LA TELARAÑA: Variaciones de lo mismo

viernes, mayo 13

Variaciones de lo mismo


La Telaraña en El Mundo.

 Suena el teléfono y una voz metálica y femenina me pregunta sobre mi grado de satisfacción. El asunto me pilla a contrapié y cuelgo como quien pasa la página de un libro que no entiende, porque las frases se le atragantan y no hay forma de cazarle las ideas, que se le suponen, al libro de la vida. Uno no siempre puede con todo. Hay una gran nebulosa de vida y muerte alrededor, de cariño e ira entremezclados, de ternura e impaciencia desmenuzados y rotos, pero también rehechos, reconstruidos mil veces. Otra más en este instante.
 La satisfacción debe tener grados, en efecto; como un buen vino o licor, el avance de su lengua de fuego, su demora en el paladar y su descenso por la garganta hacia la oscuridad interior y los remolinos de la máquina trituradora, en fin, que somos. Destruimos todo para ver si, del metafórico esfuerzo, nos sale algo nuevo, personal o exótico. Lo malo es que combinando lo que ya hay tan sólo accedemos a una cualquiera de las casi infinitas variaciones de lo mismo. Hay que ver cuánto nos repetimos.
 La voz metálica y femenina sigue preguntando por mi grado de satisfacción y me dejo mecer, ambiguo, en el lecho del silencio. No tengo tiempo, sino para más preguntas. ¿Cómo podemos medir el asombro? ¿Cómo la desesperación o la indiferencia? ¿Cómo la decepción de ir viviendo los años y observar que, a fin de cuentas, nada cambia y todo se repite como si el mundo empezase de nuevo a cada instante y la memoria, la memoria de cada uno, fuera la única perturbación ingobernable? Quizá lo sea.

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