LA TELARAÑA: El temblor y la queja

viernes, mayo 31

El temblor y la queja


La Telaraña en El Mundo.
 
 
 Voy de la monstruosa caja fuerte de Munar a los esperados, aunque no sé si tardíos o melancólicos, cánticos de Vicens. Nada como las rejas de la cárcel y el qué dirán, voluptuoso, de la opinión pública (en la actualidad, de ese eufemismo indescifrable de las redes sociales) para alimentar la asfixia y la necesidad, quizá ya inalcanzable, del aire libre. Vagabundeo entre las ruinas y las catacumbas contables de la OCB y sus cruzados metalingüísticos y hasta escucho (¡lo que hay que oír!) a Armengol denunciando la presunta fobia catalanista de quienes parecen desear, al fin, que se aclare a qué cloacas y albañales fue a parar el negro rosario de tanta subvención y despilfarro.
 Nada como el lodo para revolcarse a gusto y convertir las viejas heridas de una guerra imaginaria en las barras y estrellas de un nuevo Séptimo de Caballería: resuena el viejo cuerno quemado de la inmersión y ondean los desvalidos píxeles virtuales de una identidad de humo y ventisca. De lluvia ácida sobre las ascuas prendidas del temblor económico.
 No es de extrañar, pues, que la náusea me venza y que las metáforas, con las que podría adornarme si quisiera (pero no quiero), se me antojen, aunque sólo sea de vez en cuando, inútiles remolinos de escarcha. Tornados verticales sobre la página finalmente repleta de escombros. Pinceladas paradójicas y terminales de una civilización que olvidó, hace ya tiempo, sus propias coordenadas y optó por esconderse en el agujero negro de la insolvencia. Ahí sigue. Y quejándose. Sólo eso. Como siempre.

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