LA TELARAÑA: febrero 2013

jueves, febrero 28

El día de la marmota


La Telaraña en El Mundo.
 
 A veces, leo la prensa y se me antoja estar reviviendo el mismísimo Día de la Marmota; no tanto ese 2 de Febrero folclórico de Punxsutawney, mientras las nubes auguran que el invierno durará poco -eso espero-, como la odisea de Bill Murray atrapado en un círculo vicioso donde todo se repite y la única forma de salirse es hurgar en los pequeños detalles. Sobre todo en los más pequeños, casi que invisibles.
 Sera por eso, tal vez, que los grupos municipales de la oposición, PSIB y Més per Mallorca, utilizan los plenos de Cort para atiborrarse de grandes temas -anular el consejo de guerra contra Emili Darder o instar a PP y UPyD a no declarar los toros Bien de Interés Cultural, por ejemplo- en vez de ocuparse de los pequeños, pero enormes, problemas de Palma.
 Pero el día ya se me eterniza del todo cuando me encuentro, en Diario de Mallorca, a todo un profesor de Historia Económica de la UIB, Ramón Molina, reivindicando la vigencia actual de la lucha de clases. Luego me entero que fue director del Gabinete de Economía con Carles Manera y casi que lo entiendo. Pero tampoco. Quizá Corinna zu Sayn-Wittgenstein le podría explicar qué extraños lobbies manejan ahora el mundo a expensas de los estados, las naciones y los ciudadanos.

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lunes, febrero 25

Infecciones y contagios


La Telaraña en El Mundo.
 
 La gripe, con sus horas lentas y casi que muertas, pero no vacías, es quizá el mejor de los pretextos para reconcentrarse en las cosas que de verdad importan y no en las simples anécdotas. En los asuntos que nos dejaron algún que otro miedo o resquemor, alguna huella dolorosa y, acaso, imborrable.
 Así, el pasado 23-F, por ejemplo, y entre pañuelos, antimucolíticos y antipiréticos, preferí revisar todo el material gráfico que pude encontrar del lamentable episodio que protagonizara Antonio Tejero (junto a sus cómplices en la sombra, algunos aún sin desvelar) en el Congreso de los Diputados de hace ya treinta y dos años, que ocuparme un sólo instante del paradójico alboroto antimonárquico o republicano (y nacionalista e indignado y no sé cuántas otras cosas más, a juzgar por la sopa de siglas de las entidades convocantes) en los aledaños de los juzgados de Vía Alemania.
 No es que Urdangarin haya dejado de interesarme. No es eso; es que me parece ridículo darle más importancia de la que tiene y usarlo como símbolo de una lucha que no es, por supuesto, la nuestra. Por cierto, con lo contagiosa que parece ser la estupidez, no quiero ni pensar en lo que podría haber sucedido si en aquellos días de golpismo cutre y soez hubieran existido las redes sociales y los teléfonos móviles de ahora. Igual no estaríamos aquí para contarlo.

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sábado, febrero 23

Truco o trato

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que la operación de Globalia con Orizonia ha sido una treta para hacer desaparecer a un competidor?
 
  Sí. Pero la verdad es que no sé si el truco es un trato o, sólo, una treta. O cualquier otro símil fonético. El caso es que hasta que no consiga ver «La Trama» (que es la última película de Russell Crowe y, sobre todo, de Catherine Zeta-Jones: casi tan mallorquina ella, que nació en Gales, como el que fuera nuestro hombre en Hollywood y en s´Estaca, Michael Douglas) no podré recuperar mi antiguo ojo crítico al respecto del siempre retórico comportamiento de ese sucedáneo, a la baja, de Wall Street, que siempre se repite -con mayor o menor éxito mediático- en el transcurso de las grandes operaciones económicas, las ventas a precio variable y seguro que especulativo, los saldos y subastas que incluyen mano de obra y hasta generaciones hipotecadas, los desguaces de familias enteras por un quítame de en medio, o de encima, unos cuantos millones de paja, de polvo o de lodo, el simulacro contable de unos ERE en los que sólo acaba cuadrando, puro eufemismo, lo que ignoramos. Porque nos lo ocultan, claro.
 O sea, que no sé. Que se me antoja que el mundo es como una pecera de cristal expuesta para que la analicemos. En su interior vemos enormes bandadas de peces -amables y domésticas o vociferantes e indignadas, qué más da- y alguna que otra flor rara y exótica; pero también hay tiburones y muchas otras alimañas innombrables, y sólo cuando se arremolinan sobre la primera víctima que encuentran, la más débil, empieza, de hecho, el gran espectáculo.
 Agua agitada y nubes teñidas de rojo. Una carnicería de vísceras. Pavor y tumulto en el útero del universo. O en el espejismo de su laboratorio virtual. Llámese Orizonia o Globalia. Tanto da. Nos dan ganas de sacar el martillo y convertir la pecera entera en un haz de cristales rotos. ¿Por qué no hacerlo? ¿Lograríamos así dejar de vernos, multiplicados hasta el infinito, en los reflejos del cristal astillado? Algo me dice que no, pero quién sabe.

