LA TELARAÑA: Burundanga

viernes, septiembre 23

Burundanga

La Telaraña en El Mundo.

 Parece que nuestras relaciones personales son, en el fondo, complejas relaciones de poder. En algunas llevamos, o creemos llevar, la voz cantante y en otras, en muchísimas otras, cantamos (y desafinamos) según nos dicten los demás, las circunstancias, el extraño guión de las cosas y la vida, la implacable estructura piramidal de una sociedad de la que no podemos escapar, porque la acabamos llevando, siquiera sea en germen, allá donde quiera que vayamos. La llevamos dentro y con su voz, nuestra voz de adentro, repetimos los tenebrosos conjuros del brujo y damos saltos y hasta bailamos desnudos o travestidos alrededor de un fuego que nos seduce igual que nos aterra. ¿Cómo explicarlo? Fascinación, quizá sea la palabra.

 Pero donde hay poder hay sumisión, hay perversión y también agonía. Desde hace tiempo sabemos que cualquiera (aunque aquí el lenguaje miente, porque no todo el mundo, por fortuna, es capaz de llevar a cabo este tipo de atrocidades) puede poner alguna que otra sustancia química en nuestra bebida o comida (o en nuestro aire) y convertirnos, así, en presa fácil de la delincuencia, en víctima desarmada y hasta complaciente, por ignorancia, de los caprichos ajenos. Pueden dormirnos, enloquecernos o abolir por completo nuestra voluntad y también nuestra memoria. Manipularnos, robarnos, violarnos, despojarnos de nuestra identidad y conducirnos, de muy mala manera, hasta las aguas revueltas y terriblemente sombrías de la amnesia, esa simulación técnica y tétrica del olvido. O de la muerte.

 Acaba de suceder en Mallorca, y es un caso pionero en España, con una mujer que ingresó en Son Espases víctima de una intoxicación química por burundanga (en realidad, escopolamina), que es una droga, al parecer, muy conocida en Caracas o en Bogotá, por ejemplo, y cuya ingesta parece anular la voluntad de la víctima. Suele usarse en robos y, sobre todo, violaciones; es decir, en aquello que denigra a un ser humano y lo rebaja a una esclavitud absoluta revivida mediante engaños y consumada a las bravas, a lo animal, a lo bestia.

 Siempre lo supimos. El remedio es también el veneno. La droga es también el fármaco y viceversa. Recuerdo que hace siglos alguien me habló sobre las virtudes alucinógenas del estramonio, que es una planta muy común en nuestro entorno. No recuerdo más detalles, pero el estramonio y la escopolamina vienen a ser lo mismo. Alcaloides más o menos tóxicos. Pasa, sin embargo, que, en aquellos días veloces, en que nos fumábamos lo que no está en los escritos, no buscábamos poder alguno, sino tan sólo disolvernos en nosotros mismos, encontrar un hilo conductor interior al que agarrarnos cuando el guión de la existencia se volvía ininteligible. Y eso sucedía, como en la actualidad, demasiado a menudo.

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