LA TELARAÑA: El guateque de Bartleby

viernes, mayo 2

El guateque de Bartleby


La Telaraña en El Mundo.
 
 Al final resulta que uno se pasa la vida releyendo los mismos libros. O casi. Algo así como una docena de autores que van y vienen del atril de la lectura al polvo de las estanterías, del libro de notas al librillo de las meditaciones, del margen repleto de apuntes a la retorcida caligrafía de los sueños, del tacto encendido y del cortejo lujurioso de la piel y el papel a ese lugar de privilegio donde están sólo los que son o los que acaban siendo. La criba es diaria, porque el tiempo es reducido y los intereses muy concretos, aunque transversales; hace falta mucho temple literario para perdurar más allá de la moda y los estados de ánimo. A eso me refiero: una vida da para muchos libros, pero se culmina en, tan sólo, unos pocos.
 No es extraño, pues, que las noticias literarias rara vez me interesen; que en ese páramo o desierto de mis pocos autores de por vida las novedades escaseen, porque esos libros ya tienen vida propia o viven en mí como yo en ellos: no puedo hacer públicos sus nombres, porque cada cual tiene los suyos y hace falta toda una vida para descubrirlos.
 Con todo, de vez en cuando, aparecen juntos y casi que revueltos un par de nombres que me resultan agradables. O seductores. Un par de anomalías en ese paródico guateque de la vida donde tanto cuesta deslindar el arte, por ejemplo, de la teoría de las catástrofes. O viceversa. Se trata del Premio Formentor y de Enrique Vila-Matas. La prueba irrefutable de que Bartleby, como nosotros, sigue buscando magníficas razones para no escribir, escribiendo.
 

Etiquetas: ,