LA TELARAÑA: La ceremonia de la confusión

viernes, julio 17

La ceremonia de la confusión


 
La Telaraña en El Mundo.
 
 La sobredosis informativa me abruma, porque una cosa son los sentimientos y otra, muy distinta, el análisis forense de la realidad. Nos sabemos, pues, incapaces de llegar a conclusiones que incorporen las variables que ignoramos. Hay que ser honestos. El mundo es demasiado turbio como para aclararlo con unas frases. Se nos desvanece su perfil y también su pulso; tan indistinguible y ajeno, a la vez, del nuestro.
 Es en ese juego de distancias donde nos perdemos. El chisporroteo de las redes sociales no nos ayuda a vencer la inercia de los días dándole vueltas a lo mismo. La crisis económica, los cirros de la corrupción o el aura de los que luchan contra ella. La merma de identidad, los espejismos territoriales, la decadencia de las grandes ideas, la penuria literaria de los lugares comunes, el paulatino ir deshaciéndose todos en todas partes sin atender sino a alguna revancha o revolución pendiente. Alguna idea que, de tan fija, se nos pudre en los anaqueles de la vida.
 Pienso en Grecia o Cataluña, dos palabras que se me mueren en el paladar, sin que pase nada. Hace siglos que se me murió España; y Europa, como Baleares, aún no me ha nacido en parte alguna. Rescato, no obstante, una última evidencia. Ante el colapso económico o la pérdida, tal vez, de los ahorros de toda una vida, lo mejor es que esta ceremonia de la confusión en que vivimos se eternice. Sólo los que no tienen nada y los que lo tienen todo (en otra parte, se supone) pueden darse el lujo de discrepar. Y hasta discrepan, por cierto.
 

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