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viernes, febrero 22

En pelota picada


La Telaraña en El Mundo.
 
 Desnudos, pero con calcetines y zapatos. Así es como entran los visitantes de la exposición «Nude Men» en el Leopold Museum de Viena. Entran, pues, igual que salen, aunque en el intermedio es de suponer que puedan medir las pulsaciones de su desnudez física frente a la quieta desnudez del arte, de la pose ante la cámara o la paleta del artista. Ante la piedra que un día fue mole y, ahora, exacta geometría de curvas y pasiones.
 No sé si celebrar este desembarco del nudismo en el arte, porque no acabo de creerme que un museo pueda llegar a parecerse a una playa virgen en los arrabales del paraíso. Pero igual yerro. Y si hay museos, aunque se hagan llamar baluartes, que sólo son solares arrasados por la negligencia pública y privada, puede que existan esos otros museos donde el nudismo, como cualquier otra ideología más o menos rupestre, acabe retozando como en casa. Cómo no.
 Cosas más raras parecen gustarnos. Perder el tiempo con los requiebros del debate del Estado de la Nación, por ejemplo. Ahí sí que quisiera ver yo a sus señorías, en pelota picada, discutiendo sobre si ya asoman los lujuriosos michelines o si, tan sólo, las tercas costillas del hambre. Hay que ver lo difícil que resulta interpretar un desnudo. Pues sí.

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jueves, febrero 21

Los delirios regionales


La Telaraña en El Mundo.
 
  No tengo ningún problema en leer las diversas páginas webs corporativas del gobierno de Bauzá en catalán. O sea, que las recorro sin necesitar ayuda alguna de los traductores automáticos -altamente traicioneros- de Google o Bing. Por otra parte, también existe la opción, aunque marginal y poco visible, de acceder a las versiones en castellano, francés, inglés o alemán. ¿Quién da más, podría pensarse?
 Pues no sé. La cuestión es que, seleccionado el español como idioma de lectura, la curiosidad te acaba conduciendo, a los dos o tres clics, a algún texto escrito sólo en catalán. ¡Pero no pasa nada! O al revés, porque puede que te encuentres, a veces, con enlaces tan reveladores que casi que lo acabas, entonces, entendiendo todo. El tema de la Eurorregión, por ejemplo.
 Así, clicando al azar, pasé ayer de «L'Euroregió Pirineus Mediterrània», como la glosan en catalán, a leer (en otra página escrita en perfecto francés) sobre la bondad de un futuro compartido por «l'Aragon, la Catalogne, les Illes Baléares, le Languedoc-Roussillon et Midi-Pyrénées». No me valen, pues, las críticas a la falta de bilingüismo. Ni preciso que me traduzcan nada más para visionar buena parte del delirio de la Gran Cataluña. O quizá el delirio entero.

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lunes, febrero 18

Teoría de la realidad


La Telaraña en El Mundo.
 
 
 Podríamos dibujar la realidad de muchas maneras: según la vemos. O según nos la cuenten los detectives de «Método 3». También podría suceder que la mirada se nos dislocara y la viéramos, a la realidad, tal que a una colmena de sombras: con el hechizo, acaso cinematográfico, de unos puentes tendidos sobre una oscuridad en la que cada paso que damos es un acto de voluntad y, a la vez, de renuncia. Un reto al vértigo. Al quebranto de un salto al vacío. O al duro empedrado, que es lo que suele, en fin, acompañar (y acabar definiendo) nuestros vacíos. Por supuesto. Por desgracia.
 Pero podría suceder que la mirada se nos abriera de repente, como casi nunca. Y que entonces no halláramos líneas de espacio suficientes para delimitar, de un modo humanamente comprensible, lo que vemos, lo que se nos muestra de todos y cada uno de nosotros en esa imagen global con la que jugueteo, porque sólo le atisbo algunos fragmentos menores y me aterra asumir, sin sentimiento de fraude, tanta ignorancia.
 Podemos, sin embargo, sucumbir al efecto contrario y acabar viendo tan sólo lo que queremos ver (y hacer ver) a los demás. Y a toda costa. Ante esa impostura, tan habitual en estos días vergonzosos que vivimos, lo único decente es callar y dejar que el mundo siga siendo lo que no sabemos. O lo que sólo podemos asediar con herméticas metáforas.

