LA TELARAÑA: A contracorriente

sábado, octubre 20

A contracorriente


La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree acertado que el Govern balear haya recuperado el acuerdo con las clínicas abortistas?
 
 
  No. Pero lo cierto es que no sé nada sobre los protocolos vigentes que la burocracia ha engendrado para llegar a desarrollar y sostener esa extraña lógica suya de ir dando bandazos de un lugar a otro. No sé si les mueve el «Ladran, luego cabalgamos», que es frase apócrifa, pero muy citada, de El Quijote, o si es una suerte de divina inconsciencia la que abre caminos, senderos y atajos donde no los hay ni los hubo nunca. Será que se hace camino al andar, ya saben. Aunque yo tenga mis dudas. Cómo no.
 Empiezo a ver el mundo como desde la limusina de «Cosmópolis», la última película de David Cronenberg. O el último guión de Don DeLillo al que he tenido acceso. Viajo lento y sumergido, quizá, en mis temores: aprieto las teclas de un teclado etéreo y dejo que la espuma de la información descifre o destile su vacío interior o su más íntima y recóndita verdad. Todo se iguala, al fin, cuando carece de alma o espíritu. Pero alrededor la muchedumbre grita y se agolpa, se manifiesta y lucha, aunque no siempre lo sepa, contra la llegada inexorable del futuro, su aséptico crujir de dientes, su pantalla táctil repleta de cortocircuitos y hologramas. De burocracia virtual. De sangre convertida en polvo de estrellas, que ni se sabe si llegaron a nacer, porque llevan siglos muertas, pero nos gusta deleitarnos con sus últimos destellos. Ratas deslumbrantes. Cegadoras.
 Sólo me falta, pues, recorrer a tientas el largo y retorcido trecho que pueda haber desde el Govern hasta los conciertos públicos o privados de la muerte legal, siniestra y anticipada; de Antoni Mesquida a Isabel Borràs, pasando por todos sus desquiciados antecesores; de las quejas del Instituto de Política Familiar o de Derecho a Vivir al catálogo mutante y a los folletos anacrónicos de las clínicas abortistas. Podría decir cualquier cosa y no mentiría, pero nada puede evitar que la muchedumbre y yo viajemos en direcciones opuestas.

 

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