LA TELARAÑA: Reducción al absurdo

martes, julio 9

Reducción al absurdo


La Telaraña en El Mundo.
 
 Quizá la vida se reduzca a unas pocas cosas antes de convertirse, tal cual, en nada. Un par de libros y lecturas, alguna que otra despedida memorable en los muelles del tiempo de Palma, Valencia o Barcelona, unas docenas de besos robados al azar o a la necesidad, el recuerdo de tu eterna sonrisa de siempre y aún algo más: unos minúsculos granos de arena y el dibujo herido de unas algas de alquitrán en tu piel y tus uñas rojas. Hay también un arcón (de tamaño indeterminado y sobre el que, por pudor, ahora no diremos nada) donde acabamos escondiendo el vacío que nos sobra o no fuimos capaces de tolerar porque, en algún momento, nos venció el miedo. O el hastío. La comodidad. O la inercia.
 Este es, sin lugar a dudas, un modelo de realidad voluntariamente reducido al absurdo de forma muy veraniega y portátil, llevadera, muy de catálogo de exposición itinerante, de guión teatral o novelístico, el «prêt-à-porter» de una situación sostenida a lo largo de los años, que igual nos pesa como el plomo que nos resulta volátil e ingrávida, según la importancia que le demos. A ratos, mucha. A veces, no tanta. Por lo general, ninguna.
 Es en este contexto irregular y subjetivo donde los titulares políticos del día a día casi que nos dejan sin palabras. Si el Govern de Bauzá está buscando -¡ahora!- los 30 millones de euros que el Govern de Antich desvió del tranvía de Palma al tren de Artà es porque ambos gobiernos han perdido el oremus entre la niebla gélida y los andenes sumergidos de una contabilidad tan inútil como falseada.
 

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