LA TELARAÑA: Vivir y dejar vivir

martes, octubre 22

Vivir y dejar vivir


La Telaraña en El Mundo.
 
  Me resulta no sólo bastante ácido, sino exquisitamente paradójico, ir esparciendo en dosis reconcentradas -de momento, los martes y los viernes- estas ligeras (o no tan ligeras) opiniones mías sobre el ir y el venir tránsfuga de una realidad que, de hecho, no sé si va o si viene. Hasta puede que ni vaya ni venga y que todo cuanto nos es dado discutir ahora -por ejemplo, la educación de calidad, el trilingüismo más o menos apolítico, la secesión secular, los albañales del nacionalismo o la eterna duración de una crisis que es económica, pero no sólo económica- sean simples excusas, esbozos inacabados de un viaje sin más origen o desenlace que seguir viajando mientras haya escalas, colas de embarque y, sobre todo, peajes: rutilantes anuncios de neón en el atlas turístico de la niebla.
 Pero lo primero es saber desmitificarse. Aceptar con absoluta normalidad que se carece de cualquier tipo de autoridad verificable; y no sólo eso: también de cualquier competencia normativa sobre lo que es y, muy en especial, sobre lo que debiera ser.
 Ese viejo dilema entre el ser y el deber ser es, quizá, uno de mis argumentos favoritos de supervivencia. Pero también de oración. Puede, pues, que mi mundo ideal, ese trasiego de circunstancias, ideas y acciones que llamo mi propio mundo, no sea, en definitiva, del gusto de casi nadie. No se trata, por lo tanto, de imponérselo a la gente, sino al revés. Dejar vivir, al margen de lenguas, banderías y contra informaciones punto cat, debiera ser el único objetivo común, pero quién sabe.

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