LA TELARAÑA: Los videojuegos

viernes, noviembre 4

Los videojuegos


La Telaraña en El Mundo.

 Cuando yo era niño no existían los videojuegos. En su lugar pude disfrutar, al menos, de los primeros scalextric o de los pinballs de juguete y cristal o plástico, que tenían luces que centelleaban y hasta paletas o flippers y bolas de metal que, a la postre, hacían bastante ruido. Hacer ruido, por supuesto, ha sido siempre sinónimo de diversión, de juerga, quizá incluso de exhibición lúdica: hace ruido la gente cuando se alborota en cualquier lugar y se pone, por ejemplo, a bailar el swing junto a la Cartuja de Valldemosa, donde estuve hace tan sólo unos pocos días y me acabó maravillando el enorme partido que le han sabido sacar al ridículo mes y pico que anduvo, invernal, aterido y seguro que taciturno, por ahí Chopin, según dicen, en su celda número 4 o así. Qué poco me gustan, ay, las muchedumbres.

 Cuando yo era niño no existían los videojuegos. Por eso tuve que disfrutarlos mucho más tarde, cuando mi hijo tenía la edad adecuada y la NES de ocho bits, primero, y la SuperNES de dieciséis bits, después, fueron invadiendo la casa con su estropicio creciente, su magnífico desorden infantil, sus cartuchos de quita y pon y su mezcla taurina de reunión familiar y de competición sin cuartel. En efecto, cuando un padre y un hijo toman, cada uno, su propio mando de juego es cuando comienza, de hecho, la aventura de la vida, su simulación, al menos; y todos los reflejos que ya le empiezan a faltar al padre son los que va puliendo y perfeccionando el hijo. La verdad es que hace lustros que ya no juego a nada contra mi hijo, porque no me divierte que me gane siempre y que, encima, deba complacerme que así sea. Las leyes naturales no están para ser cumplidas: se cumplen solas.

 Cuando yo era niño no existían los videojuegos. Supongo que es por eso que, ahora que ya soy mayorcito, me he comprado una buena tarjeta gráfica y he convertido mi PC en la mejor de las consolas. He investigado las novísimas tendencias del mercado y me he hecho con algunos de los juegos que están más de moda. Tienen títulos como Battlefield, Crysis, Forza Horizon o Counter-Strike y la mayoría forman parte de sagas interminables. He estado practicando un poco y la verdad es que no se me dan nada mal. Normalmente pongo en marcha el juego y, al rato, abro el Word y me quedo mirando el extraño y flamígero resplandor de la página en blanco, mientras por los altavoces del PC braman, como mamelucos ebrios y enloquecidos, los iracundos contendientes de una guerra virtual que acabaré ganando. Estoy seguro, aunque aún no sé cómo.

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