Corretean los niños tras las palomas sin sospechar que el
juego consiste en perseguirlas y no en alcanzarlas. Qué harían ellos, en fin,
con las palomas, los buitres, las bandadas verdes y picudas de pajarracos que
vuelan más bajo que nunca, que se arrastran como serpientes verdes por los
patios de los colegios, por las aulas pervertidas por las banderas y los lazos,
la educación abrasada por la huelga permanente de cada día, la letanía de la
sumisión lingüística, la epifanía de los derechos pisoteados, el curso perdido,
la educación convertida en suplicio, hurto, atentado, en vuelo rasante de niños
y familias, de palomas y pájaros, de reptiles que ya ni vuelan, de docentes emplumados
con las plumas verdes de la infamia, los sindicatos de la asfixia, la lengua
única, la impostura, la delación, la guerrilla dialéctica del fin y los medios.
Corretean los niños, precisamente hoy, que es día de
rencuentros y regreso taciturno a las aulas, en busca de palomas y halcones, de
murciélagos y búhos, de pájaros mágicos en vez de águilas desnortadas; y no encuentran
sino la maraña verde de las jaulas verdes, las horas vacías, la enseñanza
convertida en mimetismo, desidia y vergüenza. Otra vez, tiempo de silencio.
Pero ahora la pregunta es si hay que seguir abriendo
expedientes o echar un vistazo al páramo y a la pajarería y cerrarlos todos de
golpe, deprisa y corriendo. Tanto da. Por desgracia, nada ni nadie podrá
liberar a los pájaros que adoran las jaulas y no el vuelo asombrado hasta donde
Ícaro y más allá del horizonte.
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