LA TELARAÑA: Entre arias y alaridos

martes, abril 15

Entre arias y alaridos


La Telaraña en El Mundo.
 
 Las más de las veces les daría algunas monedas con tal de que se fueran con su música a otra parte; pero igual es que soy un raro y no deben, por lo tanto, tomarme en serio: hay gente que hasta les aplaude y tararea, mientras dan vueltas por entre las mesas abarrotadas de las terrazas y el mundo, entonces, se vuelve más oscuro y no sé si mezquino y un rugido catastrófico de acordeones y timbales (o así) me hace trizas el alma y el poco tímpano que aún me queda.
 Es la hora del café con leche, el refresco o la caña echados a perder para siempre. La hora del mal cuerpo, confirmado, por tener que afrontar los ciclones y las tormentas acústicas y no poder, siquiera, poner cara de disgusto, negar una limosna, una sonrisa, un airado cruce de miradas entre el gentío inconsciente y el sol de plomo (o latón, el paupérrimo metal del dinero) en las alcancías.
 El tema, no obstante, no es tanto la música como la mendicidad. La sobreactuación vulgar de los peores frente a la discreta presencia de los más cualificados. Ahora recuerdo a una mujer entonando arias con esforzada dignidad y a varios grupos o solistas, sobre todo por San Miguel y alrededores, que casi convierten la ciudad en un magnífico viaje desbocado entre emociones que van o vienen: siempre al galope. Lo que ya no sé (desechada la autoridad moral de todos los colectivos artísticos o municipales del universo) es cómo disfrutar de su fiesta sin tener, como contrapunto, que aguantar a la peña ruidosa y folclórica de las terrazas y la sangría compartida de los bares.

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