LA TELARAÑA: Caballo del malo

viernes, diciembre 9

Caballo del malo


La Telaraña en El Mundo.

Es posible que esa parejita joven y, tal vez, inocente, que se aleja del mundo, durante el fin de semana, para hacer el amor entre nubes de marihuana, salga indemne. Es posible, pero no seguro. Dependerá de ellos mismos, de si tienen o no más problemas que los propios de la curiosidad o más embargos que el asombro inicial por todo aquello que se desconoce, pero que se va aprendiendo, cómo no; todo se aprende: poco a poco o a trompazos. El problema viene luego, cuando el amor se enfría y las dosis aumentan y las hojas de marihuana se convierten en papelinas de ácido lisérgico, en cocaína, en pastillas de no sé sabe qué éxtasis o, finalmente, en heroína. La muerte fulminante sustituye a la vida a plazos mientras en el tocadiscos resuena al galope, Heroine, aquella vieja canción de la Velvet Underground, con el cadáver magnífico de Lou Reed al frente.

Hasta aquí la literatura, que es algo así como dar vueltas y más vueltas a las cosas para verlas desde todos los ángulos posibles, para verlas mejor, en definitiva, como le vino a decir el lobo feroz de la fábula a Caperucita Roja. Vivimos en ese bosque que Caperucita atraviesa a diario para ir a ver a su abuela y es seguro que alguien nos va a intentar devorar más temprano que tarde. Ojo avizor, por lo tanto.

Las estadísticas no suelen agotar la realidad, pero sí que ayudan a identificar y prevenir los problemas, nuevos o viejos, que no dejan de aparecer o regenerarse. Así, cuando ya creíamos que no quedaban heroinómanos, porque la muerte hizo tabla rasa en las décadas de los ochenta y noventa, resulta que es lo contrario. La heroína sigue cabalgando, ruidosa y febrilmente, entre nosotros. Por ejemplo, las incautaciones policiales de esa droga, en Baleares, han crecido un 366% en los últimos cuatro años y en Projecte Home (una institución que, si no hace milagros, es porque los milagros no existen) no dejan de recibir y atender a nuevas personas enganchadas a la heroína. A ese caballo peor que del malo.

Es posible que la parejita joven y, tal vez, inocente con la que empezaba estas líneas ya no sea tan joven ni tan inocente. Es posible que haya superado la fase más o menos introspectiva y sicodélica de los años sesenta (los setenta, en España) sin caer en la drogadicción generalizada y banal de las décadas posteriores hasta la actualidad. Es posible que cuando vean un joven delgado y fibroso, con la mirada vidriosa y perdida, se acuerden de aquellos amigos que se les quedaron en las cunetas donde una aguja parece prometerte la felicidad y no hace otra cosa que arrancarte el alma. Desahuciarte de ti mismo.

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