LA TELARAÑA: agosto 2012

viernes, agosto 31

Bretón y el espectáculo


La Telaraña en El Mundo.
 
  Hoy no seré muy sutil, es cierto. Pero es que habituado, siquiera sea gracias al zapeo o al hastío, a la asombrosa eficacia policial en las series televisivas -tipo Bones, CSI o El Mentalista- llevo meses frunciendo el ceño cada vez que asoma en las noticias el presunto parricida Bretón y su macabra romería familiar. Si en un año, la policía no es capaz de arrancarle a un hombre, sin ningún talento especial, una confesión en toda la regla es que el sistema falla.
 No estoy abogando, claro, por una tortura sin control; y no por no merecerla, sino porque sobra. ¿No bastaría con un suero de la verdad, un poco de hipnosis o un algo de persuasión, por así decirlo, inducida? ¿O hay alguna colisión legal de derechos? Pues qué quieren que les diga. ¿Y los derechos de la madre? ¿Y los de los hijos, quizá ya cenizas? Por no hablar del derroche de medios para, en fin, acabar hundidos en el lodo insondable de los peores instintos humanos.
 Creo que para este viaje -como para el de muchos de nuestros políticos- no hacían falta alforjas. Ni tampoco audiencia. Si no se quieren recibir abucheos o críticas basta con no desfilar bajo palio en Felanitx, en Venecia o en donde sea. Pero hay que ver cómo les gusta dar la nota y el espectáculo.

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jueves, agosto 30

La caída y el rescate

La Telaraña en El Mundo.
 
 
  No parece posible que el magnífico mirador sobre la bahía de Es Baluard estuviera el pasado domingo -y quizá no sólo ese día, sino todos los que no tengo la peregrina idea de visitarlo- absolutamente a oscuras a esa hora en que cae la noche y las formas se volatizan y el reloj casi marca las diez y el Bou de Calatrava se recorta, etéreo, sobre las terrazas incorpóreas de ese museo, también invisible.
 Pero así estaba el patio, ya digo, y no hay nada peor que advertirle a mi compañera del peligro de unos escalones que ni podían adivinarse para, en ese mismo instante, dar con todos mis huesos sobre el marés agrietado y áspero, hostil.
 Ya pueden imaginarme, pues, sentado en el suelo y con las piernas recogidas, comprobando que toda mi ortopedia personal seguía en su sitio y que, aparte del susto, el golpe y una herida en la rodilla, todo estaba en orden. Todo, salvo mi orgullo, claro. Fue entonces cuando se acercaron unas jóvenes alemanas interesándose por mi estado. Menos mal que mi compañera, que me conoce a la perfección, las ahuyentó con un par de frases rápidas que no entendí. Me sentí viejo y sin ganas de que me rescataran. Pero aun y así, me levanté y nos fuimos a casa con una sonrisa de complicidad en el rostro.

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lunes, agosto 27

Lenguaje y gestos


La Telaraña en El Mundo.
 
 Uno no dice, por ejemplo, vaya fiasco de crisis, de paisaje o paisanaje, con la misma expresión en el rostro que si dijera, qué gloria, cuánta paz o viva la madre que nos parió. En absoluto. El rostro nos delata el ánimo, añadiéndole un elemento gestual que modifica el lenguaje, que lo complementa, refuerza o niega. Cuántas veces algún matiz en el rictus -o en el fulgor del ojo- contradice el sentido literal de las frases trocándolas en otra cosa. Una ironía, un sarcasmo, un sálvese quien pueda o esto es lo que hay, pero yo no me lo creo.
 Así las cosas, hay que concluir que el lenguaje escrito en la letra neutra de la imprenta resulta siempre tan inacabado que, merced al sarpullido de las sugerencias y los tropos, queremos que el lector nos complete. Pero a su aire. A su riesgo.
 No se trata, pues, de que nos restauren, como en el eccehomo (que así debe escribirse, según la Fundación del Español Urgente) de Borja, ahora de Cecilia Giménez, sino de que nos traduzcan. Y que en esa traición nos reconozcamos. ¿Cómo describir entonces lo que vemos? Veámoslo. Prietas las filas y las señeras en el Colegio Público Puig de Na Fàtima, Puigpunyent, nos invade cierta desazón, que ni disimulamos. ¿Por qué? Conviene que nos intuyan el gesto para que en este universo de apariencias todo quede en lo que es. Anécdota. Ficción. Máscara.
 

