LA TELARAÑA: mayo 2014

viernes, mayo 30

«Carpe Diem»


La Telaraña en El Mundo.
 
 No sé si debería irme a Cataluña para, una vez allí, pararme, no sé si de forma definitiva o sólo mientras me cobije el futuro subsidio de desempleo que, según las previsiones nacionalistas, allí será mayor que aquí o que allí, ahora mismo. Pero igual me convendría no precipitarme y preguntar, antes, a ERC de allí y también de aquí. De Baleares.
 Con todo, no es fácil discurrir, al calor de las hogueras, sobre los paraísos restringidos del nacionalismo. En este instante, metido en el fragor gramatical de las ideas, ya no sé si estoy aquí o allí; el esquivo «aquí y ahora» nos sobrevuela, inalcanzable, pese a que intentamos aplicarle la vieja máxima latina: «Carpe Diem». Pero este paisaje que vemos (y del que escribimos como si estuviera quieto o existiera a pesar nuestro) es sólo una captura fundamentalmente dialéctica o retórica que se nos escapa, una y otra vez, de entre las manos o la retina; la anécdota fugitiva de un quimérico viaje hacia un territorio al que no hemos llegado ni llegaremos nunca. O eso parece.
 Es cierto. Amamos este viaje con locura y nos divierte descifrar sus coordenadas. Los paisajes del tiempo. Amamos el cambiante decorado que nos acoge cada día y cada noche. La fiesta en la que nos hemos colado, porque la entrada parece ser gratuita y hasta involuntaria, como la salida, y nos acaba gustando envejecer entre el bullicio de las generaciones sucediéndose sin poder evitar que la fiesta se nos quede siempre a medias. La fiesta de todos acaba siendo, primero, la de algunos y, luego, la de nadie.

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martes, mayo 27

La placenta milagrosa


La Telaraña en El Mundo.
 
 Puede que la fiesta auténticamente española cayera, esta vez, en el sábado de reflexión, fútbol y diáspora de Lisboa y no en el domingo de resaca, elecciones europeas, urnas y también desafección en las pespunteadas esquinas de Europa: los partidos políticos postulando sus nuevas alianzas, sus alucinaciones o quimeras conceptuales, su alcancía famélica o menesterosa de votos robados, prestados o en fuga.
 Pero las urnas son como un césped cortado muy alto donde, a veces, tropiezan o yacen sepultos nuestros mejores deseos. Duele observar la gélida niebla de la intolerancia que recorre Europa desde el Reino Unido hasta Hungría o Grecia, pasando por Francia. Por no hablar del éxito en España (¡y aún más en Baleares!) de un telepredicador con ínfulas mesiánicas como Pablo Iglesias.
 Pero descendamos a los hechos. Somos gente corriente que no cree demasiado en los milagros, pero que tampoco confunde la realidad con los deseos. No necesitamos, pues, someternos al espectacular fracaso de la placenta milagrosa de ninguna yegua inverosímil, aunque nuestras articulaciones chirríen y sea cierto, también, que cojeamos. No nos faltan, sin embargo, las ideas, aunque desconozcamos qué mecanismos podrían convertir esta lluvia mezquina en algún maná útil o provechoso. Quizá eso, ahora, no sea posible y estemos asistiendo al principio del fin o al diluvio; y convenga agenciarse un arca donde mecerse hasta que pase la tempestad y alguna paloma mensajera nos traiga algo de vida en su pico. De afuera a dentro, como de adentro a fuera.

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lunes, mayo 26

Entre Podemos y Vox

Las elecciones europeas en El Mundo.
 