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sábado, febrero 16

Del amor al odio

 
La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que Urdangarin debe alojarse en Marivent la víspera de su declaración ante el juez Castro?
  
 Sí. Ya me parece suficiente escarnio y escarmiento (aunque no sé si social o si personal) que a Urdangarin le descabalguen del mármol retórico y regio de la Rambla y hasta que le quiten, que todo se andará, la Medalla de Oro de la Comunidad que le concedieron no sé por qué insólito y surreal motivo. También vale (aunque no seamos capaces de entenderlo) que los políticos, que hasta hace muy poco tanto se preocupaban por servir fielmente sus intereses y participar, cómo no, de sus florecientes negocios, le maldigan, ahora, con tanta virulencia. Será que, finalmente, vale todo, o casi; que ya se sabe que del amor al odio -y más cuando son fruto de algún interés oculto y, tal vez, compartido- va sólo un paso. Un simple tropezón. O menos aún. Quizá nada.
 
 Pero ya es sacar las cosas de quicio pretender, además, prohibirle, como propone Més Per Mallorca -es decir, la nueva coalición nacionalista: los mismos perros, con perdón, que antes respondían a las siglas de PSM-IV-ExM- pasar la noche en alguna modesta suite -quizá en la más modesta y maloliente- de Marivent. Bastante castigo tendrá ya con lidiar, de noche y en ese palacio de mentirijillas, con la ronda de las sombras y el corro espectral de los muertos pretéritos -nobleza ajena obliga- rondándole desde el umbral desvanecido de los sueños hasta el frío y áspero despertar del alba y la guillotina de la citación en el Juzgado. El 23F, nada menos.
 
 Pero no seamos, tampoco, más papistas que el próximo Papa. O que el anterior. Y si el Duque (ahora, Duque consorte) prefiere, bien por propia voluntad o por no enrarecer más el ambiente, prescindir de las estancias reales, tampoco pasa nada, porque siempre le quedará, supongo, alguna de sus propiedades o de su socio, Diego Torres. O eso, o los restos del palacete de Jaume Matas. O bajo algún puente sin embargar. Total, la noche pasa rápida y, más aún, si uno se la pasa empalmado. Qué suerte.

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viernes, febrero 15

Hambre de luz


La Telaraña en El Mundo.
 
  Con el arte puede pasar de todo. Y pasa. Resulta que en pleno tumulto de cata artística en el stand de «Max Estrella», en ARCO, alguien dio un traspiés y tropezó, derribándola, con una réplica exacta -aunque actualizada con unos tubos fluorescentes- del mismo hombre de resina de poliéster que casi se atragantaba con una bombilla de luz en la intervención que Bernadí Roig montó en La Lonja el año pasado: la de los rostros fruncidos y pisoteados, aunque algunos con más saña que otros, por supuesto.
 Me gustó entonces y me sigue gustando, ahora, esa metáfora del hombre con hambre de una luz que, al igual que nos devora, nos convierte en sombras errantes, en espectros tullidos por alguna hipnosis de origen desconocido, en perturbadores y, quiero creer que profundos, agujeros negros, cuyo contenido, de hecho, ignoramos. ¿Y si estuvieran y estuviéramos, en fin, vacíos? ¿Desprovistos de cualquier cosa, salvo del hambre insaciable?
 La idea del vacío interior (como la del exterior) no nos resulta muy agradable. Eso es cierto. Y contradice, además, la propia experiencia de nuestros cinco o seis sentidos. Con todo, algo tendrá que ver el vacío con tantas cosas que, de continuo, nos empeñamos en construir. O en reconstruir. Y de balde.

 
 


 

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jueves, febrero 14

Cuestión de límites


La Telaraña en El Mundo.
 
 Voy de lo bello a lo siniestro, como si remedando a Eugenio Trías, para descargar mi pasión y desprecio -o una mezcla de ambos- donde corresponda. No siempre sé situar los límites, pero lo intento, pese a que la frágil geografía del espíritu no tiene nada que ver con la de las cosas que responden por su nombre. Lugares, personas, instituciones. Personajes. Ficciones.
 Dejo, pues, que mi indiferencia de a ratos lo inunde todo y permanezco, en ese universo sumergido, hasta que me vence la asfixia. Regreso, entonces, al dilema de los límites y caigo en la cuenta de que si hasta Benedicto XVI ha descubierto los suyos, bien podría la clase dirigente -en general y sin reservas- descubrir los nuestros. Y, al menos, no sobrepasarlos.
 Mucho nos va en ello. Hasta algún suicidio en Calviá. Pero nada puede eximirnos de mirar al espejo y sentir la decepción; no por nuestro aspecto, sino por nuestros actos. No es bello ni siniestro. No es sublime. Es estúpido que el Consejo de la Sociedad Civil de Mallorca sólo sirva para concentrar energúmenos en Palau Reial exigiendo la dimisión de unos y no de otros. O la suya propia, porque la crítica, sin autocrítica, es sólo necedad. O ceguera. Y esta sí que debiera tener límites. Pero no. Qué va.
 

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lunes, febrero 11

Códigos y transparencias

La Telaraña en El Mundo.
 
 
 Hay dos cosas, al menos, de Bauzá que ignoro. La primera es sobre su farmacia. No sé si la tiene abierta en su propio despacho oficial, como insinúan Armengol, Barceló y los otros inquisidores (y cómplices) de la oposición o si en alguna encrucijada virtual de casi todos los caminos. La segunda es sobre su equipo de gobierno. No sé dónde está ni, sobre todo, hacia dónde va. Y eso sí que es grave, porque si le pregunto a Rafael Bosch es posible que acabe, aún, más confundido de lo que ya lo estoy. Mucho, en efecto.

 Con todo, les aseguro que no he perdido ni un minuto en ojear las afinadísimas declaraciones del IRPF de Bauzá y demás transparencias forzosas y seguro que forzadas. A la fuerza ahorcan, debieron pensar al entregar sus íntimas radiografías a la vorágine de las redes sociales y, vista su sentencia, también a los jueces. Pero todo a su tiempo.

 Será, tal vez, que los ciudadanos de a pie hemos tenido que aceptar, paso a paso y día a día, que vivimos, de hecho, al margen de las leyes menores y, sobre todo, de la prolija Ley de Incompatibilidades, porque la única ley que nos atañe es la dictada por el sentido común y la lógica, o lo que más se le parezca, y no por esa burocracia etérea que igual construye una colmena de ordenanzas que un palomar de códigos cifrados. En ambos hemos vivido. O vivimos. Y como si nada, oigan.

 

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sábado, febrero 9

Las sillas musicales

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Está de acuerdo con el regreso de Manzano al Real Mallorca?
 
 
Sí. Resulta que Gregorio Manzano ha vuelto y, aunque casi nadie sabe cómo ha sido, su regreso es sólo una prueba más de que todo acaba regresando. Todo y todos. ¿No volvió hasta Héctor Cúper? ¿No volverá, o eso dice, Samuel Eto'o? Pues eso. Que el corro de la pelota, como el del asteroide 2012 DA14 y su amenazante séquito de agujeros negros y de galaxias hechas añicos, sigue y seguirá dando vueltas como si jugando a las sillas musicales; y hoy, en fin, te toca quedarte de pie, hasta que un rato después te sientas. O te sientan. Pero no importa. La Liga continúa igual de cíclica y redonda o, quizá, de elíptica; y a una temporada triunfal con derecho -castrado o no- a las mejores jacuzzis europeas le sigue otra de ayuno y abstinencia, de miseria o de horror y hasta de descenso a los infiernos.
 Todo regresa, pues, de la misma forma que regresan, al parecer, las crisis económicas y las reinfecciones nacionalistas, las maravillosas gestas del esfuerzo y la solidaridad, las torturas indescriptibles de la estupidez y también de la inteligencia humana, los errores y los aciertos, las esperanzas que ya nadie desespera pero que nadie, tampoco, deja nunca de esperar porque aquí (y ahora) no se acaba nada, sino que todo sigue dando vueltas y, además, danzando. Y así será, al menos, mientras suene la música. La de unas monedas, por caridad. O por favor. O porque todo regresa. ¡Y que regrese! Claro. Faltaría más.
 Pero es que en un club, como el R.C.D. Mallorca, donde cada quince días la junta directiva compra, vende, subasta o renegocia los porcentajes volátiles de sus títulos de propiedad, la llegada de alguien tan sibilino como Manzano, comparado con el visceral Caparrós, no hace sino confirmar lo aleatorio y sorprendente de nuestras propias señas de identidad. Nunca seremos sino el eterno retorno de lo mismo. O de algo peor. De lo que ni siquiera sabemos que somos. Es fantástico. Sublime.



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viernes, febrero 8

Censores y bomberos

La Telaraña en El Mundo.

 «Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo». La frase, que resulta tan bella como, quizá, simbólica -y que ilustra las directrices básicas de la honestidad y de la decencia intelectual- es de Evelyn Beatrice Hall pero, como la incluyó en su célebre biografía sobre Voltaire, suele ser a este último a quien se la atribuyen. Craso error. O no.
 Porque no deja de ser curioso -y hasta revelador- que una opinión ajena pueda acabar definiéndonos mejor aún, incluso, que nuestras propias palabras. Eso en el supuesto de que las palabras tengan algún dueño, que lo ignoro. Lo que sí tienen las palabras -y los hechos así parecen demostrarlo- son censores con un linaje tan llamativo como retórico y fuera de lugar: la Organització Socialista d’Alliberament Nacional. O Endavant-OSAN, para entendernos.
 Resulta que esta buena gente -es un por decir- ha conseguido, con amenazas, que no se presentara en una librería de Palma el primer número de «Toc-Toc Balears», a cargo de la Fundación Nacional Círculo Balear. Pues vale. Ni sé de qué va la revista ni, tampoco, me importa. Pero lo que no es de recibo es que unos pocos reediten el papel incendiario del bombero Montag en «Fahrenheit 451». Pues no.
 
 

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jueves, febrero 7

Lástima de Política

La Telaraña en El Mundo.
 
  Supongo que debería agradecer a casi todos los partidos políticos y, en general, a la mayoría de las fuerzas sociales (sindicatos, greguerías y demás organizaciones de lucro por camuflar) la ingente cantidad de material con que me facilitan la no siempre fluida labor de perpetrar estas columnas. Pasa, sin embargo, que ya empieza a dolerme el ánimo, y hasta a nublarme las entendederas, este deleznable alud de noticias.
 Y luego está, claro, el pudor. Porque cómo hablar de Bárcenas y no de Oriol Pujol y su secta nacionalista. Cómo del fondo de reptiles de Chaves y Griñán o de la SGAE y los de la ceja y no de Jaume Matas -muy pobre en la repetida entrevista con Jordi Évole- o del absurdo clientelismo de UM y el Pacte en Emaya y todo el orbe sociocultural de las Islas. ¿Cómo no de Munar y solo y siempre de ella? Qué espanto.
 La verdad es que quisiera hablarles de otras cosas. Por ejemplo, del número monográfico que el IEB -pásmense- le va a dedicar a Cristóbal Serra y que verá la luz en unos meses. O de la traducción al catalán, que ya anda por las librerías, de mi libro «Los Pliegues Ocultos», ahora «Els Plecs Ocults», de la mano de Calima Ediciones. Quisiera, sí, pero casi que el espacio no me basta. ¡Lástima de políticos!

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lunes, febrero 4

Idiomas y trabajos


La Telaraña en El Mundo.
 
  ¿Aprender chino o ruso? Pues no sé. Me da que el primero me sería muy útil para comprarme los zapatos y utensilios más económicos del orbe y el segundo para adquirir una lujosa mansión en el más escarpado de los acantilados. Ya sé que no es lo mismo, pero igual me lo parece, porque ambas opciones me interesan poco. O nada. Ya calzo muy cómodo y, además, vivo donde quiero; es decir, a un paso de unos bares y librerías (cada vez menos), un estanco, una farmacia y hasta dos hospitales. Uno público y otro privado. Ni Juan Ramón Jiménez, en su hipocondría, podría haber imaginado un lugar mejor. O eso creo.
 Pero el asunto eran las lenguas que los mallorquines, al parecer, no hablamos. “Las Islas se han quedado estancadas en los años 70” diagnosticaron los expertos en la «Feria del Empleo y los Idiomas en el Extranjero», recién celebrada en la Cámara de Comercio. “En Baleares hay trabajo, pero la gente no sabe idiomas”, concluyeron.
 No hace falta que les hable sobre lo mucho y bien que hablamos -y hablarán, sobre todo, nuestros hijos- el catalán. Ni del horror que nos cuesta soltarnos hasta en el francés o inglés que dimos en la escuela. Sobre los años 70, sin embargo, mejor me callo; porque si no fueron esos, en su lustro final, los mejores años de nuestra vida, es que aún no habíamos nacido. O de aquellos polvos, estos lodos.

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sábado, febrero 2

Estado de sitio

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Ha hecho bien Cort al eliminar el nombre de los Duques de Palma de la Rambla?
 
  Sí. Cómo no. O, en definitiva, qué fácil resulta hacer leña del árbol caído cuando ya no da buena sombra ni tampoco cobijo y no ofrece espectaculares brotes verdes ni pingües congresos ni carísimos concilios. Porque si ya lo borraron -al duque, que no es duque, sino sólo consorte y cabeza de turco- de la página Web de la circunspecta Casa Real, cómo mantenerlo en el callejero y ostentando, además, la honorífica propiedad compartida de una de nuestras principales y emblemáticas calles. Qué va. Imposible. Inaudito. Aberrante. O sea, que rápidos y sin dilación los operarios con el recambio de las placas de mármol o piedra caliza, y mucho más rápidos, aún, los portavoces y los ediles de los grupos políticos, de las asociaciones de la decencia plural y hasta de género, las cofradías semánticas de la ética y la guillotina lingüística nacionalista, del pastoril y crudo ecologismo y la partidocracia sostenible, del libre o, quizá, libérrimo mercado, de la gaita y, en fin, del temple. Todos a una. Las Ramblas ya son nuestras. Y ahora, qué.
 Ahora nada. Porque la fiesta sigue y seguirá en los juzgados y, cómo no, en las tertulias de los palmeros de UM en IB3. Y habrá más emails y caerán más pasas y también brevas y el pastel será tan nuestro como de todos y nadie sabrá si estos polvos o si estos lodos, si estos sobres o si aquellos y la comitiva ilustre de los cómplices necesarios continuará sus rondas falleras y nocturnas -que serán rondallas, por estos pagos- como si a la vida le faltara un algo de hervor universitario y las tunas de exalumnos de la UIB fueran tan imprescindibles o más, que las puntuales y ruidosas manifestaciones de rigor. O que la ruta martiana.
 Acabo, pero me da que no concluyo. La deleznable conducta de Iñaki Urdangarin no resulta, visto el panorama general, ningún caso aislado. Es sólo un síntoma más del estado de sitio (político, económico y social) en que vivimos.

 

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viernes, febrero 1

Els Plecs Ocults


 
Ya llegó a las librerías la traducción de mi libro Los Pliegues Ocultos. Ahora Els Plecs Ocults (Ediciones Calima, Diciembre de 2012). Podéis leer un fragmento en Agitadoras.com. Este es el enlace.
 



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Poder y sombras

La Telaraña en El Mundo.
 
 Hay que tener un espíritu deportivo de lo más olímpico para calificar de “victoria ciudadana”, según los ediles del PSM-IV-ExM, la eliminación de los duques de Palma de la Rambla, que antes fuera de Carrero Blanco, nada menos. Debe ser la fe en el lenguaje. O en su manipulación. Pero no sé si semejantes victorias nos aliviarán de la continua derrota del individuo en el día a día de un engranaje social que no hace sino autoalimentarse. A nuestra costa.
 Pero la gesta, reformulada ahora como la lucha por recuperar la dignidad palmesana, tiene aún pendiente (todas las revoluciones siempre tienen algo pendiente) conseguir que le retiren el (inexistente) título nobiliario al célebre jugador de balonmano y, sobre todo, de otras canchas. Las de las administraciones de Baleares y Valencia, por ejemplo.
 El juez Castro lo ha aclarado, sentenciando que ambos gobiernos son merecedores del más intenso reproche. ¿Cómo deberá ser de intenso ese reproche? ¿Se le ha caído a alguien, incluso de entre la jauría de imputados, la cara de vergüenza? ¿Alguien desfallecido, la voz rota, la sien en llamas? No acabo de ver eso entre los que nos han gobernado o gobiernan. Pero igual es que hay otros poderes en la sombra y el ojo no siempre alcanza.
 

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