LA TELARAÑA: Sin refugio

martes, mayo 24

Sin refugio

La Telaraña en El Mundo.

 
 Una chica disfrazada de policía del alma (y del cuerpo) dibujaba líneas imaginarias en la calzada de la calle Olmos. Sobre esas fronteras metafóricas, que había que cruzar como si no existieran las aduanas y los peajes, bailaba dando saltos, adelante y atrás, sobre el filo ensangrentado de las nacionalidades territoriales, las de toda la vida y las recién sobrevenidas, las que impiden el paso ligero de los nómadas y el paso adolorido de los refugiados, las que cercenan las líneas de una libertad que debiera ser de todos y que, quizá, ya no sea de nadie.
 Unas trescientas personas, en resumen, pasaron entre cánticos, pancartas y performances, el sábado pasado, bajo mi casa camino de la Rambla, el Borne y la siempre lejana delegación del Gobierno. Siempre quedan lejos los gobiernos y sus extravagantes delegaciones no dejan de ser lugares vacíos, pero repletos de simbolismos y apreturas, de emisarios que olvidaron de donde vienen y que intentan disimular que nunca lo supieron.
 Se trataba, claro, de apoyar a los refugiados contra la "respuesta mercantil" de los gobiernos europeos. Deseé bajar a la calle y unirme a ellos, pero no lo hice, porque he de confesar que no soy capaz, por desgracia, de acoger a ningún refugiado en mi propia casa, más allá de recogerme a mí mismo y los míos. Más allá de mirar por los ventanales y comprobar, no sin cierta tristeza, que una casa es también una pequeña nación con sus fronteras, sus puertas bajo siete llaves y sus vistas rotas, como puentes tendidos hacia ninguna parte.


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