LA TELARAÑA: octubre 2012

lunes, octubre 29

Sonrisas y décadas


La Telaraña en El Mundo.
 
 Parece que la vida se resume fácil si nos dejamos llevar por el rápido vaivén de las décadas. Así, por ejemplo, los setenta me parecieron emocionantes y hasta apoteósicos en su recta final. Los ochenta, sin embargo, fueron otra cosa. Vale que no empezaron mal y que me trajeron -cosas de la edad, supongo- algunas novedades de cierto valor subjetivo -como la publicación de un par de libros o el nacimiento de un hijo- pero me da que tanta vanagloria sólo escondía el inicio de una ceremonia de la confusión que, por lo que fuere, nunca pude soportar.
 El posterior optimismo colectivo, tan constitucional como autonómico, y esa curiosa «movida» en la que todo se movía sin saber por qué ni hacia dónde, no hicieron sino confirmarme que lo mejor era desaparecer por un tiempo. Así lo hice.
 De los noventa no diré nada, porque seguía desaparecido y hasta en el exilio de mí mismo; en algún lugar que, ahora, me sigue pareciendo muy higiénico. Gracias a esos años pude afrontar la década inicial del nuevo siglo con la mejor de las sonrisas. Pasa, sin embargo, que la inercia me ha llevado hasta esta segunda década y, aunque conservo la sonrisa, no sabría explicarles lo que me cuesta mantenerla, cuando la única mueca que me arranca el caos de la actualidad es la temblorosa caricatura de un inaudible y gélido grito de horror. O perplejidad.

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sábado, octubre 27

La voluntad de poder


La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que si Rodríguez es imputado por el ‘caso Over’ queda inhabilitado para dirigir el PP en Palma?
 
 
 No. A ciertas edades -y José María Rodríguez ya debiera saberlo- gobernar o vivir son algo así como hacer balance de daños e inventario de pérdidas al levantarse cada mañana. Abrir los ojos sin prisa ni sobresalto alguno y palparse en la fría penumbra del alba para concluir que todo sigue, aproximadamente, en su sitio de costumbre y que una imputación de más o de menos tampoco resulta un agravio o un dolor insuperables cuando ya se tienen el cuerpo y el alma bien adobados y a caldo, a prueba de bombas lógicas y también, quizá, de pesticidas; y hasta con un callo enorme -como un caparazón de tortuga gigante- a modo de escudo protector, de paracaídas, de mullida alfombra sobre la que revolcarse cuando el mundo se vuelve hostil. O sea, muy a menudo, casi siempre. Siempre.
 Mientras tanto, y a falta de ese puente que nunca construyeron, nos siguen llegando desde Valencia multitud de alegatos, pruebas y demás utilería judicial -la trama Gürtel en todo su esplendor o el caso Over Marketing- que nos confirman lo pequeño que es el mundo y lo grande y ubicuo que puede llegar a ser un partido cuando de lo que se trata es de manejar dinero ajeno. Ahí, en esos papeles pringados con el membrete oficial de la ignominia, resulta que aparece Rodríguez entre saldos, arqueos y cuentas, sacas de dinero negro y demás parafernalia habitual de la siempre opaca y compleja financiación de los partidos políticos. Vaya por Dios. ¡Y con esos pelos!
 No obstante, no creo que Rodríguez se dé, personalmente, por aludido. Qué va. Salir en los papeles -y si es posible, en todos los papeles- es una de las servidumbres en las que más a gusto se mueve y se reconoce, porque todo vale, es un por decir, cuando se tiene una vocación y, sobre todo, una voluntad de poder tan fiera y tan perseverante como la que se le adivina. Con todo, supongo que habrá que ver qué concluyen, en fin, los jueces. Y luego Bauzá, claro.
 

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viernes, octubre 26

La lógica del humo

La Telaraña en El Mundo.
 