   Repaso la abundante propaganda electoral que he recopilado, a mi pesar, durante estos días. Papeles satinados, relucientes. Colores reciclables. Un alud de eslóganes bordeando la realidad. O su lado oscuro. La democracia. Europa. La corrupción. ¡Las soluciones! El círculo vicioso de las causas y los efectos. El auge de los nacionalismos de uno u otro signo. El fascismo en Francia. O la increíble ascensión de un personaje como Pablo Iglesias y su demagógico “Podemos”, que se ha convertido en la tercera fuerza política más votada en Baleares. Nada menos.
 Pero escribo estas líneas al hilo de otras anécdotas. El único partido que me envió, además de en aséptico castellano estándar, sus papeles en mallorquín (o en catalán de Mallorca) ha sido Vox; pero ahora no sé muy bien si debo considerar que ese detalle es bueno, malo o irrelevante. Me paso la vida traduciendo la realidad o sus aledaños y no siempre sé quién me mira desde ese abismo que parece habitar en el interior de los espejos. Qué vértigo.
 Hay otras muchas cosas que ignoro. La esencia –dicen que perdida- del Partido Popular parece que, ahora, se reencarna en Vox y yo no sé si esto es realmente así o si sólo lo pretende. Desde siempre he descreído del rumor sostenido de las víctimas y no sé si la unidad de España es algo concreto y palpable. O al contrario. Algo absolutamente evanescente.
 Tampoco sé de qué substancia están hechos los sufragios, los deseos personales en la maraña de los hechizos y las posibilidades colectivas, de las intenciones más o menos confesables; de la brújula que nos guía, raptada Europa como en la acuarela de Gustave Moreau, por entre las opciones disponibles para acabar depositando un sobre (y una absurda lista cerrada) en una rendija hambrienta de un hambre incurable. Una hambruna de siglos.
 Con todo, las urnas me han traído dos sorpresas. La ascensión de Iglesias, como ya dije, y el fracaso de la voz más ronca de Cataluña y parte de España. Alejo Vidal Quadras. Llamo por teléfono a Montse Amat, la magnífica candidata balear de Vox, y me dice que, pese a las dificultades y a la escasa visibilidad en los medios, está contenta. Yo también, pero me da que igual no es por lo mismo. Seguro que ella cree en el futuro de España y su formación política y yo me conformo con auscultar el misterio de cada día sin que nada o nadie me hiele la sonrisa. En lo posible.
 

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viernes, mayo 23

Famélica legión


La Telaraña en El Mundo.
 
 Parece que a la Fundación Círculo Balear le preocupa “la deriva radical y extremista” de la izquierda balear, del PSM-Més, de ERC, pero también de socialistas y hasta de populares tan tibios, en otros aspectos, como Francesc Antich, Lluís Maicas o Cristòfol Soler, al respecto de la huelga de hambre del incombustible Jaume Sastre, a la sazón (al menos, mientras sobreviva a la terrible hambruna autoimpuesta) uno de los líderes supremos y también máximos del muy racista y no menos xenófobo Lobby per la Independència.
 En realidad, la cosa no es para tanto. En absoluto. Sucede, eso sí, que Jaume Sastre ha encontrado, al fin, en la singular Assemblea de Docents (que de plural tiene muy poco) sus compañeros naturales de viaje, su corte ilustrada de navegantes extremos, su selecto pasaporte hacia la dieta infernal y monótona del ayuno voluntario como método de eternizar una confrontación educativa que, a estas alturas del curso, pilla a todos casi que desarmados y hasta con la guardia baja.
 En efecto. Ya se ha perdido demasiado tiempo y urge, sin más excusas o dilaciones, que los auténticos representantes de todos los estamentos educativos se deshagan de la fantasmagórica Assemblea de Docents y empiece, de veras, una negociación seria con vistas a los años próximos. Todo ello, por supuesto, sin que queramos robarle a Sastre ni un ápice de sus cinco o seis minutos de famélica gloria. O legión. Estamos dispuestos a esperar y ver (de hecho, a no ver) su todavía fantástica panza verde en tan sólo un par de semanas más. O así.
 

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martes, mayo 20

Las redes sociales


La Telaraña en El Mundo.
 
 Puede que las redes sociales no sean sino lo que los usuarios publican en ellas. A veces, una colección de frases aceradas que brillan, turbulentas, en mitad de la noche como el filo cariado de una cuchilla rota. Un alud incierto de imágenes con la resolución forzada y el objetivo a contraluz.
 O un acordeón chirriante de ideas con los viejos cañones gramaticales lo suficientemente recortados como para que sepamos que la pólvora es de pega; y que el ubicuo código binario del software sólo da para proyectar esa torpe y estrecha dialéctica donde los colores se funden en el blanco y negro estrictos de una ciénaga y los pensamientos se camuflan en el vientre agrietado de un discurso tan gregario o maniqueo como, presuntamente, social. O de todos. Resecas voces de ira y aire: exabruptos y regüeldos. Pues buen provecho.
 Con todo, sólo se escandaliza quien quiere. El que tiene tiempo que perder y lo acaba perdiendo, una vez y otra, quizá con el vano pretexto de rencontrarse, al fin, más allá de la realidad; en ese sueño virtual donde tenemos cientos o hasta miles de amigos y somos, además, los fotógrafos más jaleados del universo, los escritores más leídos del orbe, los pensadores más ingeniosos, refulgentes y hasta lúcidos en un mar tan denso, profundo y negro como, quizá, vacío. Lástima que ese mar sólo sea el sulfúrico espejismo de un sucio charco donde no hacemos otra cosa que chapotear como niños, prematuramente envejecidos, en la hora magnífica de un recreo que, por desgracia, no puede sino aburrirnos. Y nos aburre.

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viernes, mayo 16

Derecho al olvido


La Telaraña en El Mundo.
 
 En 2007 firmé una columna titulada «La secta». En ella les hablaba, básicamente, de una asociación (cuyo nombre obviaré) de índole no sé si filosófica, cultural o esotérica. Ahora no importa mucho eso, porque lo único que me movió a escribir aquellas líneas era ir dando tumbos de un personaje a otro bajo las carpas aceradas y los focos asfixiantes de la subvención galopante o el integrismo moral, ético y lingüístico de ayer y hoy. Quizá de siempre.
 Así iban saliendo, entre otros, Francina Armengol y el CIM, Jordi Bilbeny o el descubrimiento catalán de América, Gabriel Bibiloni y hasta Antoni Martorell. Es decir, las relaciones entre la corte de filólogos de la UIB y el caos contracultural de IB3. Qué poco que mudan las cosas con los años.
 Pero vuelvo al principio. La asociación de la que les hablé se puso, hace unos meses, en contacto conmigo para informarme de que la función “mostrar sugerencias” de Google les relacionaba con la palabra secta. Qué mala suerte, pensé. Llegaron a pedirme que retirara el artículo de la Red y hasta de la memoria entera de El Mundo / El Día de Baleares. O del universo. Me temo, en fin, que el derecho al olvido (que una sentencia judicial acaba de proclamar de forma más teórica que práctica) tiene con estos sofistas o aprendices de internautas una gran deuda: demostrarles que todo se acaba olvidando si uno deja atrás la vanidad de rebuscarse en los arrabales de Google y acierta a recogerse muy adentro de sí mismo. Hasta Narciso –sobre todo, él- ha de aprender a descansar de la propia imagen. Qué pesadez.
 

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martes, mayo 13

Eurovisión o Europa


La Telaraña en El Mundo.
 
 Sólo vi del festival de Eurovisión la alegría (y también el llanto) de una mujer austriaca, llamativa y cuidadosamente barbuda, y unos pocos fotogramas memorables de dos jóvenes polacas fingiendo lavar la ropa o batir la mantequilla, como el cobre de algunas monedas que ya no existen, en un barreño de madera. No hay color, por supuesto. O hay el de mis propios gustos e inclinaciones, más allá de los malabarismos culturales que tanto apreciamos los europeos. Incluso los de España.
 Pero la televisión es un lugar de ficción donde las luces y las sombras se superponen para ofrecernos una realidad única, siempre volátil y amable. Un artificio que abarca, por igual, los años en blanco y negro de la guerra fría y las actuales cuentas en rojo del stress bancario. O de la globalización digital. Tampoco hay color, porque el muro, derribado piedra a piedra, sigue estando ahí: en cada frontera, injusticia o crisis global pero, sobre todo, ciudadana.
 Mientras tanto, la campaña electoral dibuja un lienzo donde la modernidad y la tradición (juntas o por separado) acaban siendo lo mismo, el mismo marketing, la misma faz, entre pícara y desencantada, con que nos miramos en el limbo de los espejos y sólo nos hallamos guerras antiguas y una miríada de traiciones o deseos rotos como señas de identidad en común. Pero no hay color. O sí. Cuando quiero ponerle letra y música a Europa me olvido de los políticos y releo a Shakespeare, Cervantes, Milton, Dante, Goethe, Kafka o Dostoievski. No sé cómo elegir a alguno sin elegirlos a todos.
 

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viernes, mayo 9

Los muros de la discordia


La Telaraña en El Mundo.

