LA TELARAÑA: Umberto Eco

martes, febrero 23

Umberto Eco

La Telaraña en El Mundo.

 De repente, muere Umberto Eco y la terrible sospecha de que vamos perdiendo referentes empieza a tomar cuerpo y a convertirse en una inexorable certeza. Seguimos, no obstante, mirando el mundo como siempre, pero cada vez hay más sombras cayendo verticales y plúmbeas sobre nosotros; cada vez el claroscuro claustral en que elegimos vivir va perdiendo solidez, mientras se nos confunden las líneas, que creímos intocables, de la verdad y la mentira, y aprendemos que todo cumple su función en la vida y que vivir no es otra cosa que agotar todas las opciones y posibilidades que se nos presenten, al margen del éxito o fracaso final.

 Rebusco entre los libros y el desorden de mi biblioteca, sin suerte. No encuentro mi ejemplar de «Obra abierta» que fue, sin duda alguna, el ensayo de Eco que más impacto tuvo en mi vida, en aquellos años setenta repletos de búsqueda y revelaciones, de inocencia, curiosidad y lujuria. Tampoco encuentro «El péndulo de Foucault», la novela con la que cerré los superficiales años ochenta y empecé a pensar, quizá, en lo que no sería capaz de escribir hasta muchos años después, tal vez demasiados.

 Sin embargo, sí que encuentro un ejemplar bastante envejecido y sucio de «Baudolino», el último libro del filósofo piamontés que compré, allá a principios de siglo, y que, por cierto, no terminé de leer. Es muy posible que ya no lo lea nunca por completo, porque hay un tiempo para la lectura y otro para la escritura y no siempre coinciden, sino que se alternan. Descanse sin olvido, Umberto Eco.

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