LA TELARAÑA: La rampa

viernes, enero 17

La rampa


La Telaraña en El Mundo.
 
 Hay que reconocerlo, aunque nos duela. La rampa de los juzgados de Palma, salvo si la acaban cubriendo con una mullida y cinematográfica alfombra roja, a juego con las numerosas televisiones que, de seguro, retransmitirán el evento, resulta ser bastante desangelada y cutre, bastante húmeda y hasta resbaladiza, si el día baja, como es de esperar, entre nubes turbulentas y rayos o, quizá, truenos. Y no importa si los coros y danzas -o así- de la meteorología tribal son, finalmente, reales o tan sólo mediáticos.
 No importa, porque puestos a descender hacia el infierno tortuoso de la verdad o de la mentira, ese gran dilema absolutamente irresoluble, lo único seguro es que todo baja mejor si baja cuesta abajo, sin frenos y a lo loco: hay que ver lo que ayuda la inercia.
 ¿Cómo debería, pues, descender la Infanta Cristina esos setenta pasos mal contados? ¿En coche, a pie, tal vez deprisa y corriendo, quizá bajo palio? ¿A lomos, metafóricamente hablando, de Pedro Horrach, el fiscal anticorrupción que, a fin de cuentas, es quien más empeño está poniendo en su defensa? Yo preferiría, sin duda alguna, verla entrar del brazo incorrupto de su marido, que ya conoce muy bien las retorcidas trampas y peligros de esa rampa o vieja puerta trasera de los juzgados, por la que los días laborables –de lunes a viernes- no suele entrar nadie, sino tan sólo salir y casi siempre a hurtadillas. Parece que todos olvidaron que la entrada principal de los juzgados es la que da a Vía Alemania y ahí no hay rampa ni paseíllo que valga. O casi.

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