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sábado, agosto 25

Cirugía y rentabilidad


La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que el Govern debe financiar con 30 millones públicos IB3?
  
  Sí. Las leyes del mercado son tan simples que casi nos avergüenza tener, otra vez, que recordarlas. No hay empresa -pública o privada- que merezca nacer, salir adelante, sostenerse y evolucionar en el tiempo si, como mínimo, no cubre costes; es decir, se puede mantener un chiringuito por muchos motivos confesables, o no, incluido el amor altruista al arte o al prójimo, pero lo que no es de recibo es hacerlo a costa de ese supuesto arte o de ese prójimo, de su dinero espolvoreado como si no fuera de nadie -con poca o nula gracia y sin pudor alguno- por entre las alambicadas veredas de los presupuestos generales. Así de fácil. O quizá no tanto.
 Porque, luego, uno le pega un vistazo a la fotografía de la llamada Mesa Audiovisual y no le queda otra que echarse a temblar. O a reír. O a llorar. Ignoro qué extraños designios, qué ocultos intereses, qué cúmulo de azares o qué sucesión de malentendidos pueden acabar reuniendo, entre otros, a Paula Serra, a Jacinto Farrús, a Jaume Rodríguez (de Apaib), al conseller Antonio Gómez y al director de la Oficina de Control Presupuestario, Joaquín García, con un fiambre como IB3 sobre la camilla de operaciones y sin saber, ni por asomo, si sólo suturar o extirpar, si anestesiar o, ya puestos en faena, si amputarle todo lo que se le pueda y más a tan indescriptible paciente.
 Pero a mí me gusta que siempre haya un dial más en pantalla; al menos, si nos ofrece, como en los últimos tiempos, unos informativos no del todo deleznables y hasta alguna que otra buena película en versión bilingüe. O sea, en castellano. Sólo se trata, pues, de gestionar los 30 millones de euros (frente a los 60 del anterior gobierno) para que no se agoten en sí mismos y produzcan alguna plusvalía, aunque sea en forma de trabajo para quien se lo merezca y no para quien se apunta a todo, sólo por ver si cae algo, que algo siempre cae. Esa es la disyuntiva, y casi que no hay otra.

viernes, agosto 24

A vueltas con el aborto


La Telaraña en El Mundo.
 
 Unos hablan de la libertad de la mujer y otros de la libertad del feto. O de su derecho a vivir, que viene a ser lo mismo. Pero aquí, en el interior de este eventual torbellino alrededor del aborto, parece que las palabras no alcanzan a decir lo que quisieran.
 Nadie es nunca libre -o no del todo- de escapar a su propia naturaleza, a su diseño cierto, pero opcional, de poder parir niños cuando se tiene el cuerpo preparado para ello. O de intentar crecer y abandonar, entre sofoco y llanto, el útero materno, si se está en esa delicada situación donde todo son expectativas y sólo eso. O ni eso. El futuro es sólo una luz remota y cegadora. Una ilusión óptica.
 Por ello, ignoro qué hace el Govern de Bauzá impulsando leyes -junto a «Derecho a Vivir»- para que las embarazadas vulnerables no aborten. ¿Las hay invulnerables? Pues igual sí y yo en Babia. O quizá es que se desea elevar la tasa de natalidad, sin haber logrado antes, ay, construir un mundo más habitable. Uno que invite, en fin, a crecer y multiplicarse y no a lo contrario. Pero muy poco o nada puede hacer este Govern, como cualquier otro, en el ámbito de estas complejas teologías que nos remiten a un cielo o a un infierno que aún nos esperan. Seguimos en el limbo.
 
 

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jueves, agosto 23

Pirómanos y políticos


La Telaraña en El Mundo.
 
