LA TELARAÑA: De cenas y asambleas

viernes, agosto 8

De cenas y asambleas


La Telaraña en El Mundo.
 
 
 No sé si prefiero una cena o una asamblea. Es cierto que las cenas a gran escala (donde todos se mezclan como si la gastronomía fuera un arte y ellos unos artistas del hambre) tienen mejor prensa, pero mi poca experiencia en el tema no acaba de saber cómo librarse de la rigidez de la etiqueta, la mirada inquisitiva de los camareros, los monólogos cruzados de los comensales, el batir ensordecedor de las mandíbulas y plumas, el efímero soufflé que siempre se derrite antes de tiempo.
 Sobre las asambleas, en cambio, soy casi un experto, porque me pasé un par de cursos universitarios, en Valencia, yendo de asamblea en asamblea a la hora de clase y a todas horas. Era divertido discutir sin más urgencias que las hormonales y encontrarse, aunque sólo se aprobaran las propuestas más delirantes, con que siempre había algún grupo en la sombra (acaso los precursores de Podemos) que sí sabían cómo presentar sus tesis y hasta vendérselas a la opinión pública. Podían y lo hacían, claro.
 Así las cosas, puede que las huestes de MÉS acierten al declinar la invitación real (de Felipe y no de Juan Carlos, que tenemos a dos reyes cohabitando) a la cena en el Palacio de la Almudaina. Igual ese no es el lugar adecuado para los que preferirían, tal vez, departir ideológicamente con Jordi Pujol y su espabilada prole. O acudir en masa (y hasta infiltrados) a alguna asamblea incendiaria de Podemos para atisbar por dónde van los nuevos derroteros del poder, esa falange sin más brújula que las perlas televisivas de Pablo Iglesias. Nada menos.
 

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