LA TELARAÑA: La Piedra Rosetta

martes, marzo 3

La Piedra Rosetta


La Telaraña en El Mundo.
 
 No parece que vaya a quedar mucho de nosotros. Ya no escribimos cartas que puedan sobrevivir, sudorosas y amarillentas, al paso del tiempo, sino emails y mensajes rápidos, volátiles susurros en la nube digital que nos envuelve. No imprimimos fotos, sino que las almacenamos en los sucesivos discos duros que se nos van rompiendo a lo largo de los años. No guardamos discos de vinilo sino mp3 o ni eso, simple música de consumo inmediato en el vivo y en el directo imaginarios de un par de programas informáticos.
 Yo mismo, hace unos meses, tuve que deshacerme de cientos de disquetes porque ya no tengo disquetera en el PC y, además, ya no existen aquellos venerables programas de edición de textos, básicamente bajo MS-DOS o Windows 3.11, con que solía escribirlos. Pronto haré lo mismo con los casetes y hasta con las cintas de video. La obsolescencia programada de soportes (y también de formatos) va reduciendo nuestro pasado a un montón de sombras indescifrables.
 En algo así pensaba este largo fin de semana frente a la Piedra de Rosetta en el Museo Británico de Londres. Su trilingüismo pétreo y rotundo ha sobrevivido al olvido, permitiéndonos descifrar conocimientos de incalculable valor histórico, cultural o artístico. Fue entonces, creo, que intenté hacerle una foto con el teléfono móvil y subirla, de inmediato, a Facebook, pero algo salió mal. Con la cuenta terminantemente bloqueada perdí, de golpe, unos quinientos amigos y me dije que la soledad también debía ser eso. No tener con quien compartir lo que se nos antoje.

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