 
 Alguna que otra vez me he quedado observando el resplandor del fuego en las chimeneas domésticas de mi infancia, sus reflejos rojos y azules, su aburrida danza sin más música que el chispear áspero de la leña, ni más sorpresa que el fulgor ingrávido de las pavesas. Pero también fui testigo, con el estupor propio de la adolescencia, de cómo algún amigo se dedicaba a prender pequeños arbustos con tan sólo unas cerillas en el bosque vecino. Parecía gustarle. Me sonreía. Y yo, acojonado. Luego los años me confirmaron que hay gente a la que le falta un hervor de joven y le sigue faltando de mayor. Pero esa es otra historia.
 Puedo entender, pues, cierto tipo de fascinación por el fuego, pero no tanta, por supuesto, como la que embarga a los pirómanos que, agosto tras agosto, convierten nuestros bosques en páramos calcinados. Ya se broncea bastante la tierra como para que, además, nos empeñemos en hacer de ella un osario.
 Pero de la sartén o del cazo a las brasas va sólo un breve. Armengol dice estar orgullosa del estado en que dejó un Consell, que ya no parecía poder empeorar después de Munar. Pues algo así deben sentir los pirómanos. Cuanto mayor es la desolación pública, más satisfecho se vuelve uno a su miseria privada.


 

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lunes, agosto 20

De balcón en balcón


La Telaraña en El Mundo.

Desde Ícaro, la gente sigue queriendo volar sin conseguirlo, salvo si embarca en una especie de lata de sardinas con alas -«low cost», por supuesto- o si salta, como poseído, de balcón en balcón hasta el lógico estrépito de un aterrizaje brutal sobre el cemento armado de la otra vida. O del más allá.
 Uno puede comprender ese desvelo por ser como pájaros, siquiera en los malditos sueños de la insatisfacción sin asumir, pero no, desde luego, cuando uno celebra sus vacaciones anuales en un hotel de cualquier zona turística de las Islas y cree hallarse, en fin, por encima del bien y del mal, por sobre la gravedad y las limitaciones de la materia. En la caída libre de quien desdeña que el vacío es, por definición, un lugar vacío. De ahí al hospital o a la necrópolis hay sólo un paso.
 Pero siguen sucediéndose, como si nada, los ebrios abordajes del vértigo, sin que las diversas campañas publicitarias e informativas parezcan surtir efecto alguno. Quizá sea que la gente que nos visita -algunos de ellos- tiene tantos problemas y tanta necesidad de ahogarlos, que ni el alcohol o el éxtasis -aquí el remedio siempre es el veneno- les son suficientes y sólo les queda la solución drástica del «balconing». Vale que la vida sea un juego -y también un sueño- pero uno debiera preferir despertar entre sus sábanas que bajo una fría lápida.

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sábado, agosto 18

La basura globalizada


La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que el Consell debe tratar basura italiana para rentabilizar la incineradora?

  Sí. La verdad es no sé nada de Son Reus, salvo la fotografía de una columna vertical de humo que me encuentro, a veces, en los medios y la inaplazable factura de la tasa de eliminación de residuos urbanos, que suele enviarme el Ayuntamiento cuando corresponde. O sea, cada año y puntualmente. Mi relación, pues, con ese horno crematorio es sólo prosaica y, en absoluto, afectiva. Pero el tema de la basura sí que me parece excitante, metafórico y prolijo como pocos. O como ninguno.
 Resulta que, en su día, construyeron una planta incineradora excesiva para el discreto volumen de basuras que generamos. Quiero creer que el error de cálculo se debe a pensar -aunque, a veces, ese método sí funcione- que la primera impresión es la que vale y que basta con echar un vistazo alrededor para colegir, con aplomo, que hay mucha basura suelta aquí en Mallorca. Basura ambulante e inmóvil por las aceras, basura derramada en unos contenedores que no siempre funcionan, basura acumulada en las cloacas del olvido, en las alacenas de los juzgados -que parecen padecer el viejo síndrome de Diógenes- y también, cómo no, basura hasta en el limbo del propio ombligo, esa especie de pozo ciego que ya me dirán ustedes para qué otra cosa puede servir que no sea para engendrar más basura. Basura de y para todos.
 Pero nada es gratis en este mundo. Ni la basura. Y uno no crea enormes fábricas de combustión con excelsas chimeneas para tenerlas a medio gas y como si disculpándose por estar ahí. No. Si aquí no hay basura suficiente se busca más donde sea y se hace traer, que hay que mantener el fuego encendido y la brasa «al dente». Y no puede haber nada mejor, para alcanzar ese sutil grado de cocción, que una selecta basura italiana, de Nápoles si es posible. Seguro que la mafia que aún pueda existir por esos lares sabe mucho de empaquetar basuras y hasta de enviarnos el fiambre lo más limpio posible. Es una gran idea.


