LA TELARAÑA: El espionaje cósmico

viernes, noviembre 1

El espionaje cósmico


La Telaraña en El Mundo.

Puede que la realidad no sea más que un montón de señales codificadas que hay que descifrar como sea. A nosotros nos vale con la lógica, la deducción o el instinto y es así que lo hacemos, a tientas y como en duermevela, aunque sepamos que a otros, funcionarios con mando y plaza entre el andamiaje de las sombras, les va mejor con la lupa grande del espionaje, esa burla de la privacidad, pero también de la verdad o la mentira como categorías del ser, que no repara en cerrojos ni en sellos lacrados y que se alimenta de la permisividad bastarda de las puertas traseras de los sistemas operativos y los algoritmos de los buscadores: de las grietas malabares de Google, Yahoo y Bing, de la inocente impostura de creerse anónimos en un mar de dígitos censados desde mucho antes de caer en nuestras manos.
 Pero no parece que nos importe mucho cómo y cuánto nos espíen. De hecho, gracias a la levedad de móviles, tabletas y portátiles, se lo ponemos en bandeja de plata al guardar nuestros datos más preciados en ese lugar intangible que llamamos la Nube y que debe ser algo así como la antesala física de la mismísima NSA y demás agencias del espionaje universal.
 Luego está el simulacro de las diplomacias y la presunción de que hay aliados tras los bastidores de la realidad tal y como la conocemos. O la perversa idea de que la inteligencia descansa en esas toneladas de datos que no sólo caen por el propio peso de su irrelevancia sino que, antes de desaparecer, emiten una leve humareda y una especie de chasquido cómico. O cósmico.

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