LA TELARAÑA: Entre Cibeles y Ferraz

martes, mayo 23

Entre Cibeles y Ferraz


La Telaraña en El Mundo.





 Pensé el domingo por la noche que no era mal momento para ir a Cibeles (o a Neptuno, que no sé ahora muy bien) a celebrar la liga conquistada por el Real Madrid. No era mal plan, desde luego, sino fuera por el detalle de que no me gustan las aglomeraciones. Pensé el domingo por la noche, también, que no era mal momento para acercarme a Ferraz (o a la calle Zurita, que tampoco sé yo) a jalear a Pedro Sánchez, porque no deja de ser digno de aplauso que un presunto cadáver político resucite, como El Cid, de entre los muertos, y lo haga entre los mismos que tuvieron a bien asesinarlo hace unos cuantos meses. «Tu quoque, Brute, fili mi?». Pues eso.
 No era tampoco mal plan, sino fuera porque no me gustan los puños en alto y hace lustros, por no decir siglos, que ya no se me ocurriría volver a entonar «La Internacional» porque, por las razones que fueren, me siento incapaz de llegar a sentir en la garganta esa ebullición propia de la sangre cuando se alcanza el punto decisivo de no retorno, ese punto frágil en el que la ira o la indignación derivan en algo más que en un eslogan teledirigido, un pareado etílico, un cántico definitivamente grotesco; en toda una teoría política a la deriva, tal vez.
 Pero el domingo por la noche no estaba en Madrid sino en Palma, en el mullido sofá de mi casa con el mando de la televisión en las manos, haciendo zapping de un lugar al otro, de Cibeles o Neptuno a Ferraz o Zurita, observando la euforia incontenida de unos y otros, asimilándola, intentando comprenderla y hasta hacerla mía. Con el Real Madrid no tengo ningún problema, porque es mi equipo de toda la vida, al menos cuando el Real Mallorca está como ausente, que es como está ahora, aunque aún le queden tres partidos para obrar el milagro de la salvación. Ojalá sea así. Con el PSOE tampoco tengo, por supuesto, ningún problema. Tuvieron mi voto cuando se trataba de modernizar el país y estabilizar la democracia. Lo perdieron cuando se convirtieron en aliados de la estulticia nacionalista, cuando regresaron a las zanjas y las cunetas ensangrentadas del pasado, cuando resucitaron, en algunos lugares más que en otros, la bestia terrible y parda del frente popular.
 Pensé el domingo por la noche que no es fácil acostarse risueño, pero que, pese a todo, merece la pena intentarlo. El futuro no está escrito: lo escribimos nosotros a cada instante, aunque nos falle la brújula, se nos incendie el cielo o perdamos de vista el horizonte. Siempre regresamos al instante en que todo está por hacer. Mientras tanto, hoy toca empezar a pensar en la Champions, por ejemplo. O en cómo reconstruir el PSOE, nada menos. Tendrán que hacerlo gentes como Pedro Sánchez o Francina Armengol. Será de ver.


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