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viernes, agosto 17

Conspirando, que es gerundio


La Telaraña en El Mundo.

 Nada, ni la indignación más justa, puede legitimar la ocupación del Congreso de Diputados de un país democrático. Nada, salvo que se quiera emular a Antonio Tejero y su esperpéntico golpe de Febrero de hace ya más de treinta años. Hay que ver cómo pasa el tiempo y cómo regresan los peores instintos y la sociedad, en vez de avanzar, sigue a empujones hacia no se sabe dónde. Quizá sólo demos vueltas alrededor de nosotros y nuestro ombligo, por esos parajes tan gastados y conocidos a base de repetirlos e idealizarlos. De errarle la brújula al sentido crítico.
 Pero eso, ocupar el Congreso, es lo que pretenden varios grupos con nombres como «La Marea Destituyente» y similares. La fecha es el 25 de Septiembre, aunque en Mallorca, «Cimera Social», con la OCB y los sindicatos al frente, pensaba hacerlo diez días antes. Está claro que somos la avanzadilla de la madre de todos los desembarcos. O algo así.
 Internet, sin duda, nos ha traído un sinfín de cosas útiles y hasta imprescindibles, pero no deja de moverse según los parámetros de la vida misma, exagerándolos. En la Red siempre triunfa la cantidad y no la calidad. La algarabía y no la reflexión. Siempre ese viejo eufemismo de la Igualdad, que es la Uniformidad. Me da pánico.



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jueves, agosto 16

La condición de parado

La Telaraña en El Mundo.

  Ya saben aquello de que Dios escribe recto con renglones torcidos. Quizá sólo sea una metáfora, pero también parece valer para alguno de los recortes que sufrimos. O eso vino a decirme un amigo, inquilino eterno de las listas del SOIB y con el catálogo de las sucesivas ayudas sociales ya vencido con creces -me habló del subsidio de desempleo, las prórrogas, la ayuda familiar, los mayores de 45 años, los 400 euros y otros parches que ni le entendí- al recordarme que, gracias al copago sanitario, ya no abona ni un euro por sus medicinas. Nada.
 Supongo que es justo que quien menos tiene, menos pague. O no pague nada. Y más cuando la condición de parado, de hecho, deviene un estado crónico. Algo así como un rumor que un mal día envuelve a sus víctimas y no las suelta. Una herida que se abre y se cierra y ya no se ve, pero que sigue sin curarse, hace callo y se eterniza.
 Una especie de extraña liturgia individual, que hace trizas el entramado colectivo y sus sacrosantos ciclos de producción y consumo, para convertir a la legión de parados en sombras furtivas de lo que fueron. O no, porque a mi amigo le veo la mar de bien. Y contento, porque los fármacos le salen de balde. Otro día le preguntaré por su jubilación. Y a ver.

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lunes, agosto 13

A la espera de la realidad

La Telaraña en El Mundo.

