LA TELARAÑA: La bombilla y el café

lunes, abril 15

La bombilla y el café


La Telaraña en El Mundo.
 
 
 Podría ser una alarma antincendios o la prueba existencial de algún ojo que me vigila. Podría ser, pero no. Se trata, tan solo, de una bombilla de bajo consumo que compré hace días y que parece tener vida propia. ¿Cómo explicarlo? Funciona bien: se enciende y apaga y da luz o no, al compás, obviamente binario, sí o no, del interruptor con que la manejo.
 Hasta aquí, pues, ningún problema. Lo extraño es que esa bombilla lanza cada siete segundos, aunque el acontecimiento sólo pueda percibirse en la oscuridad más absoluta, un breve destello interior: una descarga silenciosa que centellea sin iluminar exhibiendo su médula de filamentos que palpitan como si quisieran avisarme de que sigue habiendo vida ahí afuera. O de que alguna vigilia intermitente me mantiene conectado al exterior hasta que el sueño me vence y ya sólo soy un resquicio entre las imágenes que intento recordar cada mañana, sin éxito.
 Luego salgo a la calle y pago dos euros y veinte céntimos por un café con leche en la terraza de una céntrica cafetería de Palma. Es lo que tiene vivir en una ciudad turística, pero sin demasiados turistas que la asendereen. Que tomas asiento y oyes cómo empieza a correr el taxímetro de la caja registradora; y todo ello, sin que precises proclamar que sí eres, en efecto, un extranjero en tu ciudad y en otras muchas. En casi todas.

 

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