LA TELARAÑA: Educación y proselitismo

viernes, agosto 9

Educación y proselitismo


La Telaraña en El Mundo.
 
 Desde que uno exhibe, con la siempre juvenil y ridícula osadía de la ingenuidad, el conocimiento y, sobre todo, la cita literal de algunas de las mejores ideas ajenas (de los mejores o los más acreditados en la disciplina que se trate: filósofos, escritores, científicos, lingüistas, quizá políticos o economistas, lo que fueren) hasta que, al fin, logra poseer algunas pocas ideas del todo propias (si no en su síntesis o desenlace, sí en su planteamiento o desarrollo) suele ir un largo trecho.
 Años de estudio y aprendizaje. Lustros de olvido y hasta de difícil, pero necesario, desprendimiento. Siglos en los que uno no está para nada, salvo para ir quitándose de encima (y de adentro) el grumo de todas las rémoras culturales adquiridas, de todos los errores de cálculo, de toda la impostura acumulada en el discurrir del pensamiento y su «alter ego», el lenguaje.
 Hay que entender, pues, que la educación es como un vestirse (y hasta un abrigarse) lo máximo posible para, con el tiempo, acabar absolutamente desnudos y, quizá, exentos. Satisfechos y sudorosos. Tal vez extasiados. Con la piel a tiras y la sien palpitante. Con el rostro expuesto a las intermitencias de la verdad o la incertidumbre. Con la satisfacción o el apuro de haber dado a luz lo único que nos está permitido dar: un poco de nosotros mismos. Y no mucho, por desgracia. Lo que ya no sé, y bien que me duele, es cómo explicar todo esto a la banda de nacionalistas y asimilados que confunden educación con proselitismo, fe con ciencia y territorio con lengua. 

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