LA TELARAÑA: El búnker de la lengua

martes, septiembre 13

El búnker de la lengua

La Telaraña en El Mundo.

 Tanto mi hijo como mi hijastro, que hay que tener de todo y no privarse de casi nada en esta vida, hablan perfectamente tres lenguas. Español, catalán o mallorquín e inglés. Podría decirse, pues, que el sistema educativo, al menos en su caso, ha funcionado bastante bien y que las leyes educativas han sido lo suficientemente flexibles como para ellos mismos pudieran ir acompasando, cada uno a su manera, las peculiaridades de su entorno familiar y el absurdo caos lingüístico al que, de forma más o menos consciente, han tenido que ir enfrentándose a lo largo de los años en la enseñanza pública o concertada.

 ¿Está bien, entonces, lo que bien acaba? En absoluto. La posible buena suerte de mis hijos no garantiza ni condice la de tantos otros chavales que, por desgracia, no supieron o no pudieron adaptarse a los planes lingüísticos de los colegios, no lograron sobreponerse al panfletario poso ideológico de algunos docentes ni, tampoco, driblar las líneas rojas del pensamiento único y dejar pasar así, sabiamente, el tiempo, cumplir, con mayor o menor holgura, con los deberes y los exámenes, hacer y deshacer los entuertos puntuales de cada día y sobrevivir, en fin, a esa forma de castración personal que acaba siendo una educación genérica, mediocre, acrítica según convenga y, sobre todo, ideológicamente contaminada.

 Me envían desde Change.org, ese muro virtual de las lamentaciones donde cualquiera puede llorar sobre lo que le plazca con la certeza de que va encontrar suficientes plañideros con que consolarse, la petición al Ministerio de Educación de España de que nuestros hijos puedan estudiar en castellano y balear. Este derecho, en principio, viene incluido en la infame Ley de Normalización Lingüística, pero la penúltima pirueta econacionalista del Govern, es decir, el Decreto de Lenguas, ha convertido el claustro de los colegios en el búnker desde el que se puede blindar (y se blinda) el uso exclusivo del catalán. Los centros educativos, además de la aberrante morralla de los planes de estudio que mutan según el gobierno de turno, poseen un denominado “proyecto lingüístico propio” que prevalece sobre cualquier otra norma, incluso de orden superior. Es increíble. O no. Es lo que hay.

 No pienso, faltaría más, quejarme porque se incumpla el único artículo de la Ley de Normalización Lingüística con el que, de hecho, estoy de acuerdo. Pero a otro perro con ese collar. No concibo ninguna solución educativa en Baleares que no pase por derogar esa ley de normalización zoológica y territorial, esa encerrona conceptual, esa grieta subrepticia por la que se nos coló, para quedarse, el nacionalismo, su primitivismo lingüístico, dialéctico y tribal, su reduccionista ir avanzando, parasitariamente, a costa del progreso y el futuro colectivos. Hacia ninguna parte.

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