LA TELARAÑA: abril 2015

martes, abril 28

El ombligo de los limbos


La Telaraña en El Mundo.

 Puede que lo intuyamos sin acabar de entenderlo. Vivimos al filo de una enorme burbuja que puede (y suele) explotar de vez en cuando. Así, por ejemplo, en mayo de 2010 un hombre, desde la soledad de su modesto adosado en los suburbios de Londres, empezó a colocar, mediante un programa informático de su cosecha, órdenes falsas en el mercado de Wall Street hasta provocar, en tan sólo cinco minutos, un cataclismo en la Bolsa de algo así como medio billón de dólares. No es mucho ni es poco, es sólo un síntoma.
 El imprudente pirata informático y ladrón de cuello blanco se llama Navinder Singh Sarao y es sólo una prueba viviente más (otra, aunque su futuro pinte entre rejas) de que la economía universal es como un viaje al limbo y a ninguna parte, un caligrama espantado de Mallarmé o Larrea, por ejemplo, coronado por un par de versos o exabruptos ilegibles de Antonin Artaud. Una especie de golpe de dados sísmico ordenado por un dios ebrio entre los sueños más profundos de los hombres. Nos cuesta muy mucho, al despertar, saber con exactitud qué cifras, cuáles, son las que nos definen y delimitan en este instante de aquí y ahora o de siempre.
 Voy, pues, de las abstracciones a las anécdotas y viceversa. Busco al azar de Google y me son devueltas algunas frases de Artaud que ya ni recordaba. Por ejemplo: «Allí donde unos exponen su obra, yo sólo pretendo mostrar mi espíritu». O «Toda escritura es una cochinada». Hay algo en esta escatología literaria que me reconcilia, a la vez, conmigo mismo y con el mundo. O sea, nosotros.

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viernes, abril 24

Las tablas de la OCB


La Telaraña en El Mundo.
 
 Parece que la Obra Cultural Balear se cree con derecho a algo más que voz y voto en el pozo mayúsculo y sin fondo de la política isleña. Les gusta enfocar la realidad con sus maltrechos prismáticos y exhibirnos sus alucinaciones como si sólo existiera el lodazal en el que viven, esa tullida caricatura de bochornosos intereses, ese empacho ideológico de países, más que imaginados, imaginarios, esa sonrisa cínica que cabalga gracias a la lluvia de comisiones y aranceles, sin olvidarnos de la inercia ancestral de quienes renegaron de sus singularidades históricas y culturales en aras del sol que más calienta. O así.
 No es de extrañar, pues, que la OCB demande a los partidos políticos que se posicionen, con vistas a las elecciones, sobre su abrasivo decálogo de compromisos lingüísticos. Hay que filtrar la voluntad política al hilo purificador de la sumisión a las sagradas tablas de la Ley de Normalización. Es decir, la institucionalización del catalán en todos los órdenes sociales.
 Así las cosas, es revelador que haya sido el PSIB de Francina Armengol el primer partido en firmar las tesis de la OCB. De Armengol ya se sabe lo que hay y, sobre todo, lo que no hay. Muy pronto, no obstante, otros vendrán a sumarse a la pira del fallido trilingüismo de Bauzá frente al monolingüismo identitario. Seguro que Més, PI, las marcas blancas de Podemos y hasta algunas facciones descarriadas del PP firmarán (o firmarían) muy a gusto. Sólo hay que atender, pues, y con no poca atención, a los que no firmen bajo ningún concepto. Ánimo.
 

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martes, abril 21

Larvas


La Telaraña en El Mundo.
 
 Diríase, por desgracia, que la humanidad es una mala mezcla de gente con horribles monos naranjas y verdugos con aire marcial, dagas, puñales y capuchas negras. Los monos naranjas, en ocasiones, se transforman en harapos hechos trizas, en piel requemada al sol, en puro naufragio de sal y muerte anunciada frente a las costas, siempre lejanas y quizá ficticias, de la libertad o de sus sucedáneos. A su alrededor, los tiburones presienten la carnaza fresca y se arremolinan; hacen rechinar sus dientes, sus puños de metal o sus guantes blancos, blanquísimos, como parásitos en plena orgía de los sentidos, como buitres de una fe caníbal que sólo da en devorar la fe ajena y así hacerse fuerte.
 Observo el universo y casi que quisiera saltar del tren en llamas hacia ninguna parte; pero fuera del tren no parece haber ningún lugar exacto donde cobijarse, ningún claro de luz entre la humareda y las brasas donde reunirse, al fin, consigo mismos, ningún remanso donde dormir un breve sueño que no sea, necesariamente, el último. Mal lugar, también, ese lugar que no existe o que sólo nos vale como epitafio.
 Habría, pues, que huir por igual de las lápidas y de las sogas. De los puños de metal como de los guantes blancos, blanquísimos. Evitar el mercadillo infecto de los dioses menores y su dolorosa usura; su decrepitud de larvas que sólo pueden convertirse en monstruos, en lluvia torrencial y tóxica sobre las urbes donde, una vez, el hombre acertó a pensar y ya sólo balbucea cualquiera de sus múltiples y variadas ideologías de muerte.

 
 

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viernes, abril 17

El encierro electoral


La Telaraña en El Mundo.

 Resulta que el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, se asustó de veras, aunque sólo le llovieran los inofensivos confetis y las octavillas, quizá, de la ira, cuando una joven activista alemana se le subió de un salto a las barbas esquilmadas de los balances, al filo gélido de los saldos inverosímiles y las básculas manipuladas por el déficit de los grandes números frente a la debacle doméstica de los números pequeñitos, los guarismos mínimos del día a día, las cuentas sin acabar de cuadrar en la ruidosa alcancía de los trabajos y las horas.
 Parece, en fin, que nos gustan mucho estos simbólicos sobresaltos por lo que tienen, quizá, de ejemplares y, a la vez, de inútiles. Nos gustan por lo que quieren demostrar (aunque no sé si lo demuestran, pero ese es otro tema) de ética y de impaciencia; de joven voluntad humana decidida a enfrentarse al viejo fatalismo que encarnan los que parecen mover los hilos invisibles del poder, la economía sonámbula de los pueblos, el plan anual y malcarado de la miseria.
 Salto de la mesa de Draghi al balcón de esta especie de San Fermín, con las reses tullidas y los pitones recortados, que son las próximas elecciones del 24 de mayo. Aquí el encierro transcurre entre el viaje descontrolado de los tránsfugas (en busca de alguna lista en alguna marca blanca donde medrar, al fin) y el trote cochinero de los cabestros de siempre. Creo que no me va a quedar más remedio que seguir corriendo hasta la inalcanzable plaza de mis sueños. O hasta el mismísimo matadero y más allá, aún.

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martes, abril 14

Voluntad de poder


La Telaraña en El Mundo.
 
 Decido ponerme al día en los penúltimos escarceos tecnológicos (por así llamarlos) del cine compartido en la red y me encuentro, de la mano inocente de algunos comentarios en la prensa generalista, con Wovie.tv y Popcorn Time. Se trata de una web bastante surtida y de un programa de código tan abierto como dudoso. Nada nuevo bajo el sol, salvo las ganas o la necesidad de seguir burlando el arco de las taquillas y el sudoroso hedor de las palomitas de maíz en los apretados multicines de hoy en día. Quizá el cine ya no sea lo que era, porque casi todos los estrenos se me antojan de una vulgaridad aplastante.
 Pero tampoco la política es lo que era. O lo que debería ser y no fue nunca. Me resultan vulgares (y hasta insultantes) las fugas masivas de personal más o menos cualificado que se producen en los partidos señalados por el descalabro electoral en las tablas de la ley que, en la actualidad, son las encuestas. Aquí el éxito o el fracaso son un voluble estado de ánimo y una obsesiva voluntad de poder; un abismo que se abre para unos y se cierra para otros sin más solución a la vista que la abolición o el arribismo.
 Las elecciones se aproximan no sé si a paso marcial o de vértigo. El espacio alrededor del PP y el PSOE va a ser ocupado por las catervas y legiones de Podemos y Ciudadanos. Por las múltiples marcas blancas de una izquierda sin más referentes que algunas dictaduras más o menos enloquecidas y la enésima refundación de una derecha que no acaba de sentirse conforme, ay, consigo misma y con sus circunstancias.

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viernes, abril 10

La defunción de UPyD


La Telaraña en El Mundo.
 
