LA TELARAÑA: enero 2013

jueves, enero 31

La Caja de Pandora

La Telaraña en El Mundo.
 
 A buenas horas, mangas verdes. O la propuesta floral del PSIB de una "Ley de emergencia para rescatar a las personas que pueden perder su vivienda, y no a los bancos". Suena hermoso y justo. Retórico. Escanciado como una metáfora en la que columpiarse o unas salvas en honor de no se sabe qué o quién. Tal vez del tiempo perdido y el horror de la política como fármaco -remedio y veneno- contra la salud de la realidad. O de quien la ausculta e intenta describirla.
 Pero no es fácil acercarse a la realidad -a cierto punto de su ebullición, al menos- sin que el sonrojo nos venza. Las opiniones se nos caen del alma como si fueran vómitos de una lluvia intempestiva y sulfúrica sobre las arcadas de la razón. Ahí debajo buscamos refugio sin librarnos, por desgracia, de los ciento cuarenta caracteres (de Twitter) que hoy parecen ser la medida única del pensamiento. La espoleta de alguna caja de los truenos. O de Pandora.
 El resto ya lo saben. Emails convertidos en bombas lógicas y, quizá, reales. Hordas de escolares manipulados por el STEI-i. IB3 y los 700.000 euros que adeuda a la UIB por asesoría lingüística. Cataluña pide 9.073 millones al Fondo Autonómico para 2013. Salgo al exilio de la calle y tiemblo. Pese al sol. Ya es raro.
 

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lunes, enero 28

Nombres y calles


La Telaraña en El Mundo.
 
 Reconozco que no sigo con mucha atención las ciclotímicas evoluciones de los nombres de las calles de Palma. Ni siquiera de las que, por cercanía, inercia o puro vicio, frecuento casi a diario. Vía Roma, por ejemplo. O su extensión de siempre: las Ramblas, para entendernos. O las Ramblas de los Duques de Palma, si lo que queremos es perdernos del todo y no recordar dónde paran, aún, las pocas flores que nos quedan. En la Rambla de las flores, claro.
 O no tan claro, porque cada ciudad es un mundo distinto, con sus propios diosecillos locales inscritos en el lapidario urbano sin más honor que un rumor pretérito y seguro que imperfecto. Material sensible, quizá, tan sólo para políticos e historiadores quisquillosos y ladinos. O, en su defecto, para los ilustres comisarios lingüísticos de la UIB, que son un poco de esto y un mucho de aquello. Cómo no.
 Pero lo cierto es que no me importa, apenas, el nomenclátor mutante de las calles -trate de duques y alféreces, como de poetas y saurios- cuando sólo son las personas y algunos monumentos, quizá el color ocre de las piedras, la fronda de los árboles y, en fin, supongo que también el perfume fugaz de las flores, los únicos elementos de la realidad que nos dejan, a veces, alguna que otra leve huella en la memoria. O algún silencio marcado a fuego en los refugios íntimos del alma.

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sábado, enero 26

Apaños y subvenciones

La Telaraña en El Mundo.
 
 Al parecer, los hay que logran combinar las palabras, casi siempre mal contadas, de sus crónicas y columnas con una elegancia, precisión y eficacia política tan enorme, que sólo cabe compararles con los grandes futbolistas cuando les llega la hora decisiva de templar el balón y triangular sus pases imposibles al compañero, a la lejanía oblicua del desmarque y, desde luego, a la profundidad mística del vacío; en definitiva, al confín de la línea última de la cal, tras la que tiemblan las redes y ruge el gentío. Como las peñas de lectores, ya saben.
 
Sólo así entendemos, aunque no del todo, los tres mil euros por artículo que llegó a cobrar ese personaje múltiple y, a la vez, único, que responde (pero sólo ahora, tarde y mal) al novelesco seudónimo de Amy Martin, alias Irene Zoe Alameda, Galatha, Carlos Mulas o quien les apetezca. Tampoco quiero darles demasiadas ideas.
 
Lo cierto es que todo este trasiego de apaños y subvenciones teledirigidas me asquea, igual que me perturba. Basta ojear, por ejemplo, la situación de la Editorial Moll -que debe hasta a las administraciones públicas que la subvencionan, la balear y la catalana- para concluir que si el panorama no es desolador es porque ya tenemos la mirada desgarrada. O casi.

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viernes, enero 25

Miedo a volar

La Telaraña en El Mundo.
 
