LA TELARAÑA: junio 2016

viernes, junio 24

A gobernar o a la calle


La Telaraña en El Mundo.

 Puede que la vida consista, sencillamente, en vivir, que es algo entre aburrido y asombroso, rutinario y excitante, privado y, por supuesto, privadísimo. Pero puede, también, que la vida sea otra cosa muy distinta, una exhibición continua de filias y fobias, una orgía de desvaríos dialécticos, una lamentable incontinencia verbal, una farsa en la que sólo importa mostrar al mundo cómo vivimos, contarle -vía selfi, por ejemplo- lo que hacemos a cada instante y tuitear por los codos de lo humano y lo divino, hacerle la corte a esa enfermedad del alma que da en no saber vivir, sino en los escaparates manipulados de las redes sociales, las tertulias televisivas, el aberrante espectáculo de la caja de Pandora mostrándonos, catastróficamente abierta, todos los males del mundo, sin que la esperanza sea lo último que nos quede. Ya hace tiempo que la perdimos.
 Nos queda, eso sí, el mundo, que es un lugar complejo donde muere demasiada gente y donde no hay forma de poner orden a nada, porque todo parece ir a su bola o lo que es lo mismo, a nuestra entera, compleja, escalofriante, imagen y semejanza.
 Mientras tanto, y por fortuna, hoy concluye la campaña electoral repetida por la inutilidad de unos y otros. No voy a hacer ninguna propaganda de mi voto, porque aún creo en la privacidad. Eso sí, pienso volver a votar, exactamente, lo mismo que voté el 20-D. Se trata de demostrar que no nos equivocamos nosotros, los votantes, sino ellos, los elegidos para gobernar. O gobiernan, al fin, o a la calle, y para siempre.

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martes, junio 21

Algoritmos


La Telaraña en El Mundo.
 
 Hago un paréntesis en mi (nulo) seguimiento de las elecciones que se avecinan para sorprenderme con las andanzas de un ingeniero ibicenco, Albert Juan. Resulta que este joven viaja continuamente al pasado para conseguir, de hecho, llegarse hasta el futuro y echarle una mano a la Policía de Chicago en la ardua tarea de predecir el futuro aplicándole, al pasado, algún algoritmo lo suficientemente revelador y hasta catártico como para intuir por dónde asomarán la violencia o el crimen, quizá la catástrofe, tal vez la enfermedad o incluso el dolor, venideros.
 No estaría mal frenar a los criminales un instante antes de que cometan sus crímenes. No estaría mal detener el avance de la enfermedad un instante antes de que las primeras células se corrompan. No estaría mal darse cuenta de que no somos sino lo que ya hemos sido y que sólo ese balance último habrá de juzgarnos y dar sentido a nuestras vidas.
 Con todo, puede que las cosas no sean tan fáciles. Puede que el pasado y el futuro no sean sino traviesas recreaciones mentales y que nos guste balancearnos sobre la frágil cuerda del presente, del instante que intentamos saborear mientras se nos escapa una vez y otra. Todo se nos escapa, en efecto, pero aquí seguimos, funambulistas obsesivos sobre el vacío que no vemos, sobre el vacío presentido: bailamos ahora por no caer en su vientre abierto, nos contorsionamos en su honor por no estrellarnos contra la asfixia de su tacto, su alud de carencias, su falta de substancia, su infinita lista de nombres olvidados.
 
 

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viernes, junio 17

Los días y las noches

La Telaraña en El Mundo.