 
  Hay cosas que no se entienden ni que uno se aplique, a modo de tortura ilustrada, el demoledor potencial dieléctrico de todas las luces cósmicas del conocimiento, la suma de efluvios místicos -ese revuelo entre el amor y la sumisión- de los clásicos y hasta el manual entero de toda la dialéctica aplicada, desde Platón y Aristóteles, pasando por Adorno y Hegel, hasta llegar a Sartre, pero sin dar ni un solo paso más; salvo que sea hacia atrás y lo firme un filósofo tan neutro como Wittgenstein.
 De momento, les confesaré que llevo lustros enfrascado en Georges Bataille y que no tengo intención alguna de abandonar su impecable, festivo y erótico sentido de la tragedia, aunque ignoremos -¡todavía!- de qué tragedia hablamos, porque aquí todos hablan y el mundo, claro, no hace sino retorcerse como si fuera un pañuelo. A saber qué ocultará entre sus pliegues.
 Pero a lo que iba. Urge que Bauzá le pida a Rajoy una promesa formal, por escrito y por triplicado, de que no nos va a enviar jamás las tropas. Que no habrá desembarcos en nuestras playas ni incursiones por entre las ruinas del Palacio de Congresos. Sólo así estaremos a la misma altura que ERC o de ese grupo de eurodiputados que no se sabe lo que fuman. Si es que fuman.
 

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jueves, octubre 25

Lluvia de alfileres


La Telaraña en El Mundo.
 
 Hay ideas que se asocian pronto porque, de hecho, van tan de la mano que no hay modo de separarlas. Crisis económica y auge de los nacionalismos, por ejemplo. Será, tal vez, que nuestra confusa escala de valores -esa espiral que llevamos escrita en las entrañas- nos obliga a buscar alianzas colectivas, emblemas, símbolos y hasta sudores épicos cuando la realidad, con su manto de plomo, nos deja a merced de unas circunstancias que nos superan. Bajo un puente que cruza el abismo y que, ahora, sumergidos en su piélago, ya no podemos alcanzar. O eso parece.
 Con todo, no quiero ser agorero. Al contrario. Me gustaría olvidar de un plumazo que las crisis y los nacionalismos han danzado ya en el escenario sepulcral de las dos Grandes Guerras del siglo pasado. Y no sólo ahí. También en la miríada de cruentas refriegas civiles, locales y domésticas que han sido, son y seguirán siendo.
 Pero el olvido no es fácil cuando la actualidad es un constante goteo de alfileres. En los juzgados de Palma un joven rapero de poca monta confunde la libertad de expresión con la melodía frenética de las dianas y las amenazas. Entiendo a Jorge Campos y al Círculo Balear, pero lo único que desactiva a los provocadores es no hacerles ni puñetero caso.
 

 

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lunes, octubre 22

La ciudad y sus galerías

La Telaraña en El Mundo.
 
 
 La ciudad no parece estarse nunca quieta, aunque no podría asegurar que se mueva demasiado. No sé si tiene intención de hacerlo. Quizá prefiera esperar a que nosotros nos movamos para adecuarse luego, suavemente, a nuestros pequeños o grandes desplazamientos, a nuestra feroz diáspora de algunos días o al renqueante apartarnos sólo lo justo para que otros sí se muevan. En esa danza estamos, como una masa compacta de algo que no sabemos cuán vivo está, pero sí que se estremece. Y no poco.
 Pero el paisaje cambia según nuestro nivel de percepción. O nuestra altura de miras. Palma, por ejemplo, puede parecernos un enorme lienzo de ventanas donde anidan espacios de luz y sombra, perfiles anónimos que se mueven tras las cortinas brumosas de sus viviendas y de nuestros ojos. Me gusta atisbar esas celosías donde sé que la vida celebra igual su rutina que su felicidad o su ruina.
 Pep Pinya, días atrás, decía comprender que no existieran, con la crisis, compradores de arte, pero se extrañaba de que nadie visitase las galerías de Palma. Luego habló de Bilbao, París o Londres; es decir, del Guggenheim, el Louvre o el Tate Modern. Me quedé con ganas de que dijera algo sobre Es Baluard, pero no lo hizo. O sí, porque es en lo primero que pensé tras leer sus palabras sobre el turismo cultural al que, como sabemos, Palma aspira. O expira.