  Agosto es como una gota de sudor. Empieza a crecer con lentitud, sin apenas moverse, hasta que, por su propio peso, se despereza, acelera, estalla y ya es Septiembre. En ese intervalo físico -y síquico- andamos, ahora, con la certeza de que nada de lo que ocurra en este mes es, de hecho, definitivo. La realidad vendrá luego, con el regreso a la inercia de los días más allá de las vacaciones y el ocio, la reactivación del actual mercado al ralentí, el despertar nervioso de lo que solemos llamar la normalidad, sin que sepamos muy bien por qué.
 Hay, pues, que observar el paisaje como si estuviera detenido o, quizá, entre paréntesis. «Interligare». Ahora no sé si se trata de una casa de espionaje o de una web de tórridos encuentros en la Red. Está claro que la política apesta.
 Mientas tanto, se van desvelando los detalles -los números siempre cantan- de cómo Antich y la cuadrilla del Pacte afrontó la crisis con toda una loa al despilfarro. Entre otras lindezas y endeudamientos, se aumentaron un 31% los gastos en personal, siempre bajo la divisa de repartir el dinero a su particular antojo. No sé si denunciarlo nos ayuda o no, porque aún no hay forma de exigirles responsabilidad penal a los políticos por la mala gestión de nuestro dinero. Pero urge que la haya pronto y con carácter retroactivo, por supuesto.


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sábado, agosto 11

El precio justo

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Cree que los condenados por corrupción deberían pagar el coste de su investigación como pide la Fiscalí­a?


 Sí. Tengo la sensación, pese a no saber, del asunto, ni la mitad, que la vida del corrupto de guante blanco -de pasillos y despachos, de teléfonos intervenidos y micrófonos ocultos, de cócteles eternos y sonrisas diplomáticas en busca de subvenciones, de estraperlo en las trastiendas, entrañas y aledaños del aparato político o social, de minucioso arqueo entre la líneas, no siempre diáfanas, de los boletines oficiales de la Comunidad Autónoma que se trate, que son todas-, no es, en absoluto, un camino de rosas. Nada de eso. Hay que hilar fino y siempre con la sombra de la soga al cuello, aparentar más que ser y decir, por supuesto, mucho más que hacer. Convivir con la mentira compartida de las plusvalías ciertas o imaginarias, públicas o privadas, y saber atender, con suma y real delicadeza, al ego general, tan inflado como avaricioso, de tan singular, pero concurrido, gremio. O sea, que de bicoca, nada de nada. O muy poco.
 Es obvio que la primera obligación de este tipo de delincuentes, ya puestos en faena, es intentar que no les pillen rodeándose del mejor equipo posible de leguleyos, por si el destino cambia de signo y suena la flauta de la autoridad y caen en desgracia. Han de salvar su pelo y su culo, su calculada imagen y, por supuesto, intentar no dar con sus huesos entre las rejas asfixiantes de la cárcel.
 Semejante panorama nos retrotrae, sin que lo podamos evitar, a las declaraciones, luego rectificadas, de María Antonia Munar. ¿Recuerdan aquello de que los asuntos del dinero se deben arreglar con dinero? Pues eso. Llama vil al metal y suma y corre. El hilo de Ariadna. Una maniobra de dilación tras otra. Pero driblarlas también cuesta dinero. Es lógico, pues, que la Fiscalía le añada a las penas de Urdangarin, el coste de sus pesquisas. A él y a quien sea. No hay condena que se precie de ser justa, si no incluye, y además de oficio, el pago exacto de sus costas. Faltaría más.

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viernes, agosto 10

Palma renacida

La Telaraña en El Mundo.

  Abres los ojos, palpas el sudor en el ambiente y en tu piel y desistes o, quizá, desistirías, si no fuera porque sabes que, al margen de las sucesivas olas de calor de estos días olímpicos, siempre te espera algo o alguien -una gabela, una sonrisa imprevista, un encuentro afortunado- en cualquier parte.
 También sabes que no recibirás ninguna medalla de oro, plata o bronce por pagar -sin demagogias- el carro de la compra en el supermercado, la factura del café y la música callejera -qué horror- en las terrazas de Palma, la actividad inusual de una ciudad, que no sé si estaba muerta, pero que ha renacido, cuando el sol retira su ejército de llamas y decides, entonces, salir al amparo de la oscuridad nocturna y coincides con una muchedumbre inverosímil, que te acaba acompañando como si te buscara igual que tú, tal vez, también la buscabas. O sea, sin saberlo.
 Pero para acabar este costumbrista retrato local, nada mejor que ver cómo el centro regional de TVE en Baleares (o como quiera que se llame el ente) abre sus noticiarios con los éxitos de Brigitte Yagüe, en taekwondo, y de Sergi Llull y Rudy Fernández, con la selección de baloncesto. Está claro que para ganar hay que saber perder a tiempo. Somos grandes. O casi.

