LA TELARAÑA: junio 2017

viernes, junio 30

Bazares y botigas


La Telaraña en El Mundo.




 En la calle Blanquerna, donde ahora hay un restaurante hindú, hubo, hace medio siglo, una típica botiga mallorquina donde mi madre me enviaba, de niño, a buscar esas dos o tres cosas que, a veces, faltaban en la despensa de casa. Ya casi no recuerdo ese lugar, porque los lugares de la infancia se van deformando con el paso del tiempo y acaban tan atiborrados de detalles superpuestos que no hay forma alguna de saber qué hay de real o de imaginario en el resultado final de los recuerdos. Lo cierto, no obstante, es que ahí aprendí, como quien intercambia cromos, a trocar unas monedas por una botella de leche o unos kilos de patatas; ahí aprendí, en definitiva, cómo funcionaban las balanzas de hierro o cobre, cómo se equilibraba su fiel metálico, de un lado lo que queremos comprar y del otro los juegos de pesas, esa colección de muñecas rusas de plomo, sonrisa herrumbrosa y tamaño cuidadosamente ordenado.
 La verdad es que ya casi no quedan botigas en Palma. En su lugar han surgido una especie de bazares, mayoritariamente regentados por árabes y paquistaníes, que han evolucionado desde los abigarrados locutorios telefónicos y de internet que hicieron furor durante algunos años, hasta los actuales colmados donde se vende a granel toda clase de frutas, hortalizas y artículos de primera necesidad a un precio, en ocasiones, realmente ventajoso. Está claro que avanzamos hacia una ciudad comercialmente abierta las veinticuatro horas del día. O quizá más, porque los días se nos alargan y enlentecen como si no hubiera otra forma de medir el sol o la luna en los cielos que con algún reloj blando, iluminado, de Salvador Dalí, por ejemplo.
 Pero estamos de enhorabuena. Leo en la prensa que han detenido, en Baleares, a cuatro yihadistas con conexiones con un español detenido en Alemania y con un imán salafista también preso en el Reino Unido. Conviene que vayan cayendo todos esos peones sacrificados que, aunque nos parezcan inofensivos, pueden acabar rompiendo el inmenso tablero en el que el mundo intenta conjugar su propio destino. El mundo es enorme, en efecto, pero las redes sociales lo acaban convirtiendo en algo menor, en un entramado de conexiones que hay que seguir con tanta cautela como ojo crítico.
 Hoy he comentado esta noticia con algunos de mis amigos más o menos musulmanes que venden frutas, hortalizas y litros de agua embotellada muy cerca de mi casa. Apenas sí me han respondido nada, pero me han sonreído con cierta tristeza indisimulable en la mirada, con cierto cansancio invencible en las arrugas de la frente, con cierto dolor insuperable en el alma y también en el cuerpo. Eso sí, a la hora de pagar me han hecho un buen descuento. Y es que últimamente les compro mucho y también muy seguido.




Etiquetas:

martes, junio 27

Nacidos en Cotiledonia


La Telaraña en El Mundo.




