LA TELARAÑA: Cuento de Navidad

viernes, diciembre 26

Cuento de Navidad


La Telaraña en El Mundo.
 
 Se va yendo rápido el año con el lento ritual de costumbre. Miro atrás y observo el confuso arenal de los días que ya pasaron. Miro adelante y no acierto a saber, con exactitud, qué nos espera; ello me tranquiliza, porque prefiero pensar (contra la lógica de la experiencia) que todo está siempre por escribir, que la vida es un renacer sucesivo con sus sudores, sus contracciones físicas y su llanto. La convicción asfixiante de que la vida comienza al quebrarse el silencio: recomienza a cada instante como el oleaje persistente (de nuevo, la bulliciosa Teoría de las Catástrofes y sus múltiples variantes) en el cementerio marino de Paul Valéry como en el de nuestras propias vidas.
 Voy, pues, de la religión y el caos al caos y la poesía, como en un trance místico que va a durar, por supuesto, mucho menos de lo que yo quisiera. Un instante, un parpadeo, un fulgor, una vida.
 Pero escribo, en definitiva, al alba de un día de Navidad que ahora se despereza: cruje el papel rasgado de los regalos junto al árbol de las luces parpadeantes y hay en las migajas de pan abandonadas sobre la mesa el recuerdo de algunas risas y algún que otro chascarrillo en torno al discurso del nuevo Rey. No se puede ser solemne al borde mismo y expectante de las viandas y el champán descorchado. No se puede ser estrictamente real y convenir, a fin de cuentas, que lo único que de verdad nos une es el ir y venir (y también el tira y afloja) de algunos sentimientos. Dependemos de ellos. De que prevalezcan. Mientras tanto, felices fiestas para todos.
 

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