LA TELARAÑA: Un mundo perfecto

sábado, abril 6

Un mundo perfecto


La respuesta al debate de los sábados en El Mundo : ¿Está de acuerdo en que algunas zonas de Marivent puedan visitarse, tal como propone la oposición?
 
 Sí. Cuando el éxito de cualquier ideología se cifra en la resonancia de unos ciento cuarenta caracteres y la hora de la verdad -como no puede ser ya de otra forma- es también la de la máxima audiencia, sólo nos resta plegarnos al furor uterino de la plebe y exclamar, con ellos, que entre el Museo que fue, pero ya no es, de Saridakis y la mismísima Alhambra, que fue, y sigue siendo, de Granada, no hay la más mínima diferencia. Ninguna. Qué va.
 Que las sombras heroicas del pasado dibujan, aquí como allá, los mismos arabescos espectrales, esa mezcla turbia de espejismos y sombras chinescas, y que, ante tamaña sugestión, no nos queda otra mejor ni, tampoco, más digna que clamar como posesos enfurecidos por nuestros sacrosantos derechos sobre las ruinas digitales de la guillotina metálica de nuestros sueños bipolares: sobre la piedra herida y manchada de sangre aún caliente y sobre la plaza engalanada de cristales rotos al alba de los crujidos. Aquí manda, ahora, la chusma. Y si no ella, sus representantes populares, su aristocracia en mangas de camisa y trajes de rústico diseño, el entramado piramidal y apocalíptico de los políticos, con sus masas, sus musas y esa garganta profunda que da en tragar lo que sea de un gran pelotazo y como si nada. Estamos de enhorabuena. Pues ya era hora.
 Tiemblo de placer al darme cuenta de que nos aproximamos a la difícil perfección del mundo perfecto. La biblioteca mutante y anónima de la Wikipedia, la literatura colapsada de los emails y la cultura punto cero de las redes sociales. A este paso podremos visitar el Palacio de Marivent desde nuestros ordenadores repletos de virus y troyanos y hasta chapotear en sus estanques dorados y piscinas. Vivir como reyes, príncipes y princesas, aunque nuestra vocación oculta sólo sea la de ejercer de voyeurs de una república virtual donde la falta de ideas propias nos permita, cómo no, escapar de la náusea. Así sea.

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