LA TELARAÑA: El fulgor y las palabras

lunes, abril 1

El fulgor y las palabras

La Telaraña en El Mundo.
 
 
  Pasan los días tan rápidos y resbaladizos que no nos queda otra, a veces, que agarrarnos con fuerza a las palabras por ver si logramos fijarle la brújula a nuestros sentidos (a un par de ellos, al menos) y darle, así, cierta consistencia lógica a todo cuanto hacemos más allá, por supuesto, de la rutinaria inercia del paso del tiempo. Hay, pues, que ponerle alguna que otra brida a la naturaleza y detenerse, siquiera un instante, para reflexionar sobre lo que somos cuando percibimos no ser, exactamente, lo que quisiéramos, sino un croquis parcial, un deseo aplazado, quizá un holograma, tal vez un espejismo.
 
 Algo sabemos sobre nosotros mismos y, aunque sólo sea por azar, sobre los demás. Todos. Pero eso es tan cierto como que ignoramos, también, infinidad de matices propios y ajenos. El paisaje que auscultamos (y del que formamos parte) es un lugar esquivo, siempre sumergido en un claroscuro indeciso que nos seduce igual que nos atormenta. No hay forma de saber de dónde viene la luz. No hay forma de saber a dónde va la oscuridad.
 
 Pero ahí estamos, en efecto. Entre la luz y las sombras. Deslumbrados. Ciegos. O casi videntes cuando, a nuestro pesar, conseguimos olvidar todo cuanto creemos saber o desconocer y nos abandonamos al fulgor elemental de las palabras. Por ellas, hoy he escrito estas líneas. Buscándome. Buscándoles.

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