LA TELARAÑA: La cuesta de enero

viernes, enero 3

La cuesta de enero


La Telaraña en El Mundo.
  
 De momento, todo es (sólo) una sucesión de fotos, discursos y banderas. La algarabía enfática y al alza del diseño. Sonrisas efervescentes con un punto de nieve, un brote instintivo de urgencia y vértigo, un sarpullido, no sé si juvenil o maligno, pero de recorrido dialéctico y clasista, tortuoso. Territorial y epidérmico. Político y también abstracto, como un viaje atrás en el tiempo para cambiar una Historia que ya no tiene recambios de futuro porque la fábrica de las quimeras quebró hace rato. O se dejó de razones para vivir de la indigencia fácil y subvencionada de la síntesis. Su artificial corolario. Su paradoja. La barcarola del amor contra los arrecifes cotidianos. O así, pero sólo por fuera, porque adentro no hay nada.
 Pero las imágenes nos llegan repetidas, persistentes. Baños independentistas para empezar el año con la bravuconería de quien sabe que la cuesta de enero es lo de menos, que ya vendrán repechos mayores, con un perfil y una climatología más exigente. Ah, qué largos el atardecer y la noche cuando el día no llega, no acaba de llegar. No ha de llegar nunca.
 Será por eso que, desterrados al limbo de la incredulidad los grandes ideales, inicio mi nuevo año con unas pocas cosas simples y concretas, puede que inaplazables. Recorrer a pie, desde Can Pastilla hasta la Seo, el auténtico paseo marítimo de Palma, que no es el de Palma, sino el del Molinar. Limpiar de polvo el vientre de mi ordenador de sobremesa. Escribir estas líneas sin prisas ni miedos. Grácil y levemente, como si danzando. O casi.

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