 En 2009 -y ha llovido bastante desde entonces- la Comisión de Normalización Lingüística del IES Pau Casesnoves de Inca realizó una encuesta entre sus alumnos en la que, entre otras lindezas, se les preguntaba si formaban o formarían parte, quizá en el futuro, de alguna asociación de defensa de la lengua y la cultura catalanas. Con sólo 22 escogidas preguntas el colegio se aseguraba, así, conocer de primerísima mano el paisaje familiar completo y detallado de sus alumnos, la procedencia de sus padres, la lengua que se hablaba prioritariamente en casa, sus gustos televisivos y hasta periodísticos, su manera, en definitiva, de vivir en catalán, esa forma de vida, al parecer, tan arrojada que nadie sabe muy bien cuánto. Informado -básicamente por las informaciones de este diario- el departamento de Educación de la época resolvió lavarse las manos y apelar a la autonomía de los centros.  “No hay motivo para intervenir porque no se vulnera ninguna normativa”, concluyeron.
 En febrero del 2011 -y ha llovido bastante desde entonces- se pararon las clases en el IES Pau Casesnoves de Inca para que los alumnos pudieran cantar, entre otros selectos himnos, «Yo soy catalán» que no es, por cierto, una versión gamberra del «yo soy español, español, español», que se puso de moda cuando España ganó el Mundial de Fútbol de Sudáfrica, sino una canción del cantaor independentista Biel Majoral, a la postre un panfleto perfecto con estrofas tan imposibles de rimar como «jo sóc balear jo sóc de mallorca català insular» o «Estim Catalunya perquè té un passat de lluita incansable per la llibertat». Con letras así uno casi que añora, de veras, a Lluís Llach, pero qué se le va a hacer. Tanto las informaciones de este diario como las denuncias de la Fundación Círculo Balear no tuvieron, por supuesto, ningún efecto. El departamento de Educación de la época resolvió lavarse las manos y apelar a la autonomía de los centros. Faltaría más.
 En junio de 2017 -y la verdad es que no ha llovido ni una sola gota desde entonces: qué calor hace- el IES Pau Casesnoves de Inca preguntó, entre otras lindezas, a su sufrido alumnado, que ya no es el de 2011 ni tampoco el de 2009, por su lugar exacto de nacimiento, incluyendo la sutil, la cruel distinción entre haber nacido en el Estado español o en los Países Catalanes. Preguntas así de absurdas e intempestivas, de sectarias y cabronas no hacen sino convencerme de lo complejo que es ir por libre en este país cuando quienes debieran velar, precisamente, por tu educación en libertad parecen estar empeñados en afiliarte a sus banderías particulares como si les fuera la vida en ello. Igual les va. Uno sólo nace en el vientre de su madre. O, recordando a Cristóbal Serra, en Cotiledonia. ¿Dónde si no?

Etiquetas:

viernes, junio 23

La psicología del toro


La Telaraña en El Mundo.



 La mejor ley es la que no existe, la que se cumple por sí misma o por nuestras circunstancias, la que escapa a cualquier tentación de reinterpretarla o ponerle, quizá, bridas, la que fluye como el aire que respiramos sin que notemos su presencia. La verdad es que hay muchas de estas leyes, llamémoslas no escritas, ordenando nuestra convivencia, nuestra forma de vivir y relacionarnos en el entramado social o laboral, pero habría muchas más, muchas más leyes no escritas, quiero decir, si la educación y cultura colectivas, el sentido común y la empatía hacia los demás (y también hacia uno mismo) mantuvieran unos niveles más altos de los que, en la actualidad, mantienen. De hecho, el mundo se nos cae a pedazos entre la dejadez suicida, revestida de incurables tintes fatalistas, de la mayoría y la tendenciosa y sectaria visión de los que intentan dirigir la vida en beneficio de no sabe muy bien qué o quién. De ellos mismos, por supuesto.
 Me asomo a la calle Olmos. Son las diez de la mañana y la calle está casi vacía. Parece que Palma se levanta sin prisas de otra noche en la que este calor de agosto en junio apenas sí nos ha dejado dormir. Vista desde donde la observo, la calle parece la lengua alargada y exhausta de un perro sediento. O de un toro encerrado en sí mismo.
 En la televisión, un dron exhibe, una vez y otra, la desoladora imagen de una autopista portuguesa repleta de cadáveres y coches quemados. Esa calle del infierno la vi en The Walking Dead. Es lo que tiene la ciencia ficción, su realismo es tan extremo que siempre nos acaba demostrando que no hay nada más revelador que el cataclismo último al que, no por casualidad, llamamos Apocalipsis.
 Pero hablaba de las leyes mientras una nube se me cruzó con sus esperanzas o temores de lluvia. Así pasan las ideas y descargan o desaparecen, porque sólo estaban de paso. Hay un punto, un aspecto de la Ley Antitaurina de este Govern (hablo de esta ley no porque me interese el tema, sino por este Govern no se dedica a otra cosa que a reinterpretar la vida y a parchearla con sus ocurrencias y dislates, sus ganas de llamar la atención o desviarla) que me parece fantástico. Entre otras exigencias prosaicas, como prohibir la muerte del toro, las banderillas o el rejoneo, me conmueve sobremanera que se exija para la celebración de las futuras corridas un informe previo sobre el estado síquico del toro. Seguro que el Pacte ya tiene a punto alguna cuadrilla de empresas amigas repletas de parasicólogos, quiromantes, nigromantes y chamanes animalistas para sacar adelante esa verónica a mano cambiada con pase cruzado de pecho y desplante final con la que un torero que se precie se queda mirando, fijamente, a su público. Cuidado con el toro.

Etiquetas:

martes, junio 20

La nación balear


La Telaraña en El Mundo.




 Municipios, provincias, diputaciones, mancomunidades, veguerías, diócesis, comarcas, regiones, comunidades forales, autonomías. Hojeo los más diversos mapas de España a lo largo del tiempo y todos los mapas me acaban pareciendo el mismo mapa: la misma piel de toro abrasada y cuarteada entre Europa y África, entre el mar Atlántico y el mar Mediterráneo, en plena encrucijada física y espiritual de todos los caminos, de todas las culturas que en su día fueron, pero que ya no son, porque sus ubres se acabaron agotando, y de todas las culturas que todavía no han nacido. Quién sabe, por cierto, si lo harán.
 Nadie lo sabe, en efecto. Nadie sabe con certeza lo que nacerá o dejará de nacer, porque vivimos en un momento sumamente complejo y delicado. Lo nuevo aún no ha nacido y lo viejo ya apesta. Damos vueltas y más vueltas a las ideas con la intención de que perduren o revivan, de que nos hagan, en definitiva, el flaco favor de asistirnos en días de penuria, de confusión, de filosofía convertida, finalmente, en juegos malabares de palabras, en fatuos trabalenguas, en ridículos sofismas. El viejo calcetín usado de la vida parece renacer con fuerza a cada vuelta que le damos, pero ese espejismo no dura demasiado; siempre se nos acaba cayendo a pedazos.
 ¿He de citar ahora, a Pedro Sánchez? ¿Es necesario, imprescindible hacerlo? ¿He de reír o llorar, quizá, con la solemne indigencia conceptual de su esperpéntica visión de España como nación de naciones? ¿He de tirar de ironía o sarcasmo, de carcajadas o abucheos enlatados, para demorarme en lo que no puede sostener ningún discurso, porque no se sostiene ni a sí mismo, y pretende sostener, sin embargo, el discurso entero del más importante partido de izquierdas que existe, actualmente, en España? Si esa es la izquierda que nos merecemos, no nos va a extrañar un ápice que Podemos se la meriende en tan sólo un par de sesiones televisivas de demagogia, cutrerío y populismo intensivos. Son maestros en eso.
 De todas formas, basta preguntarse con quién gobierna en las islas el PSIB para imaginar qué tipo de política nacional de naciones podemos esperar de aquí en adelante. Tengan en cuenta que Baleares ya no es una simple comunidad autónoma. No, señor. En estos momentos es una de las solemnes naciones de esa gran nación de naciones que, al parecer, es España. Es decir, una gloriosa entelequia comandada por Francina Armengol, pero que, de hecho, está en las manos de los prestidigitadores sin ilustrar de la caótica sucursal balear de Podemos y de los nacionalistas históricos de MÉS, que lo son, nacionalistas, de una nación que no acaba de ser esta, sino otra distinta, pero qué más da. ¿Será por naciones? Pues no. Nos espera, como mínimo, puro encaje de bolillos.

Etiquetas:

viernes, junio 16

De 40 en 40 años


La Telaraña en El Mundo.




 Resulta que se han cumplido cuarenta años desde las primeras elecciones democráticas tras la larga travesía, también de cuarenta años, a través del desierto de la dictadura. Parece que vamos, pues, de cuarenta en cuarenta años como si cada cuatro décadas los relevos generacionales fueran cuajando y tocase, de alguna manera, cambiar de régimen o de sistema, de forma de entender el mundo y también de relacionarse unos con otros, de encarar los problemas y buscar soluciones, de sacar, en definitiva, la vida adelante, se supone que a mejor: eso quiero suponer siempre y por encima de todo, aunque las apariencias no nos lo acaben de demostrar. Ya se sabe que, en ocasiones, se escribe recto con renglones muy torcidos, tuertos, casi que ciegos.
 El caso es que no tengo muy claro qué nos va a tocar sufrir o gozar ahora tras los cuarenta años alternados de dictadura y democracia. Uno no quiere que regresen las oscurísimas tinieblas del pasado. Uno no quiere, tampoco, que se eternice la frívola virtualidad de nuestros días, con un pie en el abismo de las redes sociales y otro en el lodazal de la realidad, este mundo en crisis que no remite, sino todo lo contrario. En efecto, desde hace años no deja de aumentar el terrorismo más o menos religioso, la insolidaridad y la incultura generales, la demagogia populista, los nacionalismos que ya parecían superados: en fin, toda esa suerte de basura infecta que no deja de multiplicarse, por desgracia, cuando las cosas vienen mal dadas.
 Con todo, hago cuentas y confieso, sin pretensión de parodiar a Pablo Neruda, que he vivido dos terceras partes de mi vida en democracia y sólo una, incluidos los años magníficos de la infancia y la adolescencia, bajo el yugo del autoritarismo. El balance, por lo tanto, no me permite sacar demasiado pecho ni dramatizar, tampoco, en exceso. No he vivido ninguna guerra fratricida ni he tenido que emigrar a no importa dónde. No he sido víctima de ninguna masacre. No he pasado hambre ni he sufrido ningún tipo de violencia. Y la guerra que llevo, desde siempre, entablada conmigo mismo sólo me sirve para saberme culpable o inocente de las mismas cosas que todos los demás. Exactamente.
 Pero insisto. No sé con certeza qué nos van a deparar los próximos cuarenta años. Leo en la prensa que los filólogos de la UIB critican abiertamente que los alumnos hayan podido acceder a las preguntas de la selectividad en castellano. Vade retro. Les parece una ofensa monstruosa a la lengua catalana y un atentado contra la normalización lingüística del catalán en las islas. Me consuela saber que ni los cuarenta años de Franco ni los cuarenta de estos filólogos metidos a sanedrines han podido acabar, de momento, con el catalán ni con el castellano. Menos mal.



Etiquetas:

martes, junio 13

Las urnas irreales


La Telaraña en El Mundo.




 Parecía Pep Guardiola, con una enorme urna transparente y vacía entre las manos, andar mendigando los votos de no se sabe quién para no se sabe qué. Nunca fue Cataluña tan libre ni, sobre todo, tan independiente como en la actualidad y, sin embargo, nunca hubo tantos conspirando por algo que, más allá de la supervivencia de ese estilo político que llamaremos, siendo benévolos, el estilo del 3%, no tiene absolutamente ningún otro sentido añadido, ninguna otra consecuencia práctica. O sí, quizá sólo busque abolir España tal y como la conocemos, con su voluntad fundacional a cuestas, su larga historia de conquistas y descubrimientos, derrotas y fracasos, su cainismo fraternal o su quijotismo quimérico, su andar atolondrado y rapsoda entre la gloria y la miseria, el ardor y la oscuridad, las cenizas y las llamas, la inagotable combustión de los siglos.
 Pero miro en esa urna vacía y transparente y no veo realmente nada. La realidad de algunos políticos no es, ni siquiera, un holograma de la realidad. No es un boceto, no es un resumen, no es tampoco un esquema. Sólo es, acaso, una opinión incendiaria, una perversión, una deconstrucción ideológica, un apunte cualquiera en la bitácora de un viaje a ninguna parte, porque la vida siempre acaba decantándose por los cauces más naturales y alejados del artificio suicida de esas urnas vacías y transparentes, irreales; tan vacías que llenarlas es misión imposible, tan transparentes que se ve, a su alrededor, el mismo vacío que, a su pesar, contienen.
 Mientras tanto, subo la cuesta de Avenida Argentina y miro, exhausto, hacia el monolito de Sa Feixina, donde algunas parejas pasean, se abrazan o hablan y no pocos niños o jóvenes juegan con sus ruidosos monopatines. El mar azul, a lo lejos, pone su contrapunto pictórico a la escena y yo me dejo caer en un banco, mientras imagino a los operarios de Miquel Ensenyat o Antoni Noguera derrumbando tanta paz provisional con su rancia metralla nacionalista, su discurso tan vacío como transparente, su voluntad ideológica de destrucción de lo que ya es, exactamente desde 2010, un manifiesto explícito y una prueba tangible de la concordia ciudadana. Vale ya de andar revisitando, una vez y otra, el pasado.
 No es posible, en efecto, reescribir la historia. No lo es, salvo en alguna distopía de Orwell o Huxley: de Hitler, de Mao, de Lenin, de Maduro, de Kim Jong-un… No creo, sinceramente, que Guardiola, Ensenyat o Noguera quieran entrar en esta lista. Aquí la ficción y la realidad se mezclan peligrosamente y se diluyen la una en la otra hasta convertirse en lo mismo: una lengua de lava encendida, lenta y tortuosa, de la que urge salir cuanto antes. Construir el futuro y dejar de pisotear el pasado podría ser la mejor manera. ¿Hay otra?


Etiquetas:

viernes, junio 9

“Run, hide, tell”


La Telaraña en El Mundo.





 «Corre, escóndete, avisa o pide ayuda». Estas son las tres tristes recomendaciones (en el original: run, hide, tell) que la policía británica dio a la ciudadanía, vía Twitter, mientras se estaba viviendo en Londres el intempestivo clima de terror propio del último atentado terrorista. La frase no nos deja en una posición demasiado halagüeña ni airosa; al contrario, la violencia física nos resulta desde siempre repugnante, ajena, terrorífica. Lo demuestra, por desgracia, el heroico ejemplo de Ignacio Echeverría que, por ayudar a una mujer agredida, se dejó la vida entre la inocencia lúdica de su monopatín y el filo sangriento del cuchillo jamonero de los terroristas. Descanse en paz.
 En Mallorca, los héroes son otros. Sus circunstancias también lo son. Me refiero a los pocos estudiantes que se atrevieron a pedir que les dieran el examen de la temida selectividad en castellano. No acaba de ser un acto heroico, eso es cierto, pero no es, tampoco, un acto baladí. En efecto, no es nada fácil para unos adolescentes separarse de la silenciosa y pasiva homogeneidad de los compañeros, levantar públicamente la mano y pedir la proscrita fotocopia con la traducción al castellano de las preguntas de un examen en el que, quizá, les vaya mucho más de lo que suponen. Parece que los esfuerzos de Ciudadanos y Xavier Pericay, así como los del colectivo “PLIS. Educación, por favor”, empiezan a dar sus frutos. Nos alegramos.
 ¿Estoy comparando Londres, en plena carnicería terrorista, con la situación en las aulas palmesanas y la asombrosa dictadura lingüística impuesta por gentes como Jaume Sastre, que ha llegado, incluso, a dimitir como miembro del tribunal en protesta por la simple existencia del derecho a esa mísera fotocopia en castellano? No, claro que no. El territorio es sólo el lugar donde los seres humanos y las circunstancias danzan y se contorsionan, se agarran y se abrazan o zarandean en busca de alguna alianza más o menos duradera que nos permita, finalmente, salir adelante de la mejor manera posible.
 La vida puede, tal vez, resumirse en eso: en salir adelante contra viento y marea, en lograr alcanzar el lugar exacto que nos corresponda por nuestros méritos sin que nadie pueda sentirse molesto, agraviado o sorprendido por ello, sin que nadie, en fin, pueda hacerse cruces de por qué estamos donde estamos. Podría ahora preguntarme qué demonios pinta todo un ilustre capitán de barco de rejilla, como Jaume Sastre, en un egregio tribunal calificador de la selectividad, pero no lo haré porque los designios del Señor son siempre inescrutables. Acaso las tres tristes recomendaciones de la policía británica no estarían de más en un territorio tan complejo como el de la educación en nuestras islas, vaya que sí.

Etiquetas:

martes, junio 6

El horror que no cesa


La Telaraña en El Mundo.



 Mientras el Real Madrid masacraba a la Juventus en el esplendor deportivo de la hierba de Cardiff, la guerra de guerrillas, esta tercera guerra mundial que se resiste a tomar ese nombre porque las palabras nos dan más miedo, incluso, que la propia guerra, volvía a masacrarnos a todos en las calles y puentes de Londres, sólo quince días después de haberlo hecho en Manchester. Tiene razón, pues, Theresa May, la premier británica, cuando dice que ya es hora de decir basta. O no, ya no la tiene, porque la razón tiene mucho que ver con la coyuntura y el don de la oportunidad, con el desarrollo histórico de los hechos y su análisis; tiene mucho que ver, en definitiva, con el paso del tiempo y ya hace demasiado tiempo que viene siendo hora de decir basta. Casi hace ya una eternidad.
 En efecto, hace mucho tiempo que las principales ciudades de Europa y América del Norte (la del Sur me da que tiene otros problemas, quizá más irresolubles) fueron viendo, sin saber qué hacer para evitarlo, como algunos de sus barrios se iban convirtiendo en auténticos hervideros de un horror que, con el pretexto que fuere, porque tanto da si se trata realmente del islamismo radical, de la indignación política extrema, del cénit de la decrepitud moral de la especie humana o de algún tipo incurable, en fin, de locura patológica, no sólo no cesa, el horror, sino que se infecta, enquista y eterniza en la propia médula del tejido social en que vivimos. O intentamos vivir.
 Estamos hablando, pues, de una degradación extrema, seguramente sistémica, que amenaza con depravar todo el orbe social. Porque no hay que engañarse, la decrepitud no sólo es cosa de los terroristas. Les hemos dado demasiadas buenas razones para que prosigan con su inercia asesina. Les hemos armado y utilizado en miles de guerras coloniales. Les hemos acogido como mano de obra barata y, a la vez, les hemos despreciado una y mil veces: no puede haber cóctel más explosivo, cuando se suceden las generaciones, que este cóctel molotov, que esta bomba de relojería donde siempre pierde la humanidad. Donde siempre perdemos todos.
 Sólo nos falta contemplar después, ahora, sin que nos extrañemos un ápice, qué ralea de políticos, de gestores de pega, de chamanes iluminados nos están gobernando. Desde los partidos políticos tradicionales, lastrados por el descrédito de la corrupción, hasta los nuevos grupos filocomunistas o ultraconservadores que no se sabe muy bien adónde van, aunque sí, por supuesto, de dónde vienen. Gentes sin más horizonte social que el nepotismo y las asambleas marciales. Gentes sin más señas de identidad (descanse en paz el cervantino Juan Goytisolo) que su falta de entendederas, su populismo gregario, su devastador ideario desnortado.


Etiquetas:

viernes, junio 2

El cambio climático

La Telaraña en El Mundo.





 Hace demasiado calor para el mes que estamos. O llueve muy poco, últimamente. Sin embargo, diluvia y hasta graniza de vez en cuando. O hace mucho frío cuando hace frío. Todas estas frases, utilísimos apuntes de ascensor en hora punta, los venimos diciendo desde hace años, lustros, quizá décadas. No se trata, que también, de verificar estadísticas, gráficos y tantos por ciento, sino de atender a las propias sensaciones, apelar a la memoria del cuerpo, a la poca, pero significativa memoria que puede abarcar una sola vida. En efecto, el clima va cambiando con los años, la inercia marcial de ese otro tiempo que es el tiempo biológico. Me refiero a la vida, a las relaciones sociales y laborales, a la mecánica familiar de la rendición programada frente a las arrugas, los achaques y los kilos de más: toda esa grosera parafernalia que, sin embargo, nos mejora la sonrisa año tras año.
 Será, tal vez, que algo va cuajando mientras envejecemos y que mucho de lo que creemos saber lo vamos desaprendiendo a marchas forzadas para poder enfrentarnos a los cambios de la realidad (es decir, a la realidad de cada instante) con el menor bagaje posible de tópicos, frases hechas, ideas preconcebidas. Hay que preservar la vida igual que la realidad, el lienzo, la página en blanco donde aún podemos dibujar o escribir lo que nos venga en gana, lo que necesitemos decir al mundo y a nosotros mismos. Sobre todo, a nosotros mismos. Somos una multitud emborronando, al unísono, ese lienzo, esa página, esa piel que tiembla cuando encuentra otra piel y se acaba reconociendo en ella, en su temblor como en su éxtasis.
 A todo esto, parece que Donald Trump retirará a los EEUU del Acuerdo de París sobre el clima. No conozco la letra pequeña del asunto, pero lo que sí sé es que un acuerdo insuficiente puede ser, sin embargo, imprescindible para que no se nos caiga a pedazos evelo intangible de la capa de ozono, para que no se nos derrita hasta el hielo misterioso o sagrado de la Antártida, para que la privilegiada primera línea de la costa, en fin, siga a salvo de las mareas, de la furia sobrevenida de unos mares con la brújula herida, tal vez, de muerte.
 Puede que el actual desarrollo industrial no sea sostenible a largo plazo. Puede que los intereses económicos y políticos de unos pocos nos lleven a todos a una ruina cierta. Puede que toque cambiar de modelo productivo: cambiar de energía y también de objetivos y prioridades. ¿Se referirá Trump a eso cuando inventa, a medianoche, una palabra y la publica en Twitter? “Covfefe”. “Covfefe”. Covfefe”. Por mucho que la repito, como si fuera una plegaria, no me acaba de sonar a energía alternativa, a futuro prometedor, a solución milagrosa. Pero igual yerro. Ojalá.



Etiquetas: