LA TELARAÑA: La Feria de Abril

viernes, abril 4

La Feria de Abril


La Telaraña en El Mundo.
 
 Si ya degenera –y lo hace mucho, muchísimo- la cultura que podríamos llamar, sin temor a equivocarnos, propia o autóctona, cómo no va a degenerar –y hasta convertirse en puro delirio- la que nace por simple imitación o empatía, quizá por nostalgia, tal vez por llenar algún vacío afectivo o importar, casi de estraperlo, las costumbres que nos son tan próximas en el espacio y el tiempo como ajenas en su substancia, en su acaecer diario, en su telúrica inmersión en nuestras vidas. Una Feria de Abril sevillana en el acalorado mayo de Mallorca no es tan sólo una orgía de requiebros, finitos y faralaes; también es un viaje temático al extranjero: a ese lugar mitológico y salvaje donde siempre somos mejores (lo son, incluso, los bárbaros del pubcrawling o el balconing) de lo que en realidad somos.
 Repaso el párrafo que acabo de escribir y sonrío. Está claro que me he dejado llevar por el optimismo antropológico y por la fe ciega, tal vez, en la quimera; por la convicción penúltima de que la vida es también un viaje del que –como de las crisis, esos capítulos que abrimos y cerramos casi sin darnos cuenta- sólo podemos salir reforzados. O no salir.
 La Feria de Abril parece que se nos ha caído, veinticinco años después, de la agenda local por unos cuantos inodoros de menos. O por unas cuantas escaramuzas de más al interior de esos armarios de azufre y plástico donde lo difícil no es ya dejarse, heroica y malamente, el vientre, sino hasta el alma entera. Sea como fuere, y en donde fuere, no olviden recuperarla a la salida.
 

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