 
 No quiero destriparles la película que estoy viendo mientras escribo, furtivamente, estas líneas. Pero sí les diré que Denzel Washington, muy convincente en su papel de piloto, acaba de estrellar un avión de pasajeros campo a través. Aún es pronto para juzgarle como héroe o villano, quizá porque eso no importa cuando alguien se sabe en manos ajenas y, además, le sobrevuelan todos sus propios fantasmas sin saber, todavía, con cuál de ellos deberá convivir el resto de sus días. Quizá con todos. O con ninguno.
 A nosotros, por lo visto, parece que nos va a tocar pagar más por el mal trago de acomodarnos como sardinas en una lata y abandonar la isla hacia ni se sabe dónde. Los destinos directos son cada vez menos numerosos y el horror de los asfixiantes embarques sucesivos no hace sino aumentar nuestro miedo a volar. O nuestra íntima convicción de aislamiento.
 No extraña, pues, que todos los partidos políticos isleños, por una vez y sin que sirva de precedente, se hayan manifestado, al unísono, en contra de la rebaja del 50% actual del descuento por residente. Espero que lo logren sin que, a cambio, nos obliguen a volar cabeza abajo, como en «Flight», la película que sigo mirando, de reojo, con sumo interés. Como a ustedes.

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jueves, enero 24

El espíritu de la UIB


La Telaraña en El Mundo.
 
 
Puede que todo se contagie, pero cuando, además, es algo soez, entonces no sólo se propaga, sino que la infección se multiplica de forma sobrenatural. Esa es la sensación que me han deparado un par de visitas a la página de «El Informer» de la UIB, una más que dudosa aplicación informática de Facebook, mediante la que los incautos estudiantes -o no- de la universidad balear envían, en principio de forma anónima, sus mensajes sobre lo que les peta.
 De hecho, sólo se trata de una gran eclosión hormonal de la que no cabe sacar demasiadas conclusiones. Seamos serios. El auténtico poema espiritual de la UIB no se titula «Oda a tu culo y mi salami», aunque hace un rato ya gustaba a más de cien personas y a saber a cuántas, ahora. Vaya éxito.
 Pero el problema no es lo trivial del asunto, que uno no espera, tampoco, encontrar un Wikileaks universitario en un cotilleo bilingüe 2.0. No. El tema es que, con el gancho del anonimato, los que utilizan este tipo de aplicaciones no sólo se retratan, que ya tiene su miga, sino que, además, están exponiendo, sin saberlo, sus propios datos personales al creador del programa. Claro, que si todo se reduce a un culo y un salami, pues nada. Pelillos a la mar. O esto es lo que hay y no hay más.
 

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lunes, enero 21

De sobres y dineros

La Telaraña en El Mundo.
 
 Puede que sea un chiste, pero no lo creo. Me envían la fotografía de una anciana arrodillada ante un cajero automático. No sé si le está rezando a algún dios menor y rácano o si, tan sólo, ha caído rendida de rabia o impotencia, porque las teclas del artefacto no responden a sus deseos. No siempre es fácil utilizar los cajeros y, menos aún, de noche. Cuando no están cerrados a cal y canto, sucede que a su alrededor se arremolinan los mendigos; y no resulta agradable, ni tampoco justo, interrumpir su sueño con el ruidoso tintineo de esa suerte de tragaperras.
 Es en esos encuentros, tortuosos y fugaces, donde todos acabamos descubriendo que la clave secreta, si no de nuestros ahorros, sí de nuestra vida, es exactamente la misma. Quizá una combinación azarosa de errores y aciertos. O una sucesión de golpes que no supimos esquivar ni encajar. Ambas cosas o ninguna, porque sobre la lona -más postrados, incluso, que la mujer cargada de años con que abría estas líneas- todos parecemos iguales, sin serlo.
 En efecto. De un lado, está la atónita ciudadanía (entre la que no cabe afiliarse, porque la dignidad siempre fue muy individualista) y, del otro, los políticos que se reparten los mugrientos sobres blancos del dinero negro. Del dinero que falta, por cierto, en los cajeros convertidos en albergues en mitad del frío y la noche.
 

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sábado, enero 19

Elogio del cinismo

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que los diputados han hecho bien en subirse el sueldo al levantarse el recorte de Rajoy?
 
