LA TELARAÑA: La música de los otros

viernes, agosto 30

La música de los otros


La Telaraña en El Mundo.
 
 
 Sólo la desidia o la incompetencia, la mala gestión continuada o el extraño bulto (sin escurrir) de una inercia contable con tanta vocación de abismo como de debacle, pueden explicar que los músicos de nuestra Orquesta Sinfónica lleven desde julio sin cobrar y que no sea previsible que lo hagan en breve. Es lo que tiene la música cuando deambula entre la precariedad privada y el voluptuoso interés público, entre la necesaria supervivencia (sin sumisión a subvenciones, espero) de la cultura y la estampida general o el naufragio colectivo a la hora de afrontar, puntualmente, los pagos que van desde el territorio confuso de la realidad al lugar, casi indescifrable, de los sueños. O viceversa.
 En esa aduana (que es, entre otras varias, la que marca la línea roja de Hacienda) se forman las colas más largas y redundantes del universo. Los ovillos más desmadejados. Las listas de espera más desesperadas. La antesala imposible, quizá, del desaliento: desafina la tropa y chirrían todos y cada uno de sus instrumentos.
 Pero viajo a la terraza cotidiana de los bares de Palma y a la mendicidad encubierta (o sin encubrir) de otros músicos sin más presentación que el tintineo impaciente de sus alcancías. Creo haber oído que Cort, tal y como sucede en otras ciudades, está planeando exigirles unos niveles artísticos mínimos y una especie de carné para poder tocar en las calles. Pues no sé qué decirles. Odio tanto las intromisiones administrativas como que me asalten con músicas ajenas a la hora sagrada y revoltosa del aperitivo.

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