LA TELARAÑA: 2031

viernes, junio 14

2031


La Telaraña en El Mundo.
 
 
 Érase una vez. O decíamos ayer. Cerré los ojos mientras imaginaba el temblor de la hoja reseca de un calendario en blanco y negro. 1984, por supuesto. O 2031, también. Pero al volver a abrirlos, hace tan sólo un instante, no pude sino constatar cómo se curva el tiempo sobre sí mismo y los eventos se repiten y las situaciones se solapan. El mundo se convierte en un corazón con las arterias bloqueadas y muy pocos logran, pese al esfuerzo y los quebrantos, llegar a la Plaza Taksim de sus sueños o reivindicaciones, que no son lo mismo. Ni por asomo. Pero para explicarlo nos haría falta un lenguaje entero y no dos o tres gramáticas errantes.
 El calendario sigue, inmóvil, en su tiempo detenido mientras, en el blanco y negro de mi memoria, reaparece la misma cuchilla ensangrentada de Buñuel y Dalí, clavada en el gran Ojo que nos vigila. Ahora como entonces. Y como siempre.
 Será la seguridad. O será el miedo. O ambos, en plena arritmia de este sueño intermitente con la libertad al fondo: esa figura de escayola sobre mármol. Pero alguien puede estar leyendo estas líneas al mismo tiempo que las escribo. Pues ya podría corregírmelas. O no, mejor que no. Tampoco sabría. ¡Qué negro el poder y qué negro su celaje, su tormenta extendida, su simulacro de un mundo mejor o, incluso, perfecto! Un 1984 (o 2031) negro y eterno, como la puesta en escena colectiva de los dos minutos del odio. Pero ya no sé si el perro sigue siendo andaluz o sólo negro, como su negra sombra. O una oveja esquilmada y raquítica, tal vez indefensa, creo que superviviente. Desconfiada y hasta puede que herida. La oveja negra. Queridísima.
 

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