 
 Sí. Año Nuevo, vida nueva. O de cómo los políticos, instalados definitivamente en las lujosas y holgadas trincheras de su realidad alternativa, deciden otorgarse el homenaje de regresar, como si nada hubiera ocurrido, a sus sueldos reconstruidos de antes de la gran crisis y los enormes recortes, a la previa dilatada y enloquecida de ese periodo ominoso que ya no va con ellos porque, de hecho, nunca lo fue.
 Y si la plebe chilla, que chille, que ellos -parapetados tras la sombra piramidal de sus dos partidos mayoritarios- sólo chirrían cuando les place y hay dietas de asistencia por cobrar, porque saben que ya no es tiempo de guillotinas ni de sogas al alba y en la polvorienta plaza pública, sino de pactos y conjuras silenciosas en los cenáculos y despachos de la usura, en las salas tullidas y ceremoniosas de los tribunales, en el ocaso y la agonía de un sistema que está a punto de romperle las costuras a la Historia; y hasta de salirse de ella, aunque no se sepa hacia dónde. ¿Todo el poder para el pueblo? Claro. Por supuesto. Vale.
 Pero no sé de qué se escandalizan los que aún se escandalizan. ¿Alguien se escandaliza? Lo único constatable es que se restituyen el 7% perdido de su soldada porque pueden y, además, porque lo valen. O eso se creen ellos, mientras las huestes de ciudadanos indignados (en su mayoría, ciudadanos residentes en los precarios aledaños del desempleo y el desahucio o, en su defecto, un tropel de funcionarios sin futuro alguno, aunque aspirantes, pese a todo, a directores generales, cómo no) les reclaman los derechos perdidos, el bienestar desmantelado, el poder adquisitivo marchito y les salen al paso con pancartas, pegatinas y demás pareados asonantes al uso. O con las ingrávidas banderas y banderolas de la secesión o el parasitismo dialéctico. Poca cosa, en fin. Casi que una monodia celestial para quienes sólo oyen lo que quieren oír. Que no cese la música.

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viernes, enero 18

Ideología y esperpento


La Telaraña en El Mundo.
 
 
  A veces me río solo, pero casi nadie sabe por qué. Me basta leer o, aún mejor, recordar un par de noticias cualquiera, para que el rostro se me transfigure y mude su seriedad habitual por una involuntaria, aunque frágil y pudorosa, carcajada. Es lo que tiene observar el absurdo alrededor y sentirlo, a la vez, tan ajeno y externo, como familiar y próximo. Quizá íntimo. Vamos, que la vida podrá ser muchas cosas lamentables, pero también es divertida. Y un rato largo.
 El problema radica en que el humor -cuando no parodia el engaño de los monólogos televisivos en busca de la complicidad perdida- siempre conlleva un regusto amargo a conflicto en las entrañas, a desilusión cierta por lo que pudo haber sido y no fue, a oportunidad que se dejó de aprovechar sin que sepamos siquiera cómo. Aquí, igual que en Costix, por ejemplo.
 Hay un grupo de ideólogos del esperpento al mando. Se reúnen los ediles del PSM-Entesa y del CxI -los herederos de Munar en su feudo- y concluyen un pleno municipal con la solemne reivindicación del «derecho a decidir» de Baleares. Se me acaba el espacio, pero no la risa. Ni la amargura. En efecto. Pero tienen razón. Deberíamos poder decidir qué coño hacemos con ellos; y hacerlo. En Costix, igual que aquí.

 

 

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jueves, enero 17

Culpables y cómplices


La Telaraña en El Mundo.
 
 
 Esta madrugada, el ciclista Lance Armstrong va a revelar en una entrevista televisiva que, al parecer, ganó dopado hasta las cejas, si no más, los ya famosos siete Tours de Francia que tuvo a bien pedalearse. De cabo a rabo y con no poco esfuerzo, además. Pero revelaciones así nos añaden poco y casi que nos ofenden, porque ya sabíamos que el motor del americano usaba piñones mutantes. O transgénicos.
 De hecho, lo sabían los directores de los equipos, sus compañeros y rivales, los vampiros que le extraían la sangre para hacerle mil y un análisis fallidos y, también, el muy egregio comité organizador de la carrera gala. Lo sabía todo el mundo. Eso dirá Armstrong, ahora, y tendremos que darle la razón.
 Algo similar está repitiendo la defensa de Iñaki Urdangarin. ¿Alguien puede creer en la absoluta inocencia de las administraciones de Baleares, Valencia, Cataluña o de los consistorios de Alcalá de Henares y Mataró, por ejemplo? ¿Alguien en la de empresas como Aceralia, los clubs de fútbol del Valencia y el Villarreal, la SGAE y Telefónica, entre otras? Quizá la época de los culpables solitarios ya haya pasado y a muchos de los presuntos inocentes les cuadraría mejor la necesaria condición de cómplices. El juez sabrá, supongo.

