LA TELARAÑA: La recepción real

viernes, agosto 7

La recepción real


La Telaraña en El Mundo.
 
 Andaba ayer, anteayer o hace sólo un rato, como suelo andar casi siempre, es decir, absorto y como ausente, dándole vueltas a las cosas, aunque sin acabar de voltearlas. Las cosas son y no son lo que parecen y hasta lo que imaginamos, lo que les echamos en falta y les otorgamos, porque llevamos hambre atrasada y las cosas lo saben, se aprovechan y nos torean, nos llevan a su infierno personal, ese lugar donde los nombres no acaban de cuajar, porque todo es volátil, circunstancial y efímero. Allí se mezclan el sudor y la brillantina, las sonrisas del deseo y las miradas oblicuas; ese peculiar ser mallorquín sin saber muy bien si ese talante existe. Puede que no exista.
 Mientras tanto, repaso el álbum de las fotos de la recepción real en La Almudaina y convengo en que ser de provincias impone cierto estilo y no menos distanciamiento, cierta elegancia natural y escepticismo, cierto toque de indiscutible clase que si no quita el aliento sí que nos reconcilia, al menos, con nosotros mismos equilibrando nuestra ancestral atracción por la barbarie con nuestra añeja educación turística.
 No obstante, nos quedan fuera de rango un pequeño grupito que prefirieron posar en otra parte, en la parte oscura y salvaje o fúnebre de la separación y el abandono, ese no lugar donde el nacionalismo y el populismo (Més y Podemos) se entremezclan hasta prender fuego a la cortesía y la cordura. Deberían aprender de Miquel Ensenyat, Maite Salord y Xelo Huertas que supieron, al menos, estar a la altura de sus devaluados cargos.

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