 
 Me gusta, de amanecida, asomarme a los ventanales y observar la calle Olmos semivacía, deshilachada y hasta húmeda. Unos pocos viandantes relucen desperdigados. Algunos huyen del alba y regresan a casa, víctimas de una resaca de siglos. Hay que ver cómo va quemando, noche a noche, la noche. Otros, sin embargo, van camino del cieno de las oficinas y los escaparates de la supervivencia, su lento ir convirtiendo las horas en arrugas en la piel y el alma, en el espíritu, en ese extraño calendario que nos cifra la vida y nos obliga, cada día, a ir más lejos. Mucho más lejos.
 Al rato, la máquina taladradora de la obra de enfrente rompe el encanto y crispa el aire. La sociedad es un amasijo de tuberías a punto de reventar y también una postal silenciosa donde alguien ha dibujado un mar de espuma que se deshace en arena y algas; y las banderas ondean sin que importe si son azules, rojas o si no son. Lo importante es que alguien haya dispuesto las hamacas para que el ejército pueda ponerse al sol, los ojos cerrados y la piel recubierta de aceites o quizá de lágrimas.
 Creo que estaba en Olmos y me llegué, sin poder explicar cómo, hasta un mar que se mece igual en mis sueños que en la extraña vigilia de este instante. Así es como los días y las noches encabalgan su peculiar manera de sucederse, su coexistencia perfecta más allá de cualquier recelo más o menos eterno, insalvable. Así es como también debiéramos entendernos los unos y los otros. Sabiendo que donde no llega uno alcanza, tal vez, el otro y viceversa.
 

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martes, junio 14

Comerciales ambos sexos


La Telaraña en El Mundo.
 

 Desde siempre, los anuncios clasificados por palabras nos han venido seduciendo con sus titulares como lujuriosos escaparates de otra forma posible, o no, de vida. Así, desde que tenemos uso de razón, lo habitual era leer que las empresas buscaban "comerciales ambos sexos". Tal cual, sin anestesia. Con ese estrambote artificial se nos colocaba más allá de la gramática y del orgullo absurdo de los géneros, más allá, en fin, de una guasa antigua y desangelada que nos confirmaba, socarrona, lo difícil y hasta penoso que resulta, normalmente, conseguir un trabajo cualquiera. Acabo de revisar la prensa de hoy y no he sido capaz de encontrar ningún anuncio con esa coletilla magistral. Pero lograr trabajo sigue siendo un milagro.
 Viene lo anterior por los esfuerzos del Govern en perseguir, como mínimo hasta la más severa de las multas, los anuncios laborales que discriminen por razón de sexo o edad, religión o convicciones, opinión política, orientación sexual, afiliación sindical, condición social y, ojo al dato, lengua dentro del Estado.
 Tendrá el Govern, me temo, aunque no haya peor ciego que el que no quiere ver, que revisarse muy a fondo las pelusillas del ombligo de sus propias convocatorias laborales, porque convertir en requisito lo que sólo puede ser considerado como un mérito, tal y como sucede con la lengua catalana, no hace sino convertir a la Administración en la máxima infractora de los delitos que intenta perseguir. La pescadilla, como ven, se muerde la cola y entonces no hay por dónde cogerla.

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viernes, junio 10

Nuestros "okupas"

La Telaraña en El Mundo.

 
 Sé muchas cosas que ignoro, pero muchas más hay que no sé y también ignoro. Me muevo, pues, entre algunas certezas y muchas incertidumbres: en el mejor de los casos, intuiciones; en el peor, ocurrencias. Así las cosas, duele reconocerse entre los bosquejos de una danza que no pretende convocar a ningún dios ni alzar melodía alguna contra el silencio de los cielos, la aridez de las tierras o el parpadeo mecánico (y no sé si hasta zombi) de los iguales y diferentes, los idénticos y opuestos, los translúcidos, los que nos rodean a todas horas y no sé si no nos ven o no quieren vernos. Nosotros les vemos. Huelen.
 Quizá ver el mundo sea sólo una cuestión de voluntad. Interpretarlo, lo es; pero qué decir, en fin, de los que vierten toda su energía en el lodo de las redes sociales, en la ciénaga donde las ideologías se revuelven en sus camisas de fuerza, en sus mortajas de acero, en su voluntad de existir a toda costa. Miren. Ya es algo tarde para según qué experimentos.
 Voy perdiendo las ganas de escribir sobre quien no se lo merece. Nuestros políticos en su vertiente okupa, sobre todo. Aligi Molina debería irse a vivir una temporada en el infierno ocupado de la Plaza Fleming. El medio alcalde de Palma, José Hila, debiera acompañarle al menos hasta que ceda su vara al otro medio alcalde, Antoni Noguera. No sé por qué prohíben, en Magaluf, la porquería del 'Gandía Shore' cuando el espectáculo de nuestros políticos, con Aurora Jhardi convertida en el terror okupa de las terrazas, no es mucho mejor. En absoluto.