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sábado, octubre 20

A contracorriente


La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree acertado que el Govern balear haya recuperado el acuerdo con las clínicas abortistas?
 
 
  No. Pero lo cierto es que no sé nada sobre los protocolos vigentes que la burocracia ha engendrado para llegar a desarrollar y sostener esa extraña lógica suya de ir dando bandazos de un lugar a otro. No sé si les mueve el «Ladran, luego cabalgamos», que es frase apócrifa, pero muy citada, de El Quijote, o si es una suerte de divina inconsciencia la que abre caminos, senderos y atajos donde no los hay ni los hubo nunca. Será que se hace camino al andar, ya saben. Aunque yo tenga mis dudas. Cómo no.
 Empiezo a ver el mundo como desde la limusina de «Cosmópolis», la última película de David Cronenberg. O el último guión de Don DeLillo al que he tenido acceso. Viajo lento y sumergido, quizá, en mis temores: aprieto las teclas de un teclado etéreo y dejo que la espuma de la información descifre o destile su vacío interior o su más íntima y recóndita verdad. Todo se iguala, al fin, cuando carece de alma o espíritu. Pero alrededor la muchedumbre grita y se agolpa, se manifiesta y lucha, aunque no siempre lo sepa, contra la llegada inexorable del futuro, su aséptico crujir de dientes, su pantalla táctil repleta de cortocircuitos y hologramas. De burocracia virtual. De sangre convertida en polvo de estrellas, que ni se sabe si llegaron a nacer, porque llevan siglos muertas, pero nos gusta deleitarnos con sus últimos destellos. Ratas deslumbrantes. Cegadoras.
 Sólo me falta, pues, recorrer a tientas el largo y retorcido trecho que pueda haber desde el Govern hasta los conciertos públicos o privados de la muerte legal, siniestra y anticipada; de Antoni Mesquida a Isabel Borràs, pasando por todos sus desquiciados antecesores; de las quejas del Instituto de Política Familiar o de Derecho a Vivir al catálogo mutante y a los folletos anacrónicos de las clínicas abortistas. Podría decir cualquier cosa y no mentiría, pero nada puede evitar que la muchedumbre y yo viajemos en direcciones opuestas.

 

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viernes, octubre 19

Los chinos con las chinas

La Telaraña en El Mundo.
  
 A veces pasan cosas raras. Miro alrededor y veo a un chino y a una china que siempre son el mismo chino y la misma china. Dos personas que son una legión, la prueba irrefutable de la ubicuidad y la paciencia, porque su rostro permanece inescrutable mientras van dando las horas muertas en el bazar donde se apila el género y no importa si es domingo y llueve o diluvia. Esa imaginaria no atiende al tiempo y parece estar fuera de él, en el oriente profundo del atlas del pensamiento. O más allá de este mundo.
 Pero subo calle Olmos -por no irme hasta Pedro Garau- y el mismo chino y la misma china atienden en una docena de zapaterías diferentes. Yo creo, de veras, que son sólo dos estereotipos y que hay una sala de máquinas en algún lugar remoto que nos los muestra, cual precisos hologramas, cuando los necesitamos. Acabo de verlos, hace un rato, en un colmado. Sonreían.
 Mientras tanto, ha habido una gran redada y el chino, que una televisión presentó como un empresario ejemplar, resulta ser, hoy, el cabecilla de una mafia. China, claro. Y me pregunto qué les puede asemejar a la vieja banda de UM, donde sólo Bartomeu Vicens purga por las penas de todos. Y pienso que nos engañaron como a chinos. O no. ¿Quién entiende a los chinos?

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jueves, octubre 18

Dinero y secesión


La Telaraña en El Mundo.
 
