La respuesta al debate de los sábados en
El Mundo: ¿
Cree que los condenados por corrupción deberían pagar el coste de su investigación como pide la Fiscalía?
Sí. Tengo la
sensación, pese a no saber, del asunto, ni la mitad, que la vida del corrupto
de guante blanco -de pasillos y despachos, de teléfonos intervenidos y
micrófonos ocultos, de cócteles eternos y sonrisas diplomáticas en busca de
subvenciones, de estraperlo en las trastiendas, entrañas y aledaños del aparato
político o social, de minucioso arqueo entre la líneas, no siempre diáfanas, de
los boletines oficiales de la Comunidad Autónoma que se trate, que son todas-,
no es, en absoluto, un camino de rosas. Nada de eso. Hay que hilar fino y
siempre con la sombra de la soga al cuello, aparentar más que ser y decir, por
supuesto, mucho más que hacer. Convivir con la mentira compartida de las
plusvalías ciertas o imaginarias, públicas o privadas, y saber atender, con
suma y real delicadeza, al ego general, tan inflado como avaricioso, de tan
singular, pero concurrido, gremio. O sea, que de bicoca, nada de nada. O muy
poco.
Es obvio que la
primera obligación de este tipo de delincuentes, ya puestos en faena, es
intentar que no les pillen rodeándose del mejor equipo posible de leguleyos,
por si el destino cambia de signo y suena la flauta de la autoridad y caen en
desgracia. Han de salvar su pelo y su culo, su calculada imagen y, por
supuesto, intentar no dar con sus huesos entre las rejas asfixiantes de la
cárcel.
Semejante
panorama nos retrotrae, sin que lo podamos evitar, a las declaraciones, luego
rectificadas, de María Antonia Munar.
¿Recuerdan aquello de que los asuntos del dinero se deben arreglar con dinero?
Pues eso. Llama vil al metal y suma y corre. El hilo de Ariadna. Una maniobra
de dilación tras otra. Pero driblarlas también cuesta dinero. Es lógico, pues,
que la Fiscalía le añada a las penas de Urdangarin,
el coste de sus pesquisas. A él y a quien sea. No hay condena que se precie de
ser justa, si no incluye, y además de oficio, el pago exacto de sus costas.
Faltaría más.
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