LA TELARAÑA: Sueños húmedos

martes, enero 13

Sueños húmedos


La Telaraña en El Mundo. 

 Después de los baños de multitudes y de la emotiva efervescencia simbólica general –los líderes de una Europa en absoluta crisis avanzando de la presunta mano del pueblo por las calles abiertas y luminosas de París- toca, al fin, un poco de ensimismamiento. O de luto. Anita Ekberg acaba de morir, ya con ochenta y tres años a cuestas, y yo repaso, como un huérfano inverosímil, mis álbumes de fotografías a la caza y captura de alguna de sus imágenes todavía en mi retina.
 No creo que se pueda visitar la Fontana de Trevi, en Roma, sin quedarse absorto un buen rato imaginándola, exuberante, húmeda y también retórica, por entre las cortinas del agua y el amor o el deseo. Me sorprendo, sin embargo, al constatar que apenas guardo imágenes de la escultural actriz sueca en el álbum metafórico de mi vida. Hago memoria y me desando. Frunzo el ceño.
 El sueño cinematográfico de Federico Fellini se me aparece como un sueño ajeno entre todos los sueños que he soñado como si también fueran míos. Seguro que lo son, porque los sueños no tienen dueño; son ellos los que nos dominan y despiertan, los que nos hacen avivar el paso y tender la mirada hacia un horizonte que no esconde otra cosa que nuestra insatisfacción permanente. Anita nos miraba somnolienta y sabíamos, entonces, que no entendía nada de un guión que tampoco nosotros entendíamos. No hay forma, quizá, de despertarse nunca del todo. De despertarse por completo, quiero decir, y saberse tan lejos de la rígida y estricta realidad como de la voluptuosidad rubia de los sueños.
 

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