LA TELARAÑA: El balance del año

martes, diciembre 30

El balance del año


La Telaraña en El Mundo.
 
 Es un clásico que, cuando las hojas del calendario escasean, nos dé por ponernos a hacer balances; a sumar y restar anécdotas como si la vida nos fuese en ello y esa contabilidad escondiera buena parte de lo que somos o queremos ser. Una rebuscada sucesión de muecas y aspavientos, un informulable catálogo de proyectos, un vertiginoso resquicio de realidad virgen por entre las estridencias y la promiscuidad de los lugares comunes.
 Quiero decir, claro, que no hay balance que resista un análisis serio más allá del azar y el humor variable de las horas. Abro Flipboard (que es un magazine digital de lo más aparente) y me encuentro con el mismo resumen del año que ya leí en la prensa escrita. O en Twitter y Facebook. Todo es similar cuando depende, en fin, de la prevalencia monstruosa del diseño y de la íntima convicción de que a nadie le importa un ápice remover el espléndido lodazal que suele ser (y es) un año entero. Algo que hay que celebrar cuando acaba, mañana mismo, entre uvas, campanadas y confetis. No es mala idea olvidar lo que no merece ser recordado.
 Pasará, sin embargo, que del año que se va yendo, como de los que ya se fueron, tercos y parsimoniosos, nos quedará siempre alguna que otra imagen suelta y acaso inconexa, alguna idea por perfilar, algún nubarrón repleto de sospechas y temores: la intratable melancolía de haber dejado pasar otros 365 días sin dar lo mejor de nosotros. O dándolo, que duele mucho más, cuando lo que hay lo dice todo de nuestras carencias y no tanto de nuestras posibilidades. O así.

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