LA TELARAÑA: agosto 2015

viernes, agosto 28

Nacionalidades


La Telaraña en El Mundo.
 
 Que Germà Gordó nos quiera regalar la nacionalidad catalana me parece de lo más normal, lógico y hasta consecuente del mundo. Es obvio que cada uno da lo que tiene o lo que cree que tiene o lo que cree, en fin, que va a tener y no cabe otra opción, entonces, que incluir en esas enormes expectativas futuras a los amables vecinos de las islas adyacentes, a esos simpáticos payeses (y no payeses) que hablan casi como nosotros, como ellos, aunque con acento rarito. Ya se les pasará. Se nos pasará.
 Debe ser por eso que el gobierno de Barceló, Armengol y la sombra de Jarabo, al revés que sus homólogos de Valencia o Aragón, apenas sí ha protestado por esta invasión de la privacidad que da en convertirnos en catalanes por la gracia de algún dios que aún no nos ha sido presentado. Paciencia. Todo a su tiempo.
 Lo ha explicado muy bien la portavoz de MÉS, Margalida Capellà, al observar que "una Cataluña independiente será soberana para conceder la nacionalidad a quien quiera, ¡sólo faltaría!". No me molesta que me regalen nacionalidades y sólo lamento que no me ofrezcan alguna más exótica y hasta más independiente, si pudiera ser. Se me ocurren varias. La norteamericana, por ejemplo. O la rusa, qué diablos. ¿La japonesa, la alemana? ¿Y por qué no las nórdicas que, amén de refrescantes, parecen tan livianas? Mientras tanto, hoy duermo en el lecho glacial de los bárbaros igual que doy vueltas entre las llamas bíblicas del ruedo hispano. Me da que ser español también tiene su aquel. Sobre todo a la hora de la siesta.
 

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martes, agosto 25

Fin de semana


La Telaraña en El Mundo.
 
 De repente, llega el fin de semana y un alud de acontecimientos acaba convirtiendo las horas en una imaginaria vigilia. En la familia, alguien había asistido la noche del viernes al concierto de David Guetta en Magaluf y no paraba de preguntarme, con gesto absorto y cariacontecido, sobre los efectos del alcohol y las pastillas entre la gente joven (y no tan joven) que asistió al evento. Algo habrá que tomarse para digerir este tipo de música, pensé en silencio y sólo para mí y casi que mirando a ninguna parte.
 Luego fue el Real Mallorca, cuando ya alboreaban las luces de neón de la noche sabatina, el que vino a sepultar mi curiosidad de este año por ver si el equipo del centenario era capaz de empezar con buen pie el largo y tortuoso camino hacia una primera división que nunca se debió de perder. Pues qué va. Me da que, ni aunque me hubiera dado al alcohol y a las pastillas, hubiera podido disfrutar del espantoso espectáculo de un equipo sin calidad ni espíritu. Algo tan desaliñado y desastroso que no dejaba de evocarme el estrafalario aspecto de Claassen, su presidente.
 El domingo dejé para mis restos el aburrido desfile de la Formula 1, el enésimo renacimiento de Federer (pensando, sobre todo, en Nadal) y los partidos de la Liga. Acabé exhausto y sudoroso. Podría decirse que roto en mil pedazos, pero a salvo de cualquier contingencia. Es lo que tiene tomarse las cosas sabiendo que el guión continuo de las televisiones es sólo un mal pretexto para no quedarse a solas consigo mismo. O con los demás.

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viernes, agosto 21

La lengua única


La Telaraña en El Mundo.
 
 Repaso la página web del Ayuntamiento de Palma como quien intenta perderse por las callejuelas del casco antiguo sin conseguirlo. Tarde o temprano, aparecen las murallas y las torres o atalayas de los vigías, el mar o el mar enlatado con su geiser de broma, la Catedral o el grito silencioso de sus gárgolas para acabar revelándonos alguna de las salidas, para confirmarnos, en fin, las limitaciones físicas de un laberinto que ya no sé si existe por sí mismo o sólo para seguir recogiendo mis pasos y ser fiel a bastantes de mis recuerdos. Quizá los mejores.
 Recaigo en el área de Cultura, como quien busca un oasis sólo por confirmar el desierto de la inteligencia, y me encuentro con que ahora es de Cultura, Patrimonio, Memoria histórica y Política lingüística. Tantos nombres no presagian nada bueno, salvo la sumisión de la cultura a las perversiones ideológicas habituales: los vínculos entre la lengua y el territorio o entre la memoria y el viento gélido de la muerte silbando por entre las celosías de la fosa común (que no sé si de todos) de la historia.
 Pero a lo que iba. Como era de prever, porque ya estaba anunciado, han vuelto a cargarse los Premios Ciutat de Palma de poesía o novela en castellano. Podría fingir malestar o rabia, rencor o hasta cólera, pero no lo haré, porque no lo siento. Una cultura en las manos (al cuello) de la ideología es sólo una cultura sobrevalorada y teledirigida, un pasatiempo publicitario al que no hay que prestar ni caso. Con su pan se coman su lengua única y sus canonjías.
 

 

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martes, agosto 18

Las diadas


La Telaraña en El Mundo.

 Supongo que todos los pueblos han de tener (quizá por inercia o mercantilismo, por suscripción popular o sólo por presumir de afinidades) sus propias celebraciones y efemérides, su íntima dosis de autoafirmación más o menos orgiástica, oficial y hasta histórica, su personal e intransferible catarsis, su colmena enmarañada de símbolos, su colección atmosférica de himnos triunfales, sus refulgentes joyas de la corona, su teatro medieval (o postmoderno) del horror y su libro abierto de las vanidades.

 Toda esta sucesión de síntomas no debe alarmarnos, porque no deja de ser un apunte del natural, una inocente extrapolación de lo que sucede cada año, el 12 de septiembre o el 31 de diciembre, cuando a unos o a otros les da por acordarse de Jaume II, su carta de franquicias y privilegios del Reino de Mallorca, en el primer caso, y la hiperbólica introducción de la lengua catalana y sus infecciones colaterales, en el segundo caso. La isla, al fondo, sigue palpitando su calma o bullicio ancestral, su apatía o discreción, su mirar de cerca como si fuera de lejos. O viceversa.

 Se trata, pues, de ajustar la mirada sobre las razones que mueven al econacionalista (o así) Miquel Ensenyat, presidente del CIM, a impulsar campañas ciudadanas como “Repensar Mallorca” en pro de la diada catalanista y del propio Consell. Como era de prever, las consultas formalmente asamblearias acaban convirtiéndose, siempre, en el mejor cauce de la manipulación ideológica. Hace siglos que no celebro diada alguna y así va a seguir siendo.

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viernes, agosto 14

Las larvas


La Telaraña en El Mundo.

 Estoy esperando que llamen a la puerta de casa, pero deberé ser paciente. No es fácil encontrar un técnico capaz de arreglar la nevera que compré hace muy poco más de dos años y que, naturalmente, dejó de enfriar ayer mismo. Creo que en su interior se está formando una especie de agujero negro donde la realidad se pudre a marchas forzadas, mientras paseo nervioso por los pasillos, recalo un instante en esta página y regreso a la cocina. Abro el frigorífico, palpo sus costuras y me desespero del calor y la bruma, del frío que no llega y de la realidad que se descompone en un mar de moho y larvas. Las larvas siempre me parecieron repugnantes.
 Puede que hurgar en las diferencias entre la realidad y la ficción (o viceversa) no sea más que un ejercicio de estilo, un juego dialéctico donde la vida y el lenguaje, las acciones y las palabras, se esfuerzan en tener identidad propia sin acabar, por desgracia, de conseguirlo. Estoy esperando que llamen a la puerta, pero no llaman. Me temo que algo muy gordo se cuece aquí al lado.
 Visito la web donde el Govern expone, con el visto bueno de Podemos, los currículos de los nuevos asesores. No sé si hacerme cruces ante tantos méritos reunidos o si seguir a lo mío. A esperar que llamen y que una corriente de aire me devuelva a la vida y me aleje del lugar viciado donde los taxidermistas exponen su catálogo de pruebas irrefutables, sus artículos de fe, su paupérrimo salón de trofeos. Creo que, al fin, están llamando a la puerta. Pero a la del frigorífico, pausadamente.

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martes, agosto 11

Contracorriente


La Telaraña en El Mundo.

 Hay cosas que no tienen ningún sentido, por mucho que nos empeñemos en buscarle alguna salida al punto muerto y hasta silencioso de las palabras, al atolladero con vistas al abismo de las ideas, al largo y ensortijado camino que nos ha de acabar conduciendo a ese desconocido lugar donde tenemos concertada una última cita a la que, por supuesto, no deseamos llegar a tiempo. Pero no hay mayor problema. Esa cita es inaplazable. Llegaremos.

 Hay cosas, insisto, que no tienen ningún sentido, como especular con el porvenir y dibujar países y hasta nuevas naciones con hombres viejos y, además, muy cansados, con almas que ya no saben manejar el lenguaje anacrónico de los que arrastran una resaca de siglos, una sucesión automática de generaciones reproduciéndose como clones en un laboratorio abierto a nuevas formas de vida, que no de conocimiento, no sólo muy inciertas, sino inefables. El futuro aún no tiene, pues, lenguaje que lo explique o describa, que lo calme, arrulle o avive, aunque es cierto que nos esmeramos en intentar inventarlo, construirlo, descubrirlo; por ahora, sin demasiado éxito. Lo reconocemos.

 A partir de ahí me da la misma risa desengañada con el exagerado revuelo alrededor del joven asesor áulico de Sanidad, sin más bagaje que sus gloriosos veinte años y unas fotos en los botellones de Facebook o Twitter, que con la perversa genialidad de Manuela Carmena buscándoles casas que ocupar a los «okupas». Es lamentable, pero se está perdiendo todo. Hasta el legítimo orgullo de ir contracorriente.

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viernes, agosto 7

La recepción real


La Telaraña en El Mundo.
 
 Andaba ayer, anteayer o hace sólo un rato, como suelo andar casi siempre, es decir, absorto y como ausente, dándole vueltas a las cosas, aunque sin acabar de voltearlas. Las cosas son y no son lo que parecen y hasta lo que imaginamos, lo que les echamos en falta y les otorgamos, porque llevamos hambre atrasada y las cosas lo saben, se aprovechan y nos torean, nos llevan a su infierno personal, ese lugar donde los nombres no acaban de cuajar, porque todo es volátil, circunstancial y efímero. Allí se mezclan el sudor y la brillantina, las sonrisas del deseo y las miradas oblicuas; ese peculiar ser mallorquín sin saber muy bien si ese talante existe. Puede que no exista.
 Mientras tanto, repaso el álbum de las fotos de la recepción real en La Almudaina y convengo en que ser de provincias impone cierto estilo y no menos distanciamiento, cierta elegancia natural y escepticismo, cierto toque de indiscutible clase que si no quita el aliento sí que nos reconcilia, al menos, con nosotros mismos equilibrando nuestra ancestral atracción por la barbarie con nuestra añeja educación turística.
 No obstante, nos quedan fuera de rango un pequeño grupito que prefirieron posar en otra parte, en la parte oscura y salvaje o fúnebre de la separación y el abandono, ese no lugar donde el nacionalismo y el populismo (Més y Podemos) se entremezclan hasta prender fuego a la cortesía y la cordura. Deberían aprender de Miquel Ensenyat, Maite Salord y Xelo Huertas que supieron, al menos, estar a la altura de sus devaluados cargos.

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martes, agosto 4

La letra pequeña


La Telaraña en El Mundo.
 
 Que me sigan hablando, a estas alturas tan indecisas de la fiesta, del nivel 33 se me antoja una redundancia fuera de lugar. Otra más, tal que si me hablaran del Área 51 en plena época de drones convertidos en espías, la silenciosa avanzadilla de una invasión donde se mezclan las leyes de John W. Campbell e Isaac Asimov, la letra pequeña de todos los tratados internacionales y el tortuoso debate sobre esa extrapolación llamada la inteligencia artificial. Un gran problema, cuando lo que no sabemos es si existe la inteligencia natural; es decir, la nuestra. Nos faltan pruebas.
 Ante la confusión recurro, pues, no a mi memoria, sino a la memoria artificial de mis archivos. Allí releo un email de Xavier Pericay felicitándose de que “el nuevo Govern haya decidido suprimir el polémico nivel 33 después de que C´s presentase, el pasado 16 de julio, una Proposición de Ley en el Parlament en este mismo sentido.” Sin duda, bien hecho, queridos.
 No obstante, parece que el Govern nunca acaba de hacer lo que dice que hace. O la letra pequeña sigue haciendo de las suyas y el muro de la realidad tiene demasiadas grietas como para apuntalarla con algunos parches. Sólo así se entiende que Antoni Verger, ex concejal del PSM, haya solicitado el cobro del nivel 33 al reincorporarse a su plaza de funcionario. Se trata, créanlo, de un incorruptible defensor de su eliminación; será por eso que exige cobrarlo. Nada mejor, contra la incoherencia, que el castigo cruel de una ración doble en la propia cuenta corriente. Dónde si no.

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