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jueves, agosto 9

La imaginación histórica

La Telaraña en El Mundo.

  No se lee a los amigos igual que a los desconocidos, porque la amistad -que nada tiene que ver con la geografía y sí con la voluntad y el azar de las afinidades- otorga a la lectura el añadido del conocimiento del autor, la prueba de que surge de una fuente fiable, de un lugar identificado.
 Sus palabras, pues, nos repican de forma privada y su crítica, así, se convierte, género literario aparte, en una autocrítica de algo que nos concierne “desde antes” del hecho de su creación.
 Nada nos es ajeno en el libro de un amigo. Abro «La imaginación histórica» del catedrático Justo Serna, reciente Premio Manuel Alvar, y me encuentro, en efecto, con un ensayo sobre novela actual -Mendoza, Landero, Pérez-Reverte, Muñoz Molina y Cercas- donde lo importante, obviando las ocurrencias de esos señores, es el jugoso ensayo que intitula el libro: un riguroso estudio de las relaciones que, entre la realidad histórica y la ficción novelada, se establecen para, no siendo la misma cosa, concluir en paisajes similares. Algo me dice que lo humano sólo puede aspirar a ser humano; y demasiado humano, en el mejor de los casos. Otro día igual les hablo de la superioridad moral del ensayo -¡o de la poesía!- sobre la novela. Pero antes lean a Serna.

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lunes, agosto 6

La chirigota al poder

La Telaraña en El Mundo.

 Algunas cosas me duelen y otras, además, me repugnan. Todo tipo de manipulación, por ejemplo. De representatividad usurpada, de oportunismo cínico y poco o nada ilustrado, de insolidaridad convertida en grotesca caricatura. De algo así me ocupo en estas líneas. Con dolor, ya lo dije. Y con repugnancia, también.
 Ahora resulta que habría que haberle preguntado a Toxo y Méndez (o a José Luis García y Lorenzo Bravo, nada menos) para conocer, no sólo la causa de la crisis, sino también la milagrosa receta de su solución. Eso es lo que se desprende de la convocatoria de marcha a Madrid, el 15 de Septiembre, para exigir a Rajoy un cambio de política y hasta un referéndum sobre los recortes. Firman el panfleto 35 organizaciones sindicales, profesionales y sociales isleñas, bajo el nombre de «Cimera Social». Nada menos. Si la cosa no fuera muy seria, que lo es, sería como para echarse unas risas, pero no ha lugar. Lástima.
 Pero lo más irritante del asunto es que, en el delirio que se avecina, se han unido casi todos los okupas, inquilinos o afiliados subterráneos de los sacrosantos Presupuestos del Estado. Ese es el tema. No faltan, pues, las infinitas ONGs de las islas ni la indispensable presencia a la cabeza de este viaje (centrípeto en su trazado, pero centrífugo en su intención) de la OCB en pleno. Cómo no.




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sábado, agosto 4

¿Optimizar o desmantelar?

La respuesta al debate de los sábados en El Mundo: ¿Es un error la decisión de Hacienda de desmantelar la Unidad Judicial contra la corrupción en las Islas?