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lunes, enero 14

Espejismos y dioxinas


La Telaraña en El Mundo.
 
 
  La verdad o la mentira suelen ser espejismos. O quizá dioxinas. Qué sé yo. Me encuentro con ellos (y ellas) muy a menudo y hasta me demoro en su observación, aunque al rato, quizá porque la asfixia me agota o el hechizo sólo dura lo que dura, los acabo ignorando y dejando pasar. Ya vendrá luego, si hay suerte, otro espejismo (o dioxina) a intentar seducirnos y sembrar de dudas y urgencias el umbral tembloroso de nuestros deseos.
 Será entonces cuando volveremos a tener que decidir sobre lo que de veras nos importa; sea verdad, mentira o, quizá, todo lo contrario. Una mezcla ambigua de motivos y razones, de causas y efectos. Un torrencial debate retórico que, al final, se resuelve solo y, normalmente, en nada. Todo sigue.
 Por eso extraña y alarma encontrarse a gente seria y adulta perdiendo el tiempo con la burocracia estéril de fijarle las coordenadas a la verdad y la mentira. O al espíritu. Pienso ahora, por ejemplo, en el pueblo de Cataluña que, al parecer, se convertirá muy pronto en sujeto jurídico y político de la soberanía democrática. ¡Vaya cambio! O en Magdalena Pou tirando de la Wikipedia para darle cuerpo legal a una moción sobre las dioxinas y la basura en Son Reus. Con semejantes personajes -¡reales!- alrededor, me da que no pienso dejar escapar el próximo espejismo (o dioxina) que se me ponga a tiro. Seguro.
 
 
 

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sábado, enero 12

«Taxi Driver»


 La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Está de acuerdo con las palabras del fiscal que ha cargado contra los delincuentes extranjeros?
 
 
  No. Quizá Jaime Guasp trabaja como fiscal de guardia en los juzgados de instrucción de Vía Alemania como Robert De Niro lo hizo de taxista nocturno en la estresante Nueva York de «Taxi Driver», ese gran film de Martin Scorsese. Quizá las horas se le antojen eternas y, entre agresiones, robos, vejaciones y hasta asesinatos, no le quede otra, en fin, que ir maquinando las conclusiones más temerarias para huir, así, de la indigestión y el vómito. Para no caer en el albañal del desánimo y la podredumbre.
 No vamos a obviar, por supuesto, que la condición humana tiene su lado salvaje y sus códigos secretos, su santoral de ultratumba y silencio, su grito acerado donde rompen las cuerdas vocales o más allá, donde muere el lenguaje. Observarlo, como testigo y fiscal, es como acudir a una cita a ciegas con el espanto. Una prueba de fuego que debiera servir para deslindar el grano de la paja y no para mezclarlos. Vivir es algo así como cortejar con lo que deseamos o nos gusta. A veces, eso nos mejora, pero también nos puede pervertir y trasladar al hedor de la carne tullida por la niebla, la llaga incurable, la muerte anunciada. No es difícil, entonces, que desde su atalaya insomne, Guasp haya sentido la náusea y el sudor gélido de la violencia en los callejones sin más salida que el filo racial de las navajas, el desgarro interior de la droga, el tatuaje de la herida en la piel. Todo un poema.
 Podemos entender, pues, la naturaleza de su alegato contra Mohamed Fadel E.A. y la delincuencia, pero no saltar, como él hace, desde el horror de la anécdota puntual a la caza indiscriminada de los extranjeros, por muy marginal que sea su condición y catadura. Hay otros muchos delincuentes, en especial de guante blanco y nacionalidad irrelevante, que no pisarán en la vida los tugurios agónicos de Magaluf, pero sí, y con paso firme, las cálidas baldosas del mármol y la corrupción. Son ellos, y no sus desheredados, los que debieran concentrar todo el esfuerzo de la justicia. O casi todo.

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viernes, enero 11

Adiós al Aiguafoc


La Telaraña en El Mundo.
 
