LA TELARAÑA: “Run, hide, tell”

viernes, junio 9

“Run, hide, tell”


La Telaraña en El Mundo.





 «Corre, escóndete, avisa o pide ayuda». Estas son las tres tristes recomendaciones (en el original: run, hide, tell) que la policía británica dio a la ciudadanía, vía Twitter, mientras se estaba viviendo en Londres el intempestivo clima de terror propio del último atentado terrorista. La frase no nos deja en una posición demasiado halagüeña ni airosa; al contrario, la violencia física nos resulta desde siempre repugnante, ajena, terrorífica. Lo demuestra, por desgracia, el heroico ejemplo de Ignacio Echeverría que, por ayudar a una mujer agredida, se dejó la vida entre la inocencia lúdica de su monopatín y el filo sangriento del cuchillo jamonero de los terroristas. Descanse en paz.
 En Mallorca, los héroes son otros. Sus circunstancias también lo son. Me refiero a los pocos estudiantes que se atrevieron a pedir que les dieran el examen de la temida selectividad en castellano. No acaba de ser un acto heroico, eso es cierto, pero no es, tampoco, un acto baladí. En efecto, no es nada fácil para unos adolescentes separarse de la silenciosa y pasiva homogeneidad de los compañeros, levantar públicamente la mano y pedir la proscrita fotocopia con la traducción al castellano de las preguntas de un examen en el que, quizá, les vaya mucho más de lo que suponen. Parece que los esfuerzos de Ciudadanos y Xavier Pericay, así como los del colectivo “PLIS. Educación, por favor”, empiezan a dar sus frutos. Nos alegramos.
 ¿Estoy comparando Londres, en plena carnicería terrorista, con la situación en las aulas palmesanas y la asombrosa dictadura lingüística impuesta por gentes como Jaume Sastre, que ha llegado, incluso, a dimitir como miembro del tribunal en protesta por la simple existencia del derecho a esa mísera fotocopia en castellano? No, claro que no. El territorio es sólo el lugar donde los seres humanos y las circunstancias danzan y se contorsionan, se agarran y se abrazan o zarandean en busca de alguna alianza más o menos duradera que nos permita, finalmente, salir adelante de la mejor manera posible.
 La vida puede, tal vez, resumirse en eso: en salir adelante contra viento y marea, en lograr alcanzar el lugar exacto que nos corresponda por nuestros méritos sin que nadie pueda sentirse molesto, agraviado o sorprendido por ello, sin que nadie, en fin, pueda hacerse cruces de por qué estamos donde estamos. Podría ahora preguntarme qué demonios pinta todo un ilustre capitán de barco de rejilla, como Jaume Sastre, en un egregio tribunal calificador de la selectividad, pero no lo haré porque los designios del Señor son siempre inescrutables. Acaso las tres tristes recomendaciones de la policía británica no estarían de más en un territorio tan complejo como el de la educación en nuestras islas, vaya que sí.

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