LA TELARAÑA: Rodear la realidad

martes, diciembre 17

Rodear la realidad


La Telaraña en El Mundo.
 
 Parece que el extraño pulso (religioso, pero también laico) de la Navidad sube de tono y que lo que fuera un lejano rumor se convierte, con el paso marcial de los días, en una torrencial sinfonía de tambores. O timbales. Pero no sé si esto es, realmente, música o si es sólo ruido. Tampoco sé si mantengo, aún, mi escepticismo de siempre o si, de hecho, me dejo llevar, porque con la edad uno se vuelve, a la vez, más dócil y flexible: menos expuesto a los rituales rápidos de la moda, a las exigencias escasamente filosóficas de la comunidad, al filo jadeante de la actualidad, la balanza fugitiva del análisis, el elixir de las largas frases ingeniosas o el acerado requiebro del silencio. El recurso de la prudencia. O por si acaso.
 Deberíamos, pues, ir dejando de lado las mil historias ridículas que ya ni importan. Las preguntas de la secesión, por ejemplo, o el baile en la sala de unas muñecas que ya no bailan. No se puede rodear la realidad, porque los furgones policiales la rodean igual que rodean el Congreso. Protegiéndolo, quizá. No se puede rodear la realidad, porque lo importante debiera ser atravesarla y tomarle el otro pulso, el que no convoca a las multitudes, pero las acaba moviendo. ¿Cómo explicarlo? Todo sucede sin que apenas nos demos cuenta.
 Mientras tanto, revisito los rastrillos donde alguien dejó abandonada su biblioteca personal (tan similar a la nuestra) y la puso en venta. Ahora, los libros antiguos ya no nos huelen a rancio, sino al sudor joven que nos recuerda quienes fuimos. Y seguimos siendo.

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