 

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martes, junio 7

El reto de Robert Sarver


La Telaraña en El Mundo.


 Por un instante rememoré otras épocas. Los tres ascensos, con sus correspondientes descensos, de los años sesenta, cuando yo todavía era un niño. Los otros tres ascensos, también fugaces, de los años ochenta, cuando yo ya no era ningún niño. El último ascenso, a fínales de los años noventa, y desde entonces, un par de décadas largas y hasta aquí, los años gloriosos de Cúper, Luis Aragonés o Manzano en el banquillo, la clasificación para la Champions, la Copa del Rey, la Supercopa de España, la final de la Copa de la UEFA. El resto parece que sólo es pura crisis económica, concurso continuo de acreedores, catástrofe institucional sin límites.
 Pero el júbilo en las gradas y el césped no se correspondía, esta vez, con ninguna hazaña deportiva. Todo lo contrario. Librarse por los pelos del descenso a Segunda B puede ser la prueba definitiva de que Dios existe y además es muy bueno, pero no es, realmente, como para echar cohetes; o quizá sí. Vivimos en un mundo muy raro.
 De repente, se nos ha abierto el horizonte al arco iris mayúsculo del dinero. No hay mejor arco iris bajo el que desfilar. El nuevo propietario, Robert Sarver, parece tener dinero y también proyecto de futuro, aunque lo que fichó este invierno le saliera más bien rana. También convendría defenestrar al estrafalario alemán que aún nos preside. Me gustaría ir conociendo, sin prisas ni pausas, a los que van a ir sustituyendo a Ezaki, Nadal, Stankovic, Magdaleno, Luque, Guiza, Arango o Eto'o, entre tantos otros. Ese es el reto, míster Sarver.
 
 

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viernes, junio 3

Alcohol, drogas y sexo


La Telaraña en El Mundo.

 Alcohol, drogas y sexo. O Magaluf y la Playa de Palma. No se nos ocurre, francamente, una oferta propagandística más rotunda, un anzuelo publicitario con más y mejor gancho, un paquete vacacional que pueda superar este acelerado descenso a los infiernos abisales del sur y dejarnos, por supuesto, su huella marcada. A fuego líquido, sangre o semen. Los bárbaros del norte, que tanto sedujeron al viejo Cavafis, ya no vienen en son de invasión o guerra, aunque nos sigan invadiendo como antes y la lleven, la guerra, incorporada de serie, como una especie de infalible brújula interior sin más vórtices que los tres de marras.
 Alcohol, drogas y sexo. Me resulta reconfortante saber que, tan sólo a unos pocos kilómetros de donde vivo, late el siniestro paraíso artificial de quienes no parecen resignarse a haber sido expulsados del paraíso. Me parece bien que algunos no se resignen. Me parecen bien que sigan bebiendo y fornicando mientras puedan. Me parece estupendo que vuelen, verticales y ciegos, desde los balcones del vértigo al gélido y duro empedrado de la realidad.
 Alcohol, drogas y sexo. Uno nunca se cansa de repetir las tres palabras mágicas con las que se abren todas las puertas y también todos los escondrijos. Visito los videos antiguos que promocionan, haciéndolos pasar por nuevos, los tabloides británicos y observo que, por desgracia, cualquier tiempo pasado fue mejor. En efecto, hace unos cien años pasé un par de noches en Punta Ballena y en la Bierstrasse y la verdad es que aún no me he recuperado.

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