 Estoy por ponerme a chillar o, en su defecto, a escribir en mayúsculas: ¡Qué vivan los recortes! Pero no. Alto ahí. La supresión del atronador Aiguafoc y el hecho de que el presupuesto verbenero de las Fiestas de San Sebastián haya menguado un 28% no son malas noticias, desde luego, pero tampoco son la noticia definitiva que algunos deseábamos.
 Me temo que aún nos tocará aguantar, mientras la grasa de las longanizas alce sus chirriantes humaredas por toda la noche palmesana, un selecto rosario de actuaciones musicales encabezadas, entre otros, por M-Clan, Pitingo o Jarabe de Palo. Por lo que me atañe, como si me hablasen de aceite de ricino a granel -casi cuatrocientos mil euros, nada menos- para purificar el alma. O lo que nos quede de ella.
 Pero tampoco se trata de ejercer de aguafiestas por mero capricho. No es eso. Es que una multitud deambulando de plaza en plazoleta y de solfa en soba es la antítesis de lo puedo entender como festejo. No hay más pausa ni reflexión que la fatiga y el colapso. No hay más divertimento que calmar la gula y huir, como posesos, del fuego, el ruido, la payasada prosaica de los dimonis y toda esa suerte febril de tópicos a los que llaman cultura mediterránea; y no lo son. No pueden serlo.

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jueves, enero 10

La educación sentimental


La Telaraña en El Mundo.
 
 Cuando hace unos cuarenta años de casi todo lo que creímos básico, esencial y decisivo en nuestra vida, va David Bowie y reaparece, una década después, con una nueva canción en video. La escucho y remiro (distorsionado y envejecido, él, y también yo: ambos) como quien mira muy atrás y recuerda haberse perdido en alguna odisea espacial, al igual que entre el humo, la música y la niebla negra de Berlín. Aquí mismo, aquí al lado, a sólo unos cuarenta años. Ya lo dije.
 Pero el viaje, la ficción de atravesar un muro infranqueable, es instantáneo. La ida y la vuelta convergen o se superponen; y el tránsito es sólo un salto en ese círculo que llamamos existencial, porque nos gusta pensar que hemos existido de la misma forma que existimos. O existiremos. Qué miedo nos da el vacío.
 Con todo, la fiesta prosigue. «Lo que enseñan en los colegios es mentira» leo en un pasquín colocado donde las escaleras suben hasta la Plaza Mayor. Lo firman «Los edukadores» y no, no pienso corregirles. No por que tengan razón, que hay toda una realidad tras esa liturgia docente, sino porque gracias a esa letra k -tan áspera y romántica- recupero la atmósfera de los viejos tiempos; y me pregunto, con Bowie: ¿Dónde estamos ahora? Pues no tengo ni idea.





 

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lunes, enero 7

La pólvora del rey


La Telaraña en El Mundo.
 
 Hace sólo unas semanas, los artificieros de la Guardia Civil tuvieron que explosionar una vieja granada de mortero de 50 milímetros, que un vecino había encontrado en una finca de Consell. No deja de tener su miga andar, quizá, buscando setas y toparse con la madriguera misma de la muerte, con ese cilindro hueco de latón y trilita que, en este caso y por fortuna, llegó tarde, mal y nunca a su destino. Con más de 75 años de antigüedad, silencio, soledad y olvido a la intemperie.
 Esa pólvora inerte, pero no del todo inocua, resuena ahora en algún aposento insonorizado de mi selectiva memoria. No guardo ningún recuerdo -y por lo tanto, tampoco ningún reproche o halago- de lo que no he vivido. Y esa granada perdida, previsiblemente lanzada por el bando llamado, entonces, nacional, me parece la penúltima metáfora de una guerra que nadie mereció pero que todos, me temo, se ganaron a pulso.
 Hoy empieza, más o menos, el año laborable. Volvemos a una normalidad precaria y a una esperanza cada vez más desaliñada y agónica. Pero volvemos, pese a todo, a la habitual jauría de los días, porque no nos queda otra que perseverar en el intento de ir más allá de la pólvora mojada y, sobre todo, del frívolo e irresponsable disparar con «pólvora del rey» a todo lo que se mueva. Ese derroche generacional aún no lo hemos terminado de pagar.

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sábado, enero 5

Combustión interior

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: Este mes llegarán los primeros residuos para quemar en Son Reus. ¿Está de acuerdo con la medida tomada?
 
