LA TELARAÑA: mayo 2016

martes, mayo 31

Escritores y pregoneros

La Telaraña en El Mundo.

 
 Al principio, cuando creíamos que el mundo recién dejaba de ser un vergel y todo el monte, aún, era de orégano, el solo hecho de que alguien perteneciera a nuestro mismo (e inexistente) gremio de escritores nos convertía en cómplices de algún secreto por desvelar y transmitir, en socios, a fin de cuentas, de esta curiosa tarea de nombrar el mundo contra la densidad de las sombras, la insuficiencia del lenguaje, la etérea conciencia revoloteando sobre la materia y convirtiéndola en un pálpito y un parpadeo, una prueba de fe, una cuestión de pulso.
 Luego pasa el tiempo y el paraíso retrocede en nuestro imaginario y la iniciación se convierte en una inexorable forma de vida, en un perenne camino de Santiago que nos lleva, una y otra vez, hasta los acantilados y arrecifes del fin del mundo, hasta el instante último en que regresamos al instante primero y no sabemos, entonces, si nuestra voz es un estertor o un vagido. Tal vez sea ambas cosas y ninguna.
 Cosas así pensé, el sábado pasado, cuando Najat El Hachmi pronunció el pregón de la XXXIV edición de la Feria del Libro. Quise volver atrás en el tiempo y escucharla sin prejuicios, pero no pude. Quise avanzar hasta una hipotética vida futura, inoculada de corrección política y pensamiento único, pero tampoco pude. ¿Cómo entender que el gremio de libreros o el gobierno de turno nos traigan a esta exótica e ilustre desconocida y nos la presenten como una de los nuestros? Quizá lo sea y sea yo, definitivamente, el extranjero fuera de lugar y de tiempo. Seguro.

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viernes, mayo 27

De llantos y libros


La Telaraña en El Mundo.

  Puede decirse que he vivido siempre entre libros, que he abrazado sus páginas de piel e hilo, que me he dejado cortar las yemas de los dedos, y hasta la identidad entera, en su filo de hierro, de fuego, de oro, de nada y que he escrito en sus márgenes como si la vida me fuera en ello; quizá me fuera. La vida nos va en lo que hacemos, porque eso es lo que somos: estas frases rotas, estos fragmentos donde el sentido pugna por prevalecer y no siempre lo logra.
 Escribía estas líneas y esta columna, que ya es otra, cuando llamaron a la puerta y fui y abrí. Una pareja de policías buscaba, finca a finca y piso a piso, el origen del llanto de un niño y una mujer. Los hice pasar a la galería del patio de luces y ahí estuvieron indagando con los vecinos de las fincas colindantes. Algo debieron concluir, porque salieron raudos tras darme las gracias. Les deseé suerte, porque me habían sacado de la rutina y me habían trasladado a la persecución de un llanto y una violencia que no debieran ser de este mundo, pero lo son. Vaya que sí.
 Pero vuelvo a mis libros y a mis galerías y terrazas. El Borne ocupado por las casetas de los libreros me trae buenos recuerdos de anteriores ferias del libro en las que participé, porque tenía algún libro que presentar. No es el caso, este año; pero casi que lo único que añoro son esas terrazas, donde nunca me senté, con las que Cort juega a imponer sus fobias sin lograr otra cosa que dibujar un paisaje enrarecido, un collage patológico del que no va a salir nada bueno. Por desgracia.
 

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martes, mayo 24

Sin refugio

La Telaraña en El Mundo.

 
 Una chica disfrazada de policía del alma (y del cuerpo) dibujaba líneas imaginarias en la calzada de la calle Olmos. Sobre esas fronteras metafóricas, que había que cruzar como si no existieran las aduanas y los peajes, bailaba dando saltos, adelante y atrás, sobre el filo ensangrentado de las nacionalidades territoriales, las de toda la vida y las recién sobrevenidas, las que impiden el paso ligero de los nómadas y el paso adolorido de los refugiados, las que cercenan las líneas de una libertad que debiera ser de todos y que, quizá, ya no sea de nadie.
 Unas trescientas personas, en resumen, pasaron entre cánticos, pancartas y performances, el sábado pasado, bajo mi casa camino de la Rambla, el Borne y la siempre lejana delegación del Gobierno. Siempre quedan lejos los gobiernos y sus extravagantes delegaciones no dejan de ser lugares vacíos, pero repletos de simbolismos y apreturas, de emisarios que olvidaron de donde vienen y que intentan disimular que nunca lo supieron.
 Se trataba, claro, de apoyar a los refugiados contra la "respuesta mercantil" de los gobiernos europeos. Deseé bajar a la calle y unirme a ellos, pero no lo hice, porque he de confesar que no soy capaz, por desgracia, de acoger a ningún refugiado en mi propia casa, más allá de recogerme a mí mismo y los míos. Más allá de mirar por los ventanales y comprobar, no sin cierta tristeza, que una casa es también una pequeña nación con sus fronteras, sus puertas bajo siete llaves y sus vistas rotas, como puentes tendidos hacia ninguna parte.