 La música de la secesión es solo el ruido de la bolsa de los dineros agitándose. Poca cosa. O un tintineo tan familiar que, de momento, y que dure, no nos quita el sueño ni despierta, tampoco, a los sables. Pues menos mal, porque ese alboroto tan elocuente sí que nos disgustaría de verdad y, además, en grado sumo. De hecho, lo que quisiéramos, para ahora y para siempre, es sólo un silencio más ilustrado, un discurso más hondo y, a la vez, escéptico, una rima individual para un viaje que es colectivo.
 Pero, quizá, estoy pidiendo demasiado y las cosas, como de costumbre, van a seguir yendo a su aire, según su azar o inercia. Ese descenso vertiginoso al compás de los caprichos de ciertos políticos y sus banderías ocasionales. La inopia. O la repetida historia de caer, una vez y otra, en los mismos errores.
 No obstante, todo este embrollo se diluye y convierte, hoy mismo, en otro estropicio. La Confederación de Padres y Madres de Alumnos de las Islas Baleares -la COAPA, un alud de siglas con espíritu contable- ha convocado otra huelga de alumnos. En fin. A este paso, no ir a clase acabará siendo un mal menor, porque las aulas ya sólo son la aberrante farsa, el timo feroz del proselitismo. A esta secesión sí que me apuntaría.
 

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lunes, octubre 15

La fábula de la identidad

La Telaraña en El Mundo.
 
 Pese al diluvio, sigue haciendo, a ratos, un calor de mil diablos. En Vía Sindicato me sonríe una prostituta y me muestra las caries del infierno. Huyo, pero un poco más allá, en San Miguel, alguien grita sobre los pecados de la carne. Sonrío, imprudente, y casi me agrede con su Biblia. Me vuelvo a casa, incrédulo y destemplado, pero ya en la Plaza de España, en su centro geométrico y a la sombra de Jaume I, tropiezo con otro santurrón, también vestido de riguroso negro y con la misma Biblia negra que el anterior, clamando en el desierto del polvo del ladrillo sobre la ira de los justos y el camino de Dios. No sé si la salvación es posible, pero lo que sí sé es que no quiero que me salven.
 Luego las noticias me devuelven la liturgia y las maniobras de evasión de los de siempre, el viejo juego de la identidad entre la usura y las fluctuaciones del mercado, la noche oscura de las autonomías y no sé si del alma.
 Pero la identidad es una fábula oculta tras un telón que ahora sube y luego -también ahora- baja. Desconocemos quién maneja el mecanismo y acciona las palancas, quién se acuerda de nosotros cuando llega la noche y quién, en mitad del sueño, nos arranca del universo y nos lleva muy lejos o muy cerca, a un lugar insonorizado y aséptico donde no somos más que un pálido brote de asfixia. Es decir, un puñado de palabras.

 

 

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sábado, octubre 13

Destino, Etiopía

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: El conseller Mesquida se ha marchado, en plena disputa sanitaria, con su ONG a Etiopía. ¿Cree que ha hecho bien?
 
