LA TELARAÑA: ¡Tierra, trágame!

sábado, diciembre 15

¡Tierra, trágame!

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que el ex presidente del Parlament Rotger también debe dimitir como diputado del PP?
 

 Sí. Cuando a un político, y mucho más si tiene el peso específico o la larga y reconocida trayectoria de Pere Rotger, le cae sobre las propias y anchas espaldas la sombra o la insondable grieta de una imputación formal en toda la regla, lo primero que debería hacer -más allá de la brújula desnortada de sus andares y militancias- es tomar plena consciencia de las peligrosas curvas y de los vertiginosos barrancos, alrededor, que conlleva esta curiosa actividad, a la que damos en llamar la política y que, de hecho, tan sólo consiste en una gestión delegada, siempre difícil y, a veces, hasta contradictoria, de los limitados recursos ajenos, en una representación temporal de la comunidad entera y de sus principales valores morales, culturales, económicos y sociales, en una rendición final y obligatoria de cuentas que, aunque se suele aplazar, por piedad, a cada cuatro años, es revisable, y con efectos retroactivos, en cualquier instante. También ahora mismo. Por supuesto.
 Pero Pere Rotger, por lo que se ve, anda muy lento de reflejos y así, en vez de driblar, en su momento, el áspero e innecesario -y, desde luego, injusto y nada edificante- desgaste de la pena del telediario, esa condena moderna, ese fruto podrido de la viejísima conjura de los necios, prefirió hacerle oídos sordos al clamor de un código ético que le situaba en la picota: guardándole, desde la Presidencia del Parlament, las espaldas a quien, tarde o temprano, se iba a ver abocado a decapitarle. José Ramón Bauzá. Y eso es, en fin, lo que ha acabado sucediendo.
 Pero un decapitado (aunque sólo virtualmente, claro) no vale, tampoco, como diputado raso. No vale, porque el inevitable ¡Tierra, trágame! que cualquiera proferiría en semejante trance, debiera conducirle, no al estanque dorado de los escaños, sino a la jauría encarnizada de una lucha para demostrar, si procede y es posible, su inocencia. Todo lo demás, sobra.

Etiquetas: