LA TELARAÑA: Rompiendo aguas: Emaya

martes, agosto 27

Rompiendo aguas: Emaya


La Telaraña en El Mundo.
 
 Y de repente, la ciudad amanece tullida de bronce y huérfana de colores y como muy oscura y parece que llueve y hasta relampaguea y las calles, perezosamente, se van poblando de paraguas abiertos y nadie puede asegurar si acabará amaneciendo por completo o si la noche, en cambio, holgazaneará algunas horas más allá del abismo de la luz y el equilibrio biológico de las horas.

 Pero es en este mismo instante, tan apurado como quizá inverosímil, que los cielos heridos mezclan sus lágrimas dulces de agua -esa química gramatical de las alturas es también un holograma suicida de las alcantarillas- con las aguas rotas de Emaya; y del chirriante grifo abierto del día a día puede que sólo brote el horror seco de los enchufados por la gracia plural del esperpento, el vocerío de los comisarios políticos en plena timba de tahúres, la sangre desteñida de la corrupción sucesiva y casi que eterna. La molesta sensación repetida de que nada funciona como debiera y de que esto, en fin, no hay quien lo arregle. O casi. O así.

 Sólo falta, pero sucederá en cuanto me descuide, que la corriente eléctrica parpadee con fuerza y que el ordenador se apague de repente y que estas líneas se fundan rápidamente en negro y no haya otra forma de recuperarlas que confiar en la memoria y aceptar el hecho inevitable de estar escribiendo en la arena: justo ahí donde rompe la espuma de los mares y se lleva las palabras a otro lugar donde alguien, y eso sí que es seguro, las acabará reconstruyendo. Estos milagros son los que nos mantienen con vida.

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