 
 Sí. Cuando la espantada es general y la diáspora, completa, nada mejor que marcharse a Etiopía (a Etiopía, como metáfora, claro) o a la selva más remota para rencontrarse, ahí, con las viejas hogueras del buen gobierno, con la tribu dando vueltas y alaridos rituales alrededor del fuego y el hambre, de la enfermedad y también de las carencias ancestrales. En esa imagen, repleta de tópicos y de exotismo, de Tercer Mundo abocado a su tragedia y de Primer Mundo ahogado en su infinita soberbia, en ese taller primigenio de folclore, cultura, naturaleza y cábalas, en esa exuberante plaza en el más allá de todas las fronteras es muy posible que el conseller Antoni Mesquida se acabe encontrando a sí mismo; al fin en paz, tras haberla perdido al asumir un cargo político para el que, obviamente, no estaba capacitado de ninguna de las maneras. Ni en cuerpo ni, sobre todo, en espíritu.
 Pero no pasa nada. Si los sindicatos UGT, CCOO, CSIF y USAE dieron plantón al Govern y a los sindicatos de los médicos y enfermeros en la Mesa Sectorial de Sanidad -esa especie de quirófano con el enfermo huido- y hasta Bauzá se fue a Bruselas con motivo del Comité de las Regiones de la UE -ese otro quirófano sin más paciente que un cúmulo de eufemismos-, no le vamos a sacar los ojos al bueno de Mesquida por pasar consulta a la otra realidad en su salsa color amarillo albero.
 Esperamos y deseamos que, en esos once días de asueto y de ONG en acción, se empape de salud y de gloria; y que cuando regrese no le pillen de improviso las urgencias aparcadas, los recortes sin asumir por los recortados, el futuro ensombrecido y contradictorio de los hospitales General y Joan March, el alambicado pago de los complementos médicos, la guerra a corazón abierto de las batas blancas o verdes y los bisturís de acero y sangre renovada. «Llevant en Marxa». Nunca mejor dicho. Y hasta bien lejos. Etiopía como destino, en efecto.
 

 

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viernes, octubre 12

Educar o españolizar

La Telaraña en El Mundo.
 
 
 Es cierto que, a veces, me callo parte de lo que opino; por pereza, comodidad o porque no procede. O porque soy mallorquín, como es bien sabido. Pero hay un componente de la sinceridad, muy sutil, que es el pudor del silencio cuando no queremos herir a nadie por una simple cuestión de opiniones y gustos relativos, de cultura aprehendida de forma distinta.
 Estas elipsis pasajeras no sólo acontecen ante la actualidad, sino también ante anécdotas de la vida misma. Recuerdo a un chaval componiéndose pantalón vaquero y slips de marca, para que estos últimos quedasen bien a la vista. Pensé en Cantinflas, pero no dije nada. O a una joven reajustándose los pechos para que no le huyeran del corpiño que lucía. Ahí, como el encaje era arduo, sí que me quedé un rato observándola. Pero tampoco dije nada.
 Quien sí debiera aprender a decir las cosas de otra forma es el Ministro de Cultura, José Ignacio Wert. Es un dislate decir que quiere españolizar a los alumnos catalanes (y así, a los mallorquines). Primero, porque no se puede españolizar lo que ya es español y, segundo, porque mezclar educación con proselitismo es caer en el mismo vicio de los nacionalistas. Sólo con hacer cumplir las leyes debiera bastar. Y sin abrir la boca, oigan.
 
 
 

 

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jueves, octubre 11

Imagen y realidad

La Telaraña en El Mundo.
 
  «Quien avisa no es traidor. Es la hora de conquistar un modelo de sociedad justo y equitativo donde el poder resida en el pueblo. Por eso, vemos como única solución ejercer la soberanía de cada pueblo», proclama el manifiesto del Sindicat d’Estudiants dels Païssos Catalans (SEPC) de Mallorca, llamando al paro estudiantil. Un tópico, un par de sinónimos y un silogismo que deviene en sofisma. No hay más. O lo que hay es esto. Un redundante rebuzno.
 En la diana de la ira independentista están, cómo no, Bauzá y Bosch (que debe alucinar, porque vive a traspiés de los suyos, de los contrarios y hasta de sí mismo). Y como munición, la de siempre. Una educación en el marco exclusivo, en fondo y forma, de los países catalanes y un sonoro batiburrillo de nacionalismo e ideología de izquierdas (¿?) reunidas al alimón y al aluvión. Lo que chirría es la resultante. La parabólica bandera dando la vuelta al Camp Nou, prietas las filas y única la voz. Ininteligible, por supuesto.
 Pero los símbolos son sólo símbolos y no hay que darles más valor del que tienen. Poco o ninguno. Su confusión o su abuso no puede empeorar la imagen de España, porque el problema de este país no es su imagen, sino su deteriorada realidad. Esa sí que nos duele.
 

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lunes, octubre 8

El bloguero adolescente

La Telaraña en El Mundo.
 
 
 La soledad, cuando la percibes como forzosa y, además, eres inmaduro, suele acabar haciendo estragos. Es demasiado fácil atrincherarse entre cuatro paredes y creer que el mundo es un lugar hostil, donde todo y todos parecen haberse confabulado en tu contra. Primero ves signos y luego hasta buitres y cuervos. Muy pronto creerás ver tu propio cadáver y es sólo cuestión de tiempo que acabes, al fin, reconociéndolo. Algo es algo, aunque sea tan poco.
 Pasará, mientras tanto, que abrirás el ordenador y su patética ventana de cristal parpadeante se acabará convirtiendo en tu única brújula, tu respiradero, la única luz -ese dudoso espacio entre sombras- en el que te podrás sentir alguien con voz propia.
 Alguien importante, pues, con su blog, sus foros y sus tres o cuatro «nicks» más o menos inverosímiles, que a nadie importan salvo a ti mismo. Clamarás, entonces, contra la UIB, por ejemplo, donde no supiste ser feliz ni tampoco buen alumno, repitiendo los gestos y las profecías muertas de tus ídolos de barro y en ellos, y en su destino, acabarás encontrando el tuyo. Todo un manual de autodestrucción a marchas forzadas del que, por fortuna, la magnífica actuación de la policía cibernética te ha librado, de momento, porque no sabemos hasta cuándo. Quizá hasta cuando tú quieras, que no es poco; y es mucho más de lo que mereces.
 

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sábado, octubre 6

La doble condena

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Está de acuerdo que se elimine el 50% del sueldo a los funcionarios que no van al trabajo alegando depresión?
 
 No. Si se quiere rebajar el sueldo a los funcionarios que cursen baja por enfermedad habría que ser mucho más estrictos y lógicos, porque ninguna enfermedad es, por definición, despreciable. Ninguna es un puro capricho. Ninguna es risible. Y poco importa su nombre y su gravedad estadística si es cierta y demostrable y si un médico la certifica, si paraliza a su víctima y la deja postrada en la cama o convertida en un llanto, dejación o apatía inexplicables, en un pañuelo repleto de mucosidades, en un clamor de tos y convulsiones. Si no se puede ir a trabajar, no se puede y punto. Pero igual con la depresión, la gripe o los resfriados que con una operación a corazón abierto y, tal vez, tullido para siempre.
 No es de recibo, pues, que a la condena de una enfermedad cualquiera se le sume otra condena de doble filo, porque aquí de lo que se recela es de la honestidad del funcionario cuando se proclama triste, compungido y sin ganas de nada; asqueado de sus infinitas horas muertas entre papeles inútiles y ventanas tapiadas, el vaivén inmóvil de un trabajo que apenas tiene nada que ver con la realidad y que, cuando sí lo tiene, tropieza una y mil veces con la misma piedra, la pésima organización, la falta de recursos, el lento viaje hacia ninguna parte. El no hacer nada, porque no se tiene otra cosa que hacer que fichar al entrar y salir de la oficina y, entre ambos actos mecánicos, el tedio, el abatimiento, la íntima certeza de que lo que se hace se lo lleva el viento. La misma brisa infame que a unos le trae el regalo envenenado de la tristeza y, a otros, la rémora agrietada de una gripe.
 Esos días de baja y exilio, son días que se caen del calendario laboral pero no de la vida. Faltaría más. Podríamos discutir si se deben pagar al cien por cien del sueldo o a menos, pero sin hacer estúpidas distinciones de grado. Más burocracia a la burocracia, no. Que ya sobra y el vaso desborda.

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viernes, octubre 5

Lengua y espejismos


La Telaraña en El Mundo.
 