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viernes, mayo 20

El libro de la vida


La Telaraña en El Mundo.

  ¿Cuándo se deja de ser lo que se ha sido? La pregunta me asola mientras veo a Arnaldo Otegi (al que no sé si cabe calificar o no de terrorista) pasear sonriente y complacido de sí mismo por los pasillos del Parlament catalán como si fuera una personalidad destacada o un ejemplo a seguir; tal vez lo es y por ello, la gente, los cuatro gatos, la morralla de la CUP lo ha invitado a dar vueltas y hasta conferencias cara a la galería infinita de los horrores para poner en tela de juicio algunos valores comunes y corrientes y, de paso, dejar aturdidas y tiritando a las víctimas del terrorismo de ETA. ¿Cuándo se deja de ser víctima del terrorismo? ¿Caducan los crímenes y los recuerdos? ¿Podemos aquí aplicar la memoria histórica? No sabría responder a estas preguntas.
 O sí, sabría, pero para qué. Hace rato que nuestros principios éticos yacen arrinconados donde ni recordamos. Hace rato que los sustituimos por un pensamiento repleto de atajos y trampas lógicas, un entramado virtual donde nada es lo que es, sino lo que queremos que sea.
 Aun así, hay veces que sólo cerrando los ojos podemos atravesar las cortinas del horror o la sangre. Que sólo anulando los sentidos avanzamos entre el hedor y la descomposición. La superficialidad, la estupidez, la sinrazón. Hay veces que sólo cerrando los puños podemos aporrear el teclado contra el espectáculo de las horas aferrados a las páginas insomnes y en llamas del libro de la vida. Ese que intentamos escribir sin que nos destruya antes de tiempo. Un oxímoron, por supuesto.

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martes, mayo 17

15M y otras ruinas

La Telaraña en El Mundo.

 La realidad o las palabras, me digo, pensando que yazco, esta noche como tantas otras, en la postura fetal de costumbre. La realidad o las palabras, me repito, pensando que vivimos en una habitación con magníficas vistas de sí misma y que nos revolcamos por entre los círculos viciosos del polvo, el lodo, el sol y la sombra, la urdimbre de los espejos, la paradoja infinita de nombrar el mundo y crearlo en el mismo instante en que el trueno de la voz arrasa con todo: con el mundo y con nosotros. No tenemos ni siete días y el séptimo sólo nos sirve para saborear nuestro hermoso, inevitable, fracaso. Durante esas últimas horas veremos transcurrir toda nuestra vida.
 En estas, el sábado, pasé por la Plaza Mayor y unos corazones enormes, con las cuatro barras de la bandera catalana, me pusieron sobre aviso. No me topé con el presidente de la OCB, Jaume Mateu, ni con Iñigo Errejón, los "Castellers de Mallorca" o los "Al·lots de Llevant". Sus castillos de naipes me interesan tanto como si se arrancaran por peteneras o seguiriyas. Quizá menos.
 El domingo, para completar la fiesta, me encontré en la Plaza España (o Plaza Islandia, según se mire) con las ruinas del 15M. Cinco años después, a las ruinas de nuestra democracia le han salido las hidras del populismo y las purulencias del nacionalismo. En el suelo refulgía un corazón enorme con las cuatro barras de la bandera catalana y observé que lo firmaban, abajo, la OCB, el Govern y el Consell. Estos son quienes mandan. Quienes nos vigilan. La trinidad en persona.

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viernes, mayo 13

Variaciones de lo mismo


La Telaraña en El Mundo.

 Suena el teléfono y una voz metálica y femenina me pregunta sobre mi grado de satisfacción. El asunto me pilla a contrapié y cuelgo como quien pasa la página de un libro que no entiende, porque las frases se le atragantan y no hay forma de cazarle las ideas, que se le suponen, al libro de la vida. Uno no siempre puede con todo. Hay una gran nebulosa de vida y muerte alrededor, de cariño e ira entremezclados, de ternura e impaciencia desmenuzados y rotos, pero también rehechos, reconstruidos mil veces. Otra más en este instante.
 La satisfacción debe tener grados, en efecto; como un buen vino o licor, el avance de su lengua de fuego, su demora en el paladar y su descenso por la garganta hacia la oscuridad interior y los remolinos de la máquina trituradora, en fin, que somos. Destruimos todo para ver si, del metafórico esfuerzo, nos sale algo nuevo, personal o exótico. Lo malo es que combinando lo que ya hay tan sólo accedemos a una cualquiera de las casi infinitas variaciones de lo mismo. Hay que ver cuánto nos repetimos.
 La voz metálica y femenina sigue preguntando por mi grado de satisfacción y me dejo mecer, ambiguo, en el lecho del silencio. No tengo tiempo, sino para más preguntas. ¿Cómo podemos medir el asombro? ¿Cómo la desesperación o la indiferencia? ¿Cómo la decepción de ir viviendo los años y observar que, a fin de cuentas, nada cambia y todo se repite como si el mundo empezase de nuevo a cada instante y la memoria, la memoria de cada uno, fuera la única perturbación ingobernable? Quizá lo sea.

