LA TELARAÑA: Las sillas musicales

sábado, febrero 9

Las sillas musicales

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Está de acuerdo con el regreso de Manzano al Real Mallorca?
 
 
Sí. Resulta que Gregorio Manzano ha vuelto y, aunque casi nadie sabe cómo ha sido, su regreso es sólo una prueba más de que todo acaba regresando. Todo y todos. ¿No volvió hasta Héctor Cúper? ¿No volverá, o eso dice, Samuel Eto'o? Pues eso. Que el corro de la pelota, como el del asteroide 2012 DA14 y su amenazante séquito de agujeros negros y de galaxias hechas añicos, sigue y seguirá dando vueltas como si jugando a las sillas musicales; y hoy, en fin, te toca quedarte de pie, hasta que un rato después te sientas. O te sientan. Pero no importa. La Liga continúa igual de cíclica y redonda o, quizá, de elíptica; y a una temporada triunfal con derecho -castrado o no- a las mejores jacuzzis europeas le sigue otra de ayuno y abstinencia, de miseria o de horror y hasta de descenso a los infiernos.
 Todo regresa, pues, de la misma forma que regresan, al parecer, las crisis económicas y las reinfecciones nacionalistas, las maravillosas gestas del esfuerzo y la solidaridad, las torturas indescriptibles de la estupidez y también de la inteligencia humana, los errores y los aciertos, las esperanzas que ya nadie desespera pero que nadie, tampoco, deja nunca de esperar porque aquí (y ahora) no se acaba nada, sino que todo sigue dando vueltas y, además, danzando. Y así será, al menos, mientras suene la música. La de unas monedas, por caridad. O por favor. O porque todo regresa. ¡Y que regrese! Claro. Faltaría más.
 Pero es que en un club, como el R.C.D. Mallorca, donde cada quince días la junta directiva compra, vende, subasta o renegocia los porcentajes volátiles de sus títulos de propiedad, la llegada de alguien tan sibilino como Manzano, comparado con el visceral Caparrós, no hace sino confirmar lo aleatorio y sorprendente de nuestras propias señas de identidad. Nunca seremos sino el eterno retorno de lo mismo. O de algo peor. De lo que ni siquiera sabemos que somos. Es fantástico. Sublime.



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