 
 Voy de un muro a otro de Facebook. Del de Mestres i professors en català - Illes Balears al de la Assemblea Sobiranista de Mallorca, sin olvidarme de la Assemblea de Docents. El viaje, por resumirlo de alguna forma, es una exhibición soberbia de banderas y banderías, de tentáculos y tinieblas; incluso un amago de aprobado general contra el fascismo. Un paisaje ocupado por la retórica locuaz y retorcida de los que apenas tienen nada que decirnos, un espacio sin más atmósfera que el etéreo vapor ideológico, un tiempo detenido y hasta petrificado en algún lugar estrecho de la clepsidra. Un agujero negro. Un túnel de viento. El hangar donde la educación de nuestros hijos es sometida a todas las pruebas, simulaciones y distorsiones posibles.
 No estoy describiendo todo lo que veo, sino sólo lo que me llama la atención. Me enerva los sentidos. O me aterra. Un universo plano, unidimensional y terrible como todos los lugares donde acecha el horror liberticida, el gélido aliento del hombre antes de ser hombre; o después, cuando la humanidad ya ha dejado de existir y la película va de unos pocos zombis, alienígenas, exaltados ángeles o demonios: ya sólo mutantes.
 Pero hay un tema que sí me preocupa. Una gran fotografía con los veinte dígitos de la cuenta corriente de la caja de resistencia preside el muro de la Asamblea de Docentes. Debieran actualizar esos dígitos y cambiarlos por los veinticuatro del IBAN. No es cuestión de dejar escapar ni un solo euro cuando lo que está en juego es tanto y, también, cuánto. Por lo visto.

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martes, mayo 6

Regreso al futuro


La Telaraña en El Mundo.
 
 Me gustaría perderme más a menudo. Mucho más, aún, de lo que me pierdo, quiero decir. Perderme en el remolino quieto y casi trasparente del silencioso anacronismo, por ejemplo, en vez de precipitarme en las aguas rápidas del vértigo y en las prisas voraces de los que todavía creen que la humanidad progresa mientras dice avanzar y avanza y cruza los mares y también los desiertos y observa, porque no puede evitarlo, cómo la tempestad de la existencia, la espuma de las olas y las arenas movedizas sepultan sus huellas y enloquecen la brújula del destino. Demasiados círculos, en fin, parece que dibujamos para acabar regresando, siempre, al lugar de origen, al principio indeterminado de lo que aún está por llegar y no, no llega.
 Mientras tanto, la vida pasa. En paz auténtica, pero también relativa, nos decimos, y es cierto, lo sentimos en la piel y el alma y deseamos que siga siendo así durante mucho tiempo; quizá hasta que se curve el universo en nosotros. O hasta que asumamos ser quienes somos y no quienes nos gustaría ser. No parece tan difícil.
 Venía todo esto a vueltas (y, sobre todo, a revueltas) de España. De algunos temores que ya no sé si comparto. De tantas cosas que no funcionan. O de una educación estúpidamente entregada a los nacionalistas. Quizá España no exista, les dije ayer a unos amigos de León, mientras comíamos junto a un mar de redes y veleros y el horizonte era un seductor trazo azul vestido de llamaradas rojas. Una hermosa metáfora, un perfecto traje de luces para un futuro que no sé si existe. Tampoco.

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viernes, mayo 2

El guateque de Bartleby


La Telaraña en El Mundo.
 
 Al final resulta que uno se pasa la vida releyendo los mismos libros. O casi. Algo así como una docena de autores que van y vienen del atril de la lectura al polvo de las estanterías, del libro de notas al librillo de las meditaciones, del margen repleto de apuntes a la retorcida caligrafía de los sueños, del tacto encendido y del cortejo lujurioso de la piel y el papel a ese lugar de privilegio donde están sólo los que son o los que acaban siendo. La criba es diaria, porque el tiempo es reducido y los intereses muy concretos, aunque transversales; hace falta mucho temple literario para perdurar más allá de la moda y los estados de ánimo. A eso me refiero: una vida da para muchos libros, pero se culmina en, tan sólo, unos pocos.
 No es extraño, pues, que las noticias literarias rara vez me interesen; que en ese páramo o desierto de mis pocos autores de por vida las novedades escaseen, porque esos libros ya tienen vida propia o viven en mí como yo en ellos: no puedo hacer públicos sus nombres, porque cada cual tiene los suyos y hace falta toda una vida para descubrirlos.
 Con todo, de vez en cuando, aparecen juntos y casi que revueltos un par de nombres que me resultan agradables. O seductores. Un par de anomalías en ese paródico guateque de la vida donde tanto cuesta deslindar el arte, por ejemplo, de la teoría de las catástrofes. O viceversa. Se trata del Premio Formentor y de Enrique Vila-Matas. La prueba irrefutable de que Bartleby, como nosotros, sigue buscando magníficas razones para no escribir, escribiendo.
 

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