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martes, mayo 10

Confluencias

La Telaraña en El Mundo.

 
 Los que, tras los resultados del 20D y hasta la fecha, no lograron ponerse de acuerdo con vistas a la investidura de algún que otro presidente para esta complicadísima nación de naciones (o de provincias, en fin, que tanta solemnidad sólo demuestra lo mucho que nos gusta la palabrería) en la que todavía vivimos, están intentando, al parecer, crear confluencias de intereses electorales para aprovechar la casi insuperable tendencia al bipartidismo de la Ley D'Hont.
 A mí no me sorprende que se alíen los unos con los otros y los de más allá (y contra los de siempre, por supuesto) porque rascarle votos y escaños a los demás no deja de ser la misión primera de cualquier político que se precie. O que se desprecie, porque no resulta fácil justificar, a efectos, sobre todo, dialécticos, que la vieja izquierda, el añejo populismo, los rancios nacionalismos y hasta los surrealistas o posmodernos grupos antisistema parezcan tener tanto en común, pero igual lo tienen. O allá ellos.
 Se invierten, pues, algunas tendencias. Lo que no se logró hacer tras las últimas elecciones se intenta hacer, ahora, antes de las próximas. El problema es que, de momento, el planteamiento coyuntural de algunas de las conversaciones, por ejemplo, las de Podemos con MÉS y ERC o las del PSIB con todo lo que se mueve en Ibiza y Menorca, no garantiza unas confluencias sólidas y estables. Aun así, tampoco lo tiene mejor el PP con su elocuente sofisma de que gobierne el partido más votado. La soledad, en política, es la peor de las compañías.

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viernes, mayo 6

La curva de la felicidad


La Telaraña en El Mundo.
 
 Con un buen régimen alimenticio a base de carne y pescado (es decir, proteínas), mucha fruta y trampó mallorquín logré ponerme, hace ya unos años, en bastante buena forma; al menos, según las analíticas, la báscula y el índice de masa corporal, que ya se sabe que la salud no es sólo un montón de números y que las estadísticas acaban sirviendo de muy poco cuando se trata de que la máquina esté bien engrasada y no chirríe demasiado ni se rompa cuando menos te lo esperas. Pero ese es otro tema; siempre se rompe cuando menos te lo esperas.
 Luego, como es normal y deseable, llega el gran día en que, aunque no te lo creas, ya has cumplido con todos tus objetivos y el médico te levanta la veda de las humeantes fondues de queso, los espaguetis y canalones, la paella y los arroces caldosos, el infierno dorado de la sobrasada o los embutidos y, sobre todo, el famélico paraíso del pan, ese maná bíblico y familiar, eterno.
 Pero ya no puedes volver por dónde solías. Definitivamente, le has cogido manía a los hidratos de carbono y presientes, asimismo, que la báscula te vigila a todas horas. Tú mismo te vigilas, mientras te dejas llevar por la corriente y acabas probando todos los panes del universo. Resulta que están de moda y han proliferado multitud de comercios y mercadillos ecológicos. O así. Panes de centeno y semillas, de espelta, avena, maíz o soja. Pan moreno y hasta litúrgicos llonguets. Es cierto, está muy difícil mantener la línea y no acabar acogiéndose a la gloriosa curva de la felicidad. Bueno, ¿y qué?
 

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martes, mayo 3

Primero de mayo

La Telaraña en El Mundo.
 
 Recuerdo el uno de mayo de 1975 en Valencia. La plaza del Caudillo tomada por los furgones policiales, la caballería piafando en los parterres y todos, en fin, corriendo calle Paz arriba y abajo, como quien busca salir de un laberinto y acaba arrestado en un portal sin más arma que el DNI y el arrugado carné de mal estudiante. No se me han borrado las amenazas ni los rostros airados, grises; y sin embargo nadie llegó a tocarme y salí por mis pies, la cabeza gacha y el ánimo roto, en busca de un autobús con que volver a casa. Regresé en taxi. Quizá las cosas no son como fueron, sino como las recuerdo.
 El domingo me asomé a los ventanales y observé el paso de unas decenas de personas, con pancartas y banderas enrolladas y niños saltando o de la mano, bajando por Olmos hacia el centro de una tormenta que no fue, porque ya no es tiempo de tormentas; casi no quedan ideas por las que luchar y la izquierda actual es sólo el pretexto de un "reality show" bolivariano.
 Entre otros, tres insignes consejeros del Govern, como Biel Barceló, Iago Negueruela y Fina Santiago, el alcalde José Hila y el sonriente líder de Podemos, Alberto Jarabo, lograron, con la subvencionada complicidad sindical, que la manifestación del Trabajo fuera como unos tiernos juegos florales; una reunión de unos cientos de personas balanceándose entre el sol y la lluvia (y la ciudad dormida) por el filo cálido de la línea tibia del poder protestándose a sí mismo, como si gobernasen otros. Aunque quizá sea así y gobiernen otros. Siempre otros.
 
 

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