 Voy leyendo los múltiples partes de defunción de UPyD y no puedo sino quedarme pensativo. ¿Cómo es posible? Tengo (o he tenido) amigos en esa formación. Gente que ha merecido, alguna que otra vez, mi voto y a la que podría volver a votar sin mayores reparos o remordimientos. Es cierto, eso sí, que Rosa Díez (tan ambarina y angulosa, ella) nunca me ha gustado, pero tampoco le veo al líder de Ciudadanos, Albert Rivera, un porte o bagaje mucho mejor. Será que ya ha llovido desde aquel desnudo suyo en los carteles de una Cataluña que siempre prefirió el rococó nacionalista al minimalismo exento y, quizá, inmaculado.
 Conviene que aclare, no obstante, que mi voto no vale nada; mi sentido práctico de la realidad es nulo y no creo en ninguno de los dogmas que los partidos políticos esgrimen al llamarnos a urnas. La verdad es que ni la economía ni la sociología (como tampoco sus variantes dialécticas y ontológicas, televisivas, de género o sexo y hasta zoológicas) me importan un comino. Estoy seguro que mi amigo (de Facebook, al menos) y cabeza visible de UPyD en Baleares, Johannes A. Von Horrach sabrá entenderlo.
 Lo que no creo que nadie entienda es que el trabajo de años, de repente, no valga para nada y Ciudadanos venga a sustituir a UPyD sin más razones que el caprichoso azar de un sarpullido mediático. Es por eso (entre otras cosas) que siempre miento cuando al salir de los colegios electorales me interrogan sobre el tacto rugoso de la papeleta de mis sueños. Esa papeleta no existe. Lo sé y lo saben ustedes. O eso creo.

 

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martes, abril 7

Mercaderes y artistas


La Telaraña en El Mundo.
 
 Suelo entrar en la Lonja igual que en un museo o un templo. Con cierto asombro y expectación. Como frotándome los ojos para que las imágenes se multipliquen y la mirada se me pierda por entre las ojivas góticas del cielo, las nubes de piedra y el aire a cónclave de mercaderes, a subasta de sudor y huesos. Ahí la humanidad intercambió sus dones y provocó, quizá, la ira de los más justos. Pero hace tiempo que ya no me recuerdo esa indignación en la sien, ese avivamiento interior, esa ebullición en el arco curvo y tenso, sostenido, de las palabras. Es una lástima, lo sé.
 Pero entro en la Lonja y me encuentro con una exposición (o instalación o lo que sea) de Rebecca Horn. Midiendo el cielo desde el fondo de un pozo. O “Glowing Core”. O unos espejos superpuestos. Varias calaveras deshabitadas. La vaga presencia teórica de Ramon Llull o de quien se quiera, en fin, sacar del sepulcro para dejar que se pudra al devenir de la tertulia, la representación o el artificio. Los muertos exquisitos siempre le dieron mucho juego al arte. O así.
 Pero vuelvo a entrar en la Lonja y me asomo a los pozos sin fondo no sé si del cielo, la tierra o de mí mismo y mido las distancias como quien se contempla sin verse y sabe que en los espejos no hay más ni menos que la propia vanidad; y sonrío o me aflijo con que el IEB se gaste, me dicen, veinte mil euros en esto y el cero metafísico del arte nos ocupe la Lonja durante seis meses como si la sangre se nos detuviera en las venas y a ver qué dice, entonces, nuestro maltrecho corazón. ¿Qué dice?
 

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viernes, abril 3

Viernes Santo


La Telaraña en El Mundo.
 
 Si entre nosotros parece que no dejamos de buscar líderes (y encontrar alimañas) que nos dirijan, cómo no vamos a buscarle a la creación entera un creador único, un rostro amable o cruel, pero responsable, que nos cobije cuando andamos perdidos y dé sentido al viaje ensortijado de los años que se suceden sin otra música que la de una solemne procesión bíblica: desde los albores del diluvio universal hasta la luz intermitente de una vela ante la que oramos, vacilantes, cuando ya nos empieza a faltar la fe y las palabras añoran su antiguo poder curativo, su empatía o hipnosis.
 No acaba de amanecer en esta noche oscura y de plomo en la que me revuelvo, inquieto, en mitad de mis sueños. Los encapuchados, con ruidosos y lacerados tambores, van recorriendo las calles como si se dirigieran, una vez más, a Getsemaní, ese jardín de olivos retorcidos, y una última oración les esperara allí, dos mil quince años después. Esa oración es la misma que sigue resonando, ahora, en mi recurrente insomnio de casi siempre. Qué poco han cambiado las cosas.
 Mientras tanto, hoy celebramos (a nuestra manera, por supuesto) el día de la Cruz. O el de la muerte que se acabará convirtiendo, finalmente, en la magnífica premonición de un sepulcro vacío. No obstante, no voy a buscar por ahí afuera las pruebas exquisitas de una fe que apenas sí conservo en mi interior; y no siempre, tan sólo a ratos. Hay algo en la naturaleza humana que nos empuja a nombrar todo cuanto desconocemos y hasta llamarlo Dios, en ocasiones, sin saber de lo que hablamos.
 

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