 No. En días de recortes hay que hilar muy fino para saber qué se pretende al eliminar la Unidad Especial de Investigación Judicial contra la Corrupción, un grupo que le ha prestado grandes servicios a nuestra siempre convulsa, cuando no indecisa, democracia. El impagable desmantelamiento de la corrupción -encarnada por los casos de Matas y, siempre, de Munar, con el añadido ejemplar de las virtuosas ONGs de Iñaki Urdangarín, a la sazón Duque de Palma- constituye el currículo más excepcional que pudiera exhibir nadie a día de hoy.
 Sin ellos, sin su valiente labor contra la putrefacción del poder, este país seguiría pareciéndose, como un calco a su modelo, a la tierra en llamas de Al Capone o a la silenciosa isla de la mafia siciliana, ese otro tipo de fascismo. No digo que no siga siendo, aún, así, pero seguro que gracias a ellos algo ha mejorado. O eso creo.
 Pero ya dije que hay que hilar muy fino con las palabras, porque no siempre significan lo que dicen, sino otra cosa. La propia Agencia Tributaria y el Partido Popular se niegan a hablar de desmantelamiento alguno y sí, en cambio, de una optimización de los recursos humanos; es decir, de un cambio de modelo organizativo que permita, con otra estructura, lograr el mismo resultado. Aquí ya entraría la fe en el lenguaje para poder valorar el asunto y, como mi fe resulta más bien raquítica, lo mejor es dejar que el tiempo ponga a todos en su sitio. Es seguro que, tarde o temprano, sabremos, y con todo lujo de detalles, si este desmantelamiento es tal o no. Si siguen cayendo corruptos o si, como por arte de magia, resulta que todo el mundo es bueno. Convendrá, desde luego, seguir con atención el parpadeo de la pantalla y olvidarse, en fin, de lo que ahora sólo es publicidad de parte o simple pataleo hipócrita, como el del PSIB, el PSM y demás grupúsculos ecolingüísticos a los que aún se debería investigar; y no poco, por cierto.

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viernes, agosto 3

Metáforas de agosto

La Telaraña en El Mundo.

 Puede que 600 millones de personas a oscuras, desde la estadística de un apagón eléctrico, sea mucha oscuridad. Algo intolerable, aunque haya sucedido en el país que hizo de las castas su ley y su condena. Pero no lo es, si nos mecemos en el revuelo de las metáforas y miramos alrededor y adentro y advertimos que el mundo entero está en tinieblas y no somos esos puntos de luz que presumíamos, sino una auténtica legión de espectros, que sólo en las sombras -y quizá en su economía sumergida- sobreviven. O algo así. O casi.
 Repaso lo dicho y me reconozco en Agosto. El calor es un torrente de sudor en la piel y es ahí, en la superficie epitelial de las cosas, donde nacen la fatiga y la sed, el seísmo de las vacaciones que convertiremos en ocio, si nos dejan, y el tiempo que intentaremos detener para que no nos sepulte. Y hasta es posible que salgamos indemnes. Ojalá.
 Les he hablado de oscuridad y calor, de tinieblas y fatiga, pero también de una indudable voluntad de fuga y recreo, de esfuerzo y suerte. No tengo otra que las metáforas, para olvidarme, siquiera por un día, de los políticos y sus dietas, de los sindicatos y sus huelgas, de la cruel broma cotidiana de no saber a dónde vamos. Si es que vamos a alguna parte.

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jueves, agosto 2

La deuda de los días

La Telaraña en El Mundo.

  Voy a la página de la Agencia Tributaria y observo -tras unos clics que me sé de memoria- que mi declaración a devolver sigue en trámite. O sea, que puedo sentarme y esperar turno o volver mañana o pasado o nunca, con la certeza de que ese dinero será, como cada año, mi paga navideña; y eso si hay suerte y los meses no se ponen bravucones o más ásperos de lo que ya están. En efecto, cada uno se consuela como puede. O casi.
  Porque tampoco es de recibo que sí haya dinero para algunas cosas y no para otras. No se comprende, por ejemplo, que la Generalitat catalana suspenda pagos -sólo este mes, dicen- a geriátricos y dependientes, pero siga sosteniendo la farsa de sus embajadas y de sus infiltrados metalingüísticos, como la OCB en las islas. Ignoro qué extraña perversión justifica este grotesco baremo de prioridades.
  Pero tampoco aquí nadamos en otra cosa que no sea el fango de la deuda crónica del Govern de Matas, Antich o Bauzá, la sucesiva renovación del crédito y el alza de los intereses. Ignoro, también, qué otra perversión es esta de mezclar las arcas públicas con la usura privada y acabar, así, pagando varias veces por lo que no llega ni a una. Pero igual es que el calor no me deja pensar de forma correcta.


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