LA TELARAÑA: Abierto hasta el amanecer

viernes, septiembre 20

Abierto hasta el amanecer


La Telaraña en El Mundo.
 
 Año tras año, puntualmente, vengo dedicando unas breves líneas -estas de hoy, por ejemplo- a glosar el civilizado simulacro de botellón urbano en que se convierte ese derroche de noche (la de ayer mismo, para entendernos) en que el Arte está abierto metafóricamente hasta el amanecer y casi no hay sino que afilar los colmillos para hincarle el diente, no tan sólo al canapé, tan efímero, sino también a ese objeto que ahora vemos y luego ya no, que ahora palpamos y hacemos nuestro y que es, también ahora, cuando lo perdemos, ese objeto del Arte que es arte en sí mismo y objeto capaz, en fin, de mantenerse erguido con la sola brisa interior de algo así como un concepto, a modo de sostén o médula, y de embriagarnos con él y hasta de trascenderlo, para que cuando volvamos a necesitarlo ya nada sea lo mismo, porque nosotros ya no somos los mismos y algo nos cambió la conciencia, quizá ese concepto o ese simulacro. O ambos.
 Con todo, saciada la sed de sangre, la bestia humana se calma y casi que, al rato, se olvida hasta de sí mismo y de su monstruosa apariencia, del dolor absurdo que desde siempre le causa saberse repetido (y único) en la superficie requemada, pero brillante, de los espejos.
 La nómina de anoche ya la conocen ustedes y quizá hasta la guarden en algún hilillo de luz o sombra entre las alcobas revueltas de su memoria, entre las cañadas doloridas de su garganta, entre los esquejes y las arrugas de la piel rota cada día un algo más o un algo menos. Todo acaba siendo según se quiere ver. O según se mira.
 

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