corregidos, comentados, de Valente, de Siles, de Juan Ramón, de Hierro, de Gimferrer, de Gracián, de Juan de la Cruz o Teresa de Ávila pero ya no sabría (tampoco querría) distinguir una corriente poética de otra, porque el conocimiento de la realidad no tiene una sola forma de manifestarse, sino muchísimas; tantas que no sé, siquiera, cuántas realidades hay en este instante (este instante que acaba de pasar y ya no existe), el instante que tengo ante mis ojos o temblando en mis sienes o bajo las yemas de mis dedos.



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