 
 Sí. Esto de los dos nuevos (y altos) hornos incineradores de Tirme, cuya construcción (o deconstrucción) autorizó Francina Armengol en un instante de furor y éxtasis al margen de los informes jurídicos del secretario del Consell Insular de Mallorca, está trayendo, de momento, más cola apocalíptica que infumables humaredas. O más acritud y dispersión que fuego real. O más ríos de tinta, presta a diluirse como agüilla o rocío matinal, que negro hollín y basura reconvertida en no se sabe qué otro tipo de desecho, al fin útil, reparador, manejable y hasta productivo.
 Algo así, pues, como el milagro de los panes y los peces en versión postnuclear e interactiva. La prueba de que los caminos tortuosos del reciclaje son inescrutables y además, si te descuidas, pueden arrasar con todo: igual con los delirios ecologistas y su paraíso perdido, ese vergel con manzanas y serpientes, que con las propuestas de los tecnócratas y su alianza neoliberal con el fuego destructor y purificador. O eso dicen.
 Pero las toneladas de escombros que se nos avecinan tienen una denominación de origen que me resulta muy sugerente y familiar. Sabadell y alrededores. Buen lugar donde perderse, porque ahí me perdí (y encontré) yo durante un par de años del siglo pasado y podría contarles auténticas maravillas de las ciudades dormitorios y de los polígonos industriales en mitad del vacío que llegué a conocer, casi, como la palma de mi mano. ¿Habré de acudir a la quiromancia para convencerles? No debiera ser preciso, porque ni la piedra pómez más absorbente podría haber borrado de las yemas de mis dedos (ni de mis palabras sobre el teclado) el penetrante olor del caucho, la contabilidad y los rescoldos del amor imposible en las oficinas transmutadas en naves de uralita y niebla. Puedo garantizarles que no hay mejor paisaje (ni basura) que la galaxia reconcentrada en un magnífico puñado de recuerdos. Créanme. O no.

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viernes, enero 4

Los Tres Reyes

La Telaraña en El Mundo.
 

 
 Ayer les hablé sobre la resaca del Año Nuevo, sobre las impresiones, entre neuróticas, tenues y legañosas, que nos suelen sobrevenir al enfrentarnos a la retórica del que, por un instante, creemos que es el primer espejo. Pero ese espejo es tan viejo como nosotros y nos sobrevive desde el principio de los tiempos. Es verdad, no entendemos muy bien cómo, pero es así.
 Será por eso que, al final, acabamos sospechando no ser ninguna sucesión o puzle de pequeñas visiones fragmentadas, sino todo lo contrario: una continuidad física y, sobre todo, metafísica, que nunca logramos asumir por completo, porque no podemos soportarnos más que a ratos. O muy de vez en cuando. Hacerlo durante todo el tiempo -esa cadena eterna, ese escándalo perenne- nos resulta imposible.
 Pero hoy, como ayer, es sólo un día salpicado de trabajo y bullicio entre fechas señaladas en rojo solemne. Ya se anuncia el desembarco de los Tres Reyes en el Muelle Viejo de Palma. Su cabalgata será más larga y participativa, nos dicen. Y uno no sabe cómo se puede interactuar con los símbolos sin herir el asombro de las ilusiones. Pero igual es que nuestra participación sólo consiste en sufragar los gastos que el IVA ha disparado. A ver cuántos caramelos nos pillamos.

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jueves, enero 3

La resaca del alba


La Telaraña en El Mundo.
 
 
  Quizá no seamos mucho más que ese beso, más de amor y pasión que de júbilo y esperanza, con que recibimos el nuevo año y nos deshacemos del viejo. Alrededor poco importa si reluce la casa que hemos conseguido, aún, salvar del desahucio, el reloj artesanal y cautivo de Cort, la televisiva Puerta del Sol, el luminoso perfil escalonado de la Tour Eiffel o, en definitiva, los fuegos artificiales de la noche más exótica que podamos, acaso, imaginar.
 Nada importa -y eso lo sabes desde siempre, aunque no siempre hayas sido capaz de reconocerlo- salvo la persona que besamos y nos besa; ella es el origen y el desenlace del rosario indefinido de emociones que, también en ese mismo instante, nos atraviesa. Pasen, o no, de largo.
 Pero luego despiertas, famélico, a la resaca del alba y lees que son más de trescientos los políticos imputados a día de hoy. Y recuerdas, también, las antiguas Cajas de Ahorros, la función social que cumplían cuando eras niño y la disfunción política que ahora las devora. Y piensas en la crisis y en el abismo del 2013 que ya pisoteas aunque sea, como es lógico, con paso vacilante. No quieres sacar conclusiones rápidas, pero lo primero que se te ocurre es que la democracia ha fracasado. Y tú con ella, claro.


 

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