LA TELARAÑA: marzo 2016

martes, marzo 29

Calles de cera

La Telaraña en El Mundo.

 
 Subo y bajo, perplejo, la cuesta de la calle Olmos como si fuera un nazareno en un resbaladizo mar de cera. En efecto, a algún iluminado de Cort se le olvidó ordenar que se esparciera arena sobre la calzada, tal y como se venía haciendo desde siempre, con vistas a los pasos en carroza o en andas de la procesión del Jueves Santo, su gentío expectante, su pasión más o menos religiosa y su goteo de lágrimas de cera líquida. A ver, ahora, cuanto tiempo luce así de guarra esa vía estrecha por entre los cinco olmos que unen la parte alta de la ciudad y la baja. O viceversa.

 Con todo, la Pascua acabó ayer para dejarnos a las puertas de una temporada turística que se augura, tal vez, inmejorable. Pero no sé yo. Asoma, y amenaza con ensombrecer el panorama general, el compulsivo furor recaudador de un Govern que no deja de observar a la ciudadanía como si fuera nuestra la culpa de que las arcas estén vacías. No obstante, para no hacer nada no se necesita gran cosa. Ni siquiera una ecotasa, fantasmal y flamígera, errabunda.

 Tampoco es de recibo que quieran convertirnos en parte activa y, sobre todo, delatora del fraude ajeno (siempre ajeno, claro) de esa Hacienda Pública que ya éramos todos, según rezaba la publicidad o sugiere el devenir retorcidísimo de las leyes y las espectaculares contorsiones morales de los fiscales o abogados del caso Nóos, por ejemplo. ¿Cómo decirle a Maria Antònia Truyols, la directora de la Agencia Tributaria Balear, que no queremos ser cómplices de su usura intervencionista? Pues eso.

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viernes, marzo 25

Sin Dios ni Alá


La Telaraña en El Mundo.

 Miro alrededor y todo parece normal. Enciendo la televisión o me conecto a las redes sociales y atruenan todas las alarmas del universo. Hoy soy Bruselas, como ayer fui París, Londres, Madrid o Nueva York. Soy muchos sitios; incluso algunos que ya no existen. Soy Ávalon, Vetusta, Malacia o Pandemónium. Soy Babel en llamas y todas las urbes arrasadas de este mundo sin ser, de hecho, ninguna de ellas; soy una metáfora tras otra, una convicción o una renuncia, una complicidad o un desacuerdo, un gran interrogante que igual podría confundirse con un sincero gesto de empatía que con un duro rictus de fastidio, molestia, desidia.
 Los tertulianos convienen en que es imposible evitar que un terrorista se enfunde un chaleco repleto de explosivos y se inmole. A mí lo que me parece mucho más imposible es que pueda existir alguien capaz de hacer eso y morir matando, indiscriminadamente, a la gente anónima que sólo intenta coger el avión o el metro, quizá, de sus sueños y se topa con el callejón sin salida de la muerte.
 Morir matando, sin embargo, no es nada del otro mundo. Todos los soldados de todos los ejércitos sobre la tierra lo llevan haciendo desde el principio de todas las guerras y los tiempos. Pasa, no obstante, que uno quisiera saber por qué extraña perversión ética ya no hay forma de distinguir el frente de la retaguardia ni los civiles de los combatientes. Pero lo peor es que cada vez resulta más difícil encontrarle algún rastro mínimamente humano a esta legión de terroristas sin perdón ni Dios. Ni Alá.


 

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martes, marzo 22

Plenitud y vacío

La Telaraña en El Mundo.

 Días atrás me topé en la Lonja con la mejor exposición que nunca había visto ahí. Se trataba del edificio absolutamente vacío y exento de todo, salvo de sí mismo, su soledad aérea de piedra, su revuelo de arcos góticos trenzando las ubres del cielo igual que proyectando una lluvia de sombras sin más objetivo que la plenitud de la humanidad reconciliándose, tal vez, consigo misma. Es bueno que los hombres y las mujeres se desnuden y, si es posible, hasta que se entrelacen, aunque sólo sea por alejarse de las luces artificiales del arte, el relente de la cultura, la exhibicionista obscenidad de las ideologías. No de algunas, de todas.

 Observo, taciturno, la agenda de los días y recuerdo que ya es primavera y que sigo añorando un invierno que no ha sido; y pienso que el cambio climático quizá sea eso y también la simbólica hora en que el planeta debiera apagar todas sus luces y sólo apaga la de sus principales monumentos. Las últimas pruebas de su infinita arrogancia, pero también de su limitada inteligencia.

 A oscuras (y desde luego que a tientas) seguimos viéndonos igual que bajo la luz blanca de un interrogatorio suicida. En efecto. No es nada fácil descubrir quiénes somos ni, mucho menos, llegar a serlo. Confluyen el tiempo y el espacio; y de esa mezcla, tan afortunada como frágil, venimos a nacer como si fuéramos el inacabado proyecto de algún dios enloquecido, quizá, por tanta carga pasada y futura como nos obliga a soportar este escurridizo instante de ahora. Este que acaba de pasar y ya no existe.

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viernes, marzo 18

Correos electrónicos

La Telaraña en El Mundo.

 Desde finales del siglo pasado me ha dado tiempo suficiente para ir creándome bastantes direcciones de correo electrónico. Algunas, por supuesto, han sucumbido al olvido o a la muerte del servidor que las mantenía, pero muchas otras, muchísimas, según compruebo echándole un vistazo a mi colección de bandejas de entrada en Outlook o Windows Live Mail, han sobrevivido y aún siguen recibiendo las noticias a las que un día me debí de suscribir, la propaganda de unos y otros, el spam de todos y hasta los virus que, mejor o peor encriptados, buscan alguna víctima propiciatoria. Vade retro.

 El caso es que, junto a la más feroz de las ofertas eróticas, me llegan, puntuales, los avisos políticos de casi todos los partidos del universo. Así, por ejemplo, alguna entidad catalanista me envía sus proclamas por la lengua esa suya con la misma naturalidad que el republicano Ted Cruz me dice que necesita recaudar 2,5 millones de dólares en los próximos días para vencer a Donald Trump. No parece mucho, pero no sé si la inversión me merece la pena.

 Otro que también me envía sus sermones es Pablo Iglesias. O alguno de los comisarios de sus círculos ampliados, descarriados o en fuga. Hace unos días me llegó su epístola titulada «Defender la Belleza». Sé que debería leerla por completo, pero no puedo; al tercer párrafo ya estoy de fango hasta los codos y al sexto, la asfixia gramatical me acaba venciendo. No hay forma de atravesar las áridas cañadas de la estupidez sin formar parte de ella. Y a eso sí que no estoy dispuesto.

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martes, marzo 15

El capote rojo

La Telaraña en El Mundo.

 Vivimos en el peor escenario para preservar ese frágil estado de las cosas que, desde siempre, hemos conocido como intimidad y que ahora llaman privacidad. O derecho a la privacidad, para ser más exactos. Parece que el lenguaje evoluciona como si nos persiguiera, cuesta abajo o entre los reglones torcidos de WhatsApp, hacia el fondo del abismo; y basta con pegarle una patada a una piedra, ay, para que se genere algún derecho urgente (incluso a decidir) que alguien reclamará como si le fuera la vida en ello. Quizá le vaya.

 Con todo, me parece bien que la gente reclame lo que desee. Así, varios miles de personas han inundado el centro de Valencia en pro de la tauromaquia y el toro, la sangre y el sudor compartidos sobre la arena al sol y a la sombra. Fui una vez al coso valenciano y, aunque tuve la suerte de toparme con más vaquillas que toros bravos, prometí no volver. No he vuelto, pero nunca me atrevería a prohibir que otros vayan. El mundo me resultaría un lugar terriblemente aburrido si pudiera organizarlo, por entero, a mi gusto.

 En efecto. Los que codician un mundo perfecto son víctimas de alguna perversión ideológica. Hay muchas. Observo el vestido rabiosamente rojo y minifaldero de la nueva secretaria general del PSM, Bel Busquets, y casi que caigo en la tentación de dejarme llevar por el chiste fácil o el chismorreo soez. Dios me libre. Un histórico partido de curas obreros y maestros rurales es ahora una caverna de filólogos de catalán y docentes de la «marea verde». Es cierto, todo evoluciona.



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viernes, marzo 11

Los muertos ilustres

La Telaraña en El Mundo.

 Llueve y hace frío. Es algo excepcional y así lo reseño, porque las ideas se me acumulan buscando en la realidad cercana, que es la que mejor conozco, alguna situación ajena que pueda sentir como propia o, al menos, como común; algún lugar donde guarecerme de la intemperie, de la extrañeza ante lo que no acabo de comprender y me asombra, abruma o aturde, me deja frío, muy frío y tiritando en estos días de marzo en que hace más frío del habitual. Hace frío y llueve.

 No entiendo, por ejemplo, más allá de la gravedad de los símbolos y de la precariedad física de la conciencia, que Cort se sume a una remota querella sobre los crímenes cometidos durante la Guerra Civil y la dictadura franquista en Mallorca que se oficia en el Juzgado Nacional de lo Criminal y Correccional Federal número 1 de Buenos Aires. Me da que ese viaje a Argentina es inútil y absurdo, pero igual yerro; y el motivo es que envejezco y no tengo muertos ilustres ni propios o preferidos en ninguna parte y todos los muertos me parecen el mismo muerto en un paisaje que se abre a la luz del alba igual que pestañea a la hora violeta o negra del crepúsculo.

 Con todo, la verdad es que ya no juzgo ni condeno a nadie. Me basta con mi curiosidad perpleja de a cada rato. Vuelvo a leer las urgentes amenazas de Cort al monolito de Sa Feixina y quedo absorto y en silencio. Realmente nunca viví nada muy especial en ese parque. Realmente no voy a irme a velar ningún monolito que no sea el de 2001 Una Odisea del Espacio. No sé, pues, de qué coño me quejo.


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martes, marzo 8

El desastre educativo

La Telaraña en El Mundo.

 
 Ignoro si saben lo que hacen. Puede que sí, pero también que no. Hablo de Armengol y del recién firmado documento de «Illes per un Pacte»; a la sazón, un proyecto de ingeniería social que no hace sino degradar el sistema educativo hasta convertirlo en el triunfo de la propaganda normativa, la exaltación de un ubicuo campo, si no de exterminio, sí de normalización y concentración, en el que los docentes tendrán, por cobayas, a nuestros hijos en esas fábricas trituradoras de la ciudadanía, que dan en practicar la burda parodia de la dialéctica -denunciada en su día por Schopenhauer o Marcuse, vaya- que es el pensamiento unidimensional. O único.
 Ya no se trata, que también, del desprecio que infligen al castellano en aras del blindaje vehicular e identitario del catalán, sino de que manipulan la realidad hasta trocarla un lugar siniestro donde los comisarios políticos campan a sus anchas y hay toque de queda, a todas horas, para la inteligencia, sus metáforas y su vértigo.
 Con todo, si algo puede empeorar, empeorará. Así, al documento firmado le falta aún el visto bueno de los sindicatos STEI-i y CCOO, la plataforma Crida y Podemos. Es de esperar que, con los añadidos de los catalanistas y los caprichos efervescentes de los populistas de Laura Camargo -tan ocurrentes como Donald Trump y sus ridículos muros contra la barbarie- el nuevo pacto educativo, en vez de sacarnos del fracaso escolar generalizado, nos hunda del todo en la sociedad ágrafa y hasta funcionalmente analfabeta que ya somos. Un desastre.
 

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viernes, marzo 4

La gran huelga

 
La Telaraña en El Mundo.
 
 Repaso la actualidad sin conseguir obviar la dolorosa sensación de náusea que me producen algunas noticias. Por ejemplo, el inaceptable menosprecio de un menor de edad, en Twitter, a cargo de su antiguo profesor de piano, más conocido por sus partituras soberanistas que por sus clases magistrales. Toda esa infamia duele en lo más hondo, porque cuanto sucede en Twitter es tan sólo una mínima parte de lo que, de hecho, sucede en la vida real, en el trasfondo de las relaciones humanas, en la mazmorra virtual donde algunas ideologías sujetan la brida de las víctimas y arman el látigo de los verdugos. Habría que hacer algo para acabar con tanta afrenta.
 Merodeo, asimismo, los discursos y los ademanes de sus señorías en el Congreso de los Diputados y mi estado general, por desgracia, no mejora. En absoluto. Yo era de los que pensaba que Rajoy no hizo bien renunciando al mandato real de formar gobierno. Yo era de los que pensaba que Sánchez dio un golpe de efecto ejemplar al asumir esa tarea. Tras dos días de electoralismo desbocado y una anunciada votación, me da que estaba equivocado.
 La verdad es que ya no sé si merecemos nuevo gobierno o nuevas elecciones. Me recordó mi cardiólogo, hace tan sólo unos días, una gran huelga de médicos en Bélgica durante los años sesenta. Al margen de otras consideraciones históricas, la interpretación más gamberra sobre esta huelga es la que afirma que, mientras duró, disminuyó la tasa de mortalidad de la población. Así que ya saben. Igual nos va mejor sin ningún gobierno.



 

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martes, marzo 1

La identidad balear

La Telaraña en El Mundo.

 El pasado domingo me fui de paseo por el Born y el Marítimo hasta llegar al asediado monolito de Sa Feixina. Por allí, el gentío iba de casa regional en casa regional y España entera parecía danzar, famélica y bastante acalorada, a su alrededor. No sé cómo harán nuestros bárbaros iletrados de Cort para conseguir volarlo, al monolito, sin que les caiga alguna acusación de nocturnidad o alevosía. Habrá, pues, que estar atentos.

 Con todo, me resultó muy agradable y hasta aleccionador celebrar por anticipado el Día de las Baleares, que es hoy, es decir, ahora, mientras leen estas líneas, en pleno Día de Andalucía, que era el domingo del que les hablo, sin más objetivo que abrirme paso entre la gente, comprar un pan gallego de centeno, degustar los quesos de algunos lugares de la Mancha, catar varios chorizos extremeños o leoneses y hasta regarme el gaznate con un poco de cerveza local, de Galilea, creo. Ahí es nada. O el todo en uno, insuperable, de la globalidad bien entendida.

 No les negaré, no obstante, que soy muy poco dado a las aglomeraciones y botellones, aunque sean en mercadillos llamados medievales. Vivimos entre eufemismos. Por eso, al llegar a casa, abrí las bolsas que llevaba y enarbolé, triunfal y hasta sarcástico, el bolígrafo que le saqué a la Dirección General de Política Lingüística y la gloriosa chapa sonrosada contra la violencia machista, regalo, supongo, del Institut de la Dona, para comprobar si la identidad balear tiene, realmente, algún sentido. La verdad es que no sé si lo tiene.

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