 
 Ya sabemos de la esquizofrenia del nacionalismo a la hora de mezclar tiempo, espacio, lengua y cultura como si fueran la misma cosa. O se pudieran usar del mismo modo. Pero no es así, salvo que nos empeñemos en ignorar, por ejemplo, que este mismo lugar en el que ahora vivimos fue, en tiempos, un asentamiento fenicio, un puerto romano, un hangar bárbaro, un zoco árabe, un nido de dinosaurios o un glaciar de cristales eternos y espirales de agua.
 Yo soy, ahora, ese mismo fenicio, árabe o romano, ese animal prehistórico, ese instante congelado en la memoria de la tierra; y todo ello sin dejar de quien soy y sin moverme, por supuesto, del lugar que ocupo.
 Mientras tanto, va Mario Bedera y le dice a Wert -aunque el que debiera sobresaltarse es Bauzá- que no hay ningún problema en Cataluña -y asumo que tampoco en Baleares- con la enseñanza del castellano. Uno podría preguntarse a qué enseñanza se refiere, porque igual es que la que hay no existe y no vamos, entonces, a insinuarle problema alguno con lo que no existe. Tampoco deben existir las hordas de comisarios lingüísticos convertidos en maestros de una realidad paralela y perversa donde no priman las ideas sino, sólo, la lengua en que se expresan. Son un espejismo. Claro.

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jueves, octubre 4

Música y catacumbas


La Telaraña en El Mundo.
 
 Observo que los tres músicos callejeros que me amenizan las mañanas -y a qué volumen- han tomado conciencia de sí mismos, su audiencia o negocio, y han decidido convertirse en una auténtica banda. Hoy, al fin, los tres visten la misma camisa de franela a cuadros, como si un dinámico trío de leñadores de la trova. Es lo que suele pasar con la gente cuando se agrupa; que un buen día se miran y se gustan y se saben una unidad de destino en lo universal o transitorio, y renacen al compás de la misma sastrería, los mismos pasos marciales, la misma bandera y lengua. Esos escasos cuatro dedos rojos en la frente.
 Sólo les falta, pues, a mis músicos, darse un nombre y que les habiliten unas tablas lo más lejos posible de mi ventana. Siempre podré, con el tiempo y la añoranza, bucear en YouTube -donde si no estás, no existes: así es el patrioterismo del arte y otras patrias- y recordar que fui de los primeros en sufrirlos. Y en glosarlos, como prueban estas líneas.
 Mientras tanto, desaparecen del Colegio de Son Ferriol las cuatro horas -¡semanales!- de castellano. En Puigpunyent, para hablarlo, hay que esconderse en el patio. Pero no hay problema. Rafael Bosch está investigando el tema. Y si no, siempre nos quedarán las catacumbas.
 

 

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lunes, octubre 1

Tocando el fondo


La Telaraña en El Mundo.
 
 
 Mientras recorría Palma, con el aire gris de una tormenta en ciernes, alrededor y adentro, me vinieron a la memoria los recurrentes versos de una vieja canción que ya creía haber olvidado. Dice así: «Cuando ya nada se espera personalmente exaltante, más se palpita y se sigue más acá de la consciencia, fieramente existiendo, ciegamente afirmando, como un pulso que golpea las tinieblas… Cuando se miran de frente los vertiginosos ojos claros de la muerte, se dicen las verdades; las bárbaras, terribles, amorosas crueldades… Poesía para el pobre, poesía necesaria como el pan de cada día, como el aire que exigimos trece veces por minuto para ser y, en tanto somos, dar un sí que glorifica».
 Y después, el estribillo. «Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan decir que somos quien somos, nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno. Estamos tocando el fondo».
 Se trata, como muchos de ustedes habrán reconocido, de fragmentos de un poema de Gabriel Celaya. Pueden leerlo íntegro en su libro Cantos Íberos (1955) o escucharlo, a medias, en la voz ronca de Paco Ibáñez, cuando el cantautor valenciano (y vasco) aún era español; es decir, cuando vivía en el exilio. Ahora es otra cosa. Con todo, la única música que les hace justicia a esos versos tullidos es, por desgracia, la actualidad. En efecto